Con tristeza

Sé que es poca mi tristeza comparada al inmenso, profundo y desgarrador dolor de muchos hoy y desde el 24 de marzo de 1976.

Este feriado, promulgado recién en 2006, es un sanador bálsamo para que este día y todos los 24 de marzo sirvan para recordar lo que nos pasó (Memoria), para repensar lo que la historiografía oficial nos contaba (Verdad) y para que los culpables sean juzgados y castigados bajo el imperio de la Ley (Justicia). Una justicia, hay que decirlo, que en muchos casos fue también cómplice.

Mis recuerdos más tempranos con respecto al horror de la dictadura -estoy hablando quizás de los años 82/84- tienen que ver con los desfiles de los 25 de mayo y 9 de julio. El ruido de las fanfarrias militares, las patas de los caballes, el golpe de las herraduras contra el asfalto, las botas de quienes los montaban, gauchos y militares, me producían un ahogo que no comprendía, un malestar que me hacía sentir enfermo sin razón aparente. ¿Quizás sería la mano de mi vieja, que me agarraba con más fuerza? Quizás sentía el temor de mi viejo o lo adivinaba por un segundo en su mirada, cuando pasaban los soldados taconeando con tanta fuerza.

Tal vez por eso, más adelante, prefería no escuchar a Víctor Heredia o a Mercedes Sosa cantando "Como la cigarra". Todavía hoy me hieren, pero hay que abrazar ese dolor porque es nuestro. Somos también ese dolor.

Durante mucho tiempo la bandera, el escudo, el himno, no fueron para mí símbolos de algo querido. No eran La Patria, esa que nos enseñaban en la escuela, la de Sarmiento. La que se engrandeció con la Campaña del Desierto como nos enseñaban en la secundaria. Encontraba un sentido con el cual identificarme en esa canción de Fito que dice que "mi nación no tiene cruces ni banderas". Supongo que para muchos era así. Lo charlaba con Daniela, con Javier, con Rick, con Paula, con Sanín, con la Tani.

Es un lugar común a esta altura decir que luego llegaron Kirchner y Cristina y resignificaron -para mí y para muchos- los símbolos patrios, el concepto mismo de patria, nuestra historia, la dolorosa y la que nos llena de orgullo. El 24 de marzo del año pasado escribí algo cortito que quiero volver a compatir. Aquí va:

Porque a la memoria hay que ejercitarla.
Porque a la democracia se la honra defendiéndola.
Porque a la Historia trágica no podemos olvidarla sin riesgo de volver a padecerla.