La corrida y suspenso de Antonio Alzamendi, en el cabezazo de esa pelota que le había puesto Alonso y rebotado luego en el arquero; el control, mediavuelta y zurdazo del Búfalo Funes en aquel otro gol inolvidable; el salto perfecto y el cabezazo franco, impecable de Hernán Crespo; el doble enganche hacia adentro y el latigazo casi desde el piso de Marcelo Salas; la final de esta Copa Sudamericana merecía quizás un gol hermoso como el de Pisculichi en Colombia o que entrara alguna de las muchas, demasiadas que tuvo Teo Gutiérrez. En cambio, quedarán en la memoria los frentazos plenos de Gabriel Mercado, Germán Pezzella y también, ¿por qué no?, la explosión de bronca, incontenible, justificada del muy buen arquero de Atlético Nacional, Armani, ante lo inapelable del 2 a 0.
Dicen los que saben que conviene siempre empezar cualquier texto con una frase impactante, ganchera o que posea una belleza suficiente para acariciar el alma. Este ya está avanzado pero va de todos modos: ¡Viva el fútbol, Pisculichi! Y que viva el fútbol, River, campeón de una copa internacional luego de tantos y sufridos años que es el primer título de este tipo para los miles de hinchas sub-20 que riegan el suelo de la Patria, países vecinos y galaxias aledañas.
El fútbol tiene algunas máximas, pocas: la de la manta corta, los goles que se fallan en el arco contrario, dos cabezazos en el área, pero una de las más verificadas sea quizás esa de los delanteros que ganan partidos y las defensas campeonatos. En esta Sudamericana podríamos invertirla para decir que los atacantes nos depositaron en la instancia última y fueron defensores, en cambio, los que nos entregaron el campeonato en la finalísima. Claro, se trataría de una exageración o de una licencia literaria: tanto Mercado como Pezzella o aún Funes Mori actúan como atacantes en las pelotas paradas, y no podrían ser tan efectivos sin el aporte de una pegada exquisita como la de un jugador netamente ofensivo, Leonardo Pisculichi.
Y si de hacer nombres se tratara, que recién en este cuarto párrafo arribáramos al de Marcelo Daniel Gallardo sería una injusticia. Hacer Justicia, Su Señoría, sería decir que este es el equipo del Muñeco, el de Gallardiola®, la Gallina Mecánica, el Bayern Muñe. Un amigo, @CineBraille, supo distinguir ya tres etapas en este River del segundo semestre: la primera, de Oro, abarca desde el segundo encuentro por el campeonato local hasta que trocamos los triunfos arrolladores por aquellos conseguidos en base a convicción ganadora, fase de Plata esa que terminó a su vez con la derrota frente a Estudiantes de la ídem. La de Bronce sembró dudas pero River supo emerger, fortalecido, en la serie de semifinales frente a Boca que significó el pasaje a la final y el final, también, de ese fantasma que acechaba en dichos enfrentamientos por torneos internacionales. Con la coronación en la Sudamericana parece fácil decir que disfrutamos más de aquellos primeros siete u ocho partidos que del campeonato conseguido en el semestre pasado, pero tampoco era tan difícil antes. Un sobrino de catorce, fanático, reconocía sorprendido que jamás había visto jugar así a su River, y eso sólo bastaba para llenar el alma de este bilardianomundialista interpretado fielmente por Sabella durante Brasil2014. Ese primer River de Gallardo sumaba conceptos de diversas vertientes: bielsista, sostenían algunos por la dinámica y las transiciones rápidas; passarelliano decían otros, considerando el pressing en tres cuartos de campo rival; guardiolista aportaban más allá, amparados en la empiria de un equipo corto que adelantaba la defensa hasta mediocampo y tenía prohibido jugar a más de dos toques. La mano del técnico fue fundamental para potenciar a un equipo que se iniciaba disminuido luego de campeonar; basta recodar que cada vez que River lo necesitó, Gallardo supo interpretar momentos y necesidades. Aún con un plantel corto, exigido por demás, encontró variantes, cambios tácticos, estratégicos y siempre ese signo de todo equipo que pretende grandeza y gloria: la respuesta comprometida de sus dirigidos.
