No hay dudas de que el capitalismo ha contribuido al progreso de las sociedades; más específicamente al mayor progreso de ciertos sectores sociales, de acuerdo a una distribución sesgada de la renta. En un primer momento fueron las naciones las que operaron globalmente; luego, de manera gradual, las corporaciones fueron ganando poder. Y desde que Fukuyama, luego de la caída del Muro, decretó el fin de la Historia, colocando a la economía liberal como eje de las relaciones humanas, el pensamiento único impidió cuestionar que el capital se hubiera convertido en un fin en sí mismo. La globalización permitió bajar el costo humano y maximizar la ganancia, manufacturar a precios chinos y venderte el nuevo smartphone como si hubiera sido fabricado por un ingeniero del MIT y no por un ex recolector de arroz.
Los estados nacionales no fueron un impedimento para que las corporaciones, plataformas indiscutibles hoy de la globalización, pudieran prosperar. Más bien el sustento. Y si no me creen, pregunten en Medio Oriente cómo les cascotean el rancho con aquello de la "democracia occidental" y liberal. El ex diputado Iglesias lo debe entender mejor, por supuesto, no dejen de preguntarle en twitter. Tampoco será el arrepentimiento de quienes son el another brick in the wall corporativo quienes actúen como diques de contención: hace poco un ejecutivo de Goldman Sachs, Greg Smith, renunció vía columna editorial en The New York Times. No critica el papel que la institución desempeña en las finanzas globales, no, sino que haya perdido de vista que lo más importante es el cliente y sus metas. Sí, mi corazón se llenó de ternura cuando leí la carta y corrí a abrazar a un osito de peluche que sobrevive a los tiempos. No importa. Lo importante es que renuncia porque el espíritu de la corporación cambió (¡oh!), y no menciona ni lateralmente el daño que sus negocios (o negociados) causaron, causan y causarán. Alguien podría acercarle esta nota de Eduardo Febbro en P/12: "...El banco de negocios norteamericano llenó sus arcas con un botín de 600 millones de euros (800 millones de dólares) cuando ayudó a Grecia a maquillar sus cuentas a fin de que este país llenara los requisitos para ingresar en el euro (...) El abanderado de la oligarquía financiera operó protegido por sólidas complicidades en el seno de las instituciones bancarias europeas y dentro del poder político, que hizo todo cuanto estuvo a su alcance para impedir las investigaciones...". A Greg Smith le hubiera bastado colocar una foto de Grecia, hoy, para que yo creyera que renuncia efectivamente por objeción de conciencia.
Ilustración que acompaña la renuncia de Smith en el New York Times...* |
* Imagen: Victor Kerlow, TNYT
Justo, en lo que venía meditando ayer.
ResponderBorrarImpecable post, Ricardo.
Y no, el fin de la historia sólo vendrá cuando se extinga la humanidad toda.
ResponderBorrarPero pareciera que toca el fin de las posibilidades de un capitalismo no salvaje, viendo como se devora países que antes hubieran parecido candidatos a ser los beneficiados y no las víctimas del sistema. Eso no significa saber como puede ser la opción o si la hay, es un mero vistazo a lo que ocurre en ese mundo del cual algunos creían que estábamos aislados...
Ricardo, qué alegría leerte seguido ahora. Se te extrañába.
ResponderBorrarCoincido plenamente, no hay afuera, y el tema del fin de la historia es la versión distorsionada de otra cosa de la que sí hay que tomar nota, me parece: el fin de los relatos totalizantes, de acuerdo a los cuales, por ejemplo, caído el muro, chau al socialismo o a concepciones materialistas. En todo caso, abrirse a pensar en lo que hay que crear y tratar de utilizar nuevos marcos conceptuales para pensar lo que nos acontece, sin abandonar la posibilidad de tomar otros rumbos contra el pensamiento único.
Aqui como en otros lares sojuzgados, el Estado es el árbitro y la trinchera. Como en la política, si los partidos adolecen de una crisis de representación, no quiere decir que no haya nuevas articulaciones y maneras de resistir y alterar las balanzas.
Frente a lo que se desata en el mundo, hay análisis que no pueden soslayarse, y pensando en lo que podemos potenciar con la apuesta a las empresas mixtas, en el marco de un modelo regional que juegue las reglas del juego global pero con sus propias cartas, podemos estar firmes en el rumbo de lo iniciado en 2003.
Y si lo tachan despectivamente de "populismo", el problema es de miopía ajena. El desafío está en marcha y nos tenemos que comprometer a sostenerlo.
Abrazo
Hola Ricardo,
ResponderBorrarExcelente post. Hace un rato, en el post de Daniel, que tiene muchos puntos en común con el tuyo, comentaba que "la ciencia económica" en tanto saber riguroso, metolodógico, formalizado, se sigue presentando bajo la máscara del neoliberalismo, y que, de acuerdo a lo que le escuché hace algunos meses a Wierzba en Carta Abierta, se sigue repoplicando con mucha fuerza en Económicas de la UBA. Ojo con esto, si se siguen formando profesionales con esa matriz de pensamiento...
Abrazo
Daniel: gracias. Como dice Sujeto, hay varios puntos en común. Es que las great minds... je.
ResponderBorrarIris: tal cual. Ocurre que está bárbaro decretar el final del partido cuando vas ganando. Lástima que después a uno le rebota la pelota mal, otro mete un gol en contra, el contrario te clava dos cabezazos en el área y tambalean los PIGS, se cae Lehman Brothers, etc.
Daniela: es muy interesante lo que decís, porque cuando estaba escribiendo me quedó algo así en el tintero. Pensaba en esa concepción de que la Derecha quiere menos Estado y no, no es así, quiere un Estado que le permita a los privados mayor laxitud pero, a la vez, tiene que ser más duro con todos aquellos excluídos que buscarán cómo defenderse de un sistema más injusto. Así que se entiende perfectamente lo que decís de Estado como árbitro y trinchera.
ResponderBorrarGracias.
Sujeto: y... después Boudou dice que tienen que enseñar más Keynes y todos se vuelven locos.
Hay que entender, o por lo menos yo lo entiendo así: la economía es una ciencia social antes que una exacta.
Abrazos.
La macroeconomía es una ciencia dudosa, la microeconomía, una farsa.
ResponderBorrar¿Ajá?
ResponderBorrarBrillantísimo post Ricardo, para recordar y coleccionar de una didáctica impresionante. Un placer leerlo.
ResponderBorrarUn abrazo
Muchas gracias, profe.
ResponderBorrarUn abrazo.