Decidió disfrutar unos minutos del calor de la cama antes de levantarse; la fría mañana era una cruel invitación para empezar el día. Somnoliento aún, tomó a la gata que dormía a sus pies y la acomodó a su lado, bajo las colchas. El animal entreabrió los ojos e inmediatamente los cerró para acurrucarse y saborear también de la cómoda tibieza junto a él. Una melodía sonaba en su cabeza mientras recorría las ya nada tenues sombras de la habitación: era la que había escuchado en la terminal de ómnibus, adonde había acompañado a su mujer la noche anterior. No sin esfuerzo, se levantó.
Ya en el baño decidió que esa mañana no se ducharía. No vería a nadie ese día y, para el sexo autocomplaciente, no necesitaba oler a jabón y perfume. Él se quería tal y como era -sonrió ante su ocurrencia-. Para no faltar a la verdad, no era ya de mañana, sino bien pasado mediodía. Tomó café con unas tortillas de la tarde anterior mientras ojeaba en el diario las noticias de siempre: Cristina había hablado por cadena nacional, asaltos, accidentes, la sección económica que anunciaba crisis inminentes y, en las páginas de deportes, chimentos futboleros. Miró hacia la cocina para encontrarla un desastre. Decidió lavar todo: la pila de platos, cubiertos y vasos sucios le recordaban la ausencia de su esposa.
Muy bueno. Son terribles esos momentos o muy relajados, según se mire. Buen finde.
ResponderBorrarJa. Es un cuento, es un cuento. :P
ResponderBorrarBuen finde, profe.
Abrazo.
mmm... duerme con un gato cuando no está su mujer... Y cuando ve la parva de platos sucios, reflexiona sobre las ventajas del matrimonio. (se lo digo con la pipa en los labios y los ojos entrecerrados)
ResponderBorrarCiencia ficción.La pila de platos sucios te puede hacer recordar la ausencia de tu mujer,pero solamente eso,no te mueve un pelo.Para que un varón encare ese tipo de tareas tiene que haber pasado un tiempo como para que la cocina haya sido invadida por toda clase de hongos,cucarachas,ratas,zarigüeyas,y que los vecinos se quejen del mal olor.Ahí si le hacemos frente a nuestra dejadez transformada en aventura higiénica.
ResponderBorrarUn Abrazo
Rucio: me hacés quedar peor vos que el microcuento, che. Ponele onda (?).
ResponderBorrarMoscón: es que también hay amor en el cuento. No es explícito pero está. Espere nomás que entren las comentaristas de la rama femenina para darme la razón (después de la puteada, claro).
Abrazos.
Jajajja es buenísimo el cuento che! Machistas son los comerciales de productos de limpieza! ABrazo!
ResponderBorrarVisto desde aca si es machista ,pero da una pena .
ResponderBorrarCuanto estereotipo che! Yo soy una chica y no sólo duermo con mi gata (la mayoría de las veces) sino que además mi pileta de la cocina está SIEMPRE llena de platos, cubiertos y vasos sucios!
ResponderBorrarPD: Me encantó el cuento!
Julián: y no tenía ninguna gana de que se me apareciera Mister Músculo en la cocina, je.
ResponderBorrarMabel: ¿viste que sí? Hay que ver para qué lado se resuelve la ecuación machismo/pena. Si es menor a 1, está todo bien.
Mica: es cierto. También abona el estereotipo masculino, al no bañarse el personaje ficticio (que, si tiene algún parecido con la realidad es pura casualidad), pero lo quiebra al ponerse a lavar los platos por -snif- amor.
Sus lectores lo queremos y respetamos. Ud habla de sexo autocomplaciente... y no decimos nada.
ResponderBorrarHay licencias interesantes en estos casos. Podrá hacer pis con la tabla baja. Recuerde reparar los daños antes del regreso.
Le agradezco, don Sudaca.
ResponderBorrarLos best sellers enseñan que toda historia debe tener algo de sexo, y no iba a ser con la gata, vea oiga...