Con Ramón Díaz, River fue un digno campeón que nunca apeló al lirismo pero defendía razonablemente bien. Pero una vez ganador, el riojano decidió alejarse comprendiendo que lo que vendría no podría ser mejor: la dirigencia no aportaría contrataciones rutilantes, Ledesma no podría empujar más el final de su carrera, Carbonero y Lanzini –los desequilibrantes– emigrarían sin remedio, quizás también Teo Gutiérrez y ni siquiera podría contar con su estandarte, Fernando Cavenaghi. El panorama parecía desolador y llegó Gallardo. Entonces River, con la sola incorporación de Pisculichi y el retorno de un resistido Carlos Sánchez, desplegó un salto de calidad de naturaleza casi incomprensible. Atónitos asistimos a un cambio de mentalidad, de juego y compromiso por una idea futbolística sólo comparable a la experimentada en la renovación que barrió al River de los ’80 con el arribo de Passarella y sus veleidades europeas. Luego Gallego y Díaz pudieron disfrutar mejor el fruto del semillero hasta que la desgracia dictaminó que debíamos estrellarnos con Aguilar, el Locarno, Aruba y el fantasma –aparecido– de la B.
Pero permítanse por un momento, éste, deshistorizar esta conquista para apreciar que aún así brilla bajo la luz de un fixture que asemejó este campeonato a una Libertadores. Cierto, se trató de la Copa Sudamericana, pero Libertad (Par), Estudiantes (LP), Boca y Atlético Nacional o San Pablo parecen un dream team soñado para el torneo continental que da inicio a cada temporada. Y River supo imponerse ante cada choque con la autoridad necesaria para hacer innecesaria cualquier controversia. La serie de la gran final sirve para graficarlo: luego de un primer tiempo en el que el equipo colombiano parecía un par de categorías superior, River se repuso, adelantó y acortó sus líneas, practicó juego asociado e hizo del empate un resultado justo y merecido. Las repeticiones del partido de vuelta en el Monumental hacen del 2 a 0, en cambio, un resultado mezquino y hasta azaroso. Nacional jamás pareció capaz de reacción y los jugadores, el DT y todos, en el estadio y afuera, celebrando el campeonato antes del pitazo final lo atestiguan. Fue una fiesta y, contrario a lo que sostiene el popularizado cartel, la Navidad llegó en un despliegue de alegría, de rojo y blanco inundando las calles y en el estruendo de los fuegos artificiales. Resta un domingo con posibilidades en el plano local, claro, pero si Racing decidiera ser campeón como parece, la Banda de Gallardiola, el Bayer Muñe, la Gallina Mecánica celebrará este semestre en forma absolutamente merecida. Y todos nosotros con ellos. ¡Salud entonces por la alegría de una final y nueva copa internacional! ¡Salud por la apuesta del Muñeco! ¡Salud por los aportes fundamentales de Barovero y Mora! ¡Salud por el regreso de jugadores de River a la Selección! ¡Salud por todo eso y más… y que viva el fútbol, Pisculichi!
Si hay una mentira grande sobre el futbol (cuando los partidos internacionales no los juega tu equipo) en este pais es la que reza:
ResponderBorrar"Me pongo contento porque es un equipo argentino"
Como hincha de Boca debo admitir que queria que pierdan. Pero la verdad es que han tenido un semestre casi impecable y se lo merecen. Puta madre.
Saludos
Muy buen comentario deportivo, qué quiere que le diga Don Ricardo, preciso, documentado y emotivo.
ResponderBorrarUn placer para un corazón gallina y un ojo que gusta del fútbol y de los buenos análisis.
Lo de Piscu es mayúsculo. Su buen pié en las pelotas paradas hace pensar que tiene una mano encerrada en el botín, seguramente algún mérito tiene Gallardo también en eso. Hemos convertido muchos goles así durante su era, no es casualidad.
Y los cabezazos cuando son tan buenos como los de anteanoche tan con la frente y tan a colocar, aunque sean como relámpagos o quizás por eso, me perecen hermosos y parte de la esencia del fútbol moderno.
Un abrazo gallináceo y orgulloso.
Fútbol ofensivo pero con goles de pelota parada, o sea, bilardismo con derechos humanos, amigo Ricardo.
ResponderBorrarUn abrazo, le debo un resumen de la campaña que espera a ver qué pasa con Racing.
Con respecto al valor de esta Sudamericana respecto de la Libertadores, le copio lo que puse en el blog colega (?) de Il Corvino
ResponderBorrarLa importancia de las Copas no está dada por el nombre sino por los rivales. Es cierto que esta Sudamericana, a partir de semifinales, dejó la sensación de mayor competencia que la Libertadores. (En parte eso se debe a que no llegaron brasileños, pero porque San Lorenzo se encargó de eliminarlos de a uno antes). Para que vean que no lo digo como hincha de River, un ejemplo que va en contra de River: la Intercontinental de 1986, contra el ignoto Steaua, no vale lo mismo que las Intercontinentales que Boca le ganó al Real Madrid o el Milan. (Más allá de que el Steaua le había ganado la final nada menos que al Barcelona).
Por eso el censo que sueñen hacer los hinchas de Boca, sumando copas sin ton ni son para decir que ganaron más copas internacionales que el Real Madrid o el Milan, es más patético que revelador. Además, como bien aprendimos los hinchas de River al descender en 2011, no se puede vivir de recuerdos. Este 2014 todos los grandes tuvieron algo que festejar, desde el Rojo que volvió a la Primera e hizo buena campaña hasta Racing peleando hasta el final y seguramente ganando un torneo, pasando por Huracán campeón de la Copa Argentina, si al Globo lo quieren considerar grande. Bien por Boca entonces, que llegó a semifinales de una copa internacional importante. (Momento termo gallina off).
Saludos
Pisculichi... la pegada de Pisculichi le hizo mucho bien a River y al fútbol argentino en general. Hace mucho que no se veía un buen pegador como él.
ResponderBorrarCoincido en todo. El 2014 será un año imborrable para todos los de River...
Un abrazo!
Larabi
Luciano: agradecemos la sinceridad y la felicitación oculta en ese “puta madre", je.
ResponderBorrarProfe: muchas gracias. En Cancha Llena cuentan por qué Gallardo pidió a Piscu y lo que se jugaba al hacerlo. Es la contratación que más pagó, y en tan corto tiempo, de la historia reciente. Quizás haya que remontarse a Lucho González, pero la diferencia de edad y características no permiten un paralelo mejor.
Y la verdad, si nos referimos a lo puramente estético, ¡qué lindo cabezazo el de Pezzella!
CineB: ja, bilardismo con derechos humanos es un oxímoron, pero no queda otra. Y por supuesto que había leído tu comentario en lo del Corvino y esperamos un texto de CAMPIÓN. Eso sí, yo creo que Racing lo resuelve el domingo, pero si no banca la parada... podemos llegar a disfrutar demasiado y sea contraproducente para la salú, je.
Larabi: el Malevo Ferreyra le pega bien pero nunca tuvo la incidencia que sí tuvieron Pisculichi o el Pitu Abelairas. Es que además se necesitan cabeceadores pero también prepararlas y practicar. En ese sentido, Gallardo las labura, se ve.
¡Abrazos de campión sudamericano!
Un fin de año casi impecable. Y digo casi porque la notable escasez de suplentes de jerarquía conspiró para el largamente merecido doblete.
ResponderBorrarTres partidos sin Teo y, sobre todo, sin Sánchez, representaron 8 puntos perdidos sobre 9. Sin “fecha FIFA” (a 4 años del Mundial) el limitado equipo blanquiceleste, muy probablemente, no estaría a punto de cosechar un nuevo título. Bueno, todavía queda algo más de un 15% de chances matemáticas. Es poco. Poquito.
Finalmente, me parece digno de destacar que los primos festejaron el día del hincha en su propio estadio, evitando los actos de vandalismo a que nos tenían acostumbrados.