Pretendíamos escribir algo respecto a un tópico que se desarrolla subterráneamente mientras los reflectores apuntan, como debe ser, a la disputa electoral: el voto. Parece contradictorio, ¿no? ¿No estamos acaso hablando de lo mismo, disputa electoral y votos? No, porque si bien los candidatos pelean los votos de a uno apelando a sus diversas razones (identidad política, historia, expectativas, deseos, presente económico, etc.), las razones que organizan el modo en que estos solicitan el sufragio pueden sintetizarse en una dicotomía que recorre el debate politizado de modo poco perceptible: los votos, ¿de quién son? Podríamos también de otro modo, preguntar: ¿de dónde vienen? Algunos sentencian, sin más, claro y simple, que los votos son de la gente. Otros, en cambio, dictaminan que son las estructuras partidarias las que le dan soporte. Así, según esta taxonomía, tendríamos candidatos mediáticos en un costado del ring, apelando a focus groups, y candidatos de las estructuras político-partidarias por otro, escuchando a las bases para construir su discurso/plataforma.
En este blog sostuvimos en innumerables ocasiones reflexiones como esta: “…pese a los pronósticos agoreros, debemos inferir también que la nuestra no es (¿completamente?, ¿aún?, ¿alguna lo es?) una democracia posmoderna y líquida regida por candidatos en desmedro de las estructuras partidarias (la disputa más importante en el campo opositor colocó a la UCR bajo el reflector)…”, lo que debería implicar que nos encolumnamos en el bando de los estructuralistas y odiadores de todo lo mediático. No es tan así, tampoco. Pero expliquemos antes el pretérito imperfecto con el que abrimos el posteo. Mientras desarrollábamos la idea, nos topamos con este texto de Malamud y De Luca llamado “Era por abajo, posmodernos” que coincide con la autocita. Los autores dicen: “…Es común leer que las coaliciones partidarias son fugaces, las identidades políticas son irrelevantes y los líderes de popularidad, señores del Universo… (pero) …Los partidos siguen determinando las posibilidades de que un candidato se transforme en gobernante. Pero esto no se ve desde el Obelisco...
...La Tabla 1 muestra el resultado de todas las elecciones a gobernador desde 1983 hasta el domingo pasado. El peronismo ganó 126, el radicalismo 41, los partidos provinciales 23 y terceros partidos nacionales sólo 8 (…) La política nacional sigue anclada en el territorio. El sistema argentino de partidos es menos estable que el chileno pero está mejor enraizado. Y las raíces son profundas por virtud del federalismo y la autonomía municipal…”. Por supuesto, los animamos a leer el artículo completo. Agregaremos que en el posteo citado señalábamos también que el bipartidismo persiste en los niveles subnacionales aunque de manera por demás atenuada, como queda demostrado por el trabajo de Malamud y De Luca.
Ahora, si nos disculpan la arrogancia, diremos que las simplificaciones mediático/estructura son tan solo eso, simplificaciones. La realidad indica, en cambio, que para ser verdaderamente competitivo un candidato debe reunir ambas características (sumado a otras: financiamiento, tiempo, etc.): su candidatura debe descansar en una estructura partidaria con representación a lo ancho y largo del territorio nacional y, además, poseer características que le permitan desarrollar su discurso, exponer su carisma y seducir al electorado desde los medios masivos (TV, radio y redes sociales). Una cosa sin la otra determina una candidatura inconducente. Tuvimos/tenemos ejemplos de ambos extremos –esto es también una simplificación, claro– en esta carrera electoral que desvela a los politizados y encuentra al común de los mortales en un estado de interés moderado y en reciente despertar: un candidato mediático que no supo/pudo dotarse de una estructura territorial nacional, Sergio Massa; y otro candidato, desperfilado mediáticamente, que disputaba la interna del FpV para hacerse de un apoyo territorial, Florencio Randazzo. Ambos, lejos ya de terciar en el escenario: el ministro se encuentra fuera de competencia mientras Massa porfía pese a que los números indican un muy lejano tercer lugar (cabe señalar, como una de las razones que determinaron la salida de Randazzo que el aparato territorial del peronismo se encontraba ya de facto militando la candidatura de Daniel Scioli. Quedaron entonces en pie, como candidatos verdaderamente competitivos, por múltiples razones pero también por las aquí expuestas, DOS y Macri. El primero, apoyado en la estructura del PJ pero siendo también su candidato más taquillero en términos de medios e instalación; el segundo, más posmoderno –ergo, mediático–, debió apelar a la estructura nacional de la UCR que le cobró, en esta carrera al ballotage porteño, una parte del desprecio que demostró Mauricio Macri por el radicalismo luego de la Convención de Gualeguaychú.
Bastante de acuerdo. Muy bueno también el artículo que enlaza.
ResponderBorrarEn lo único que estoy en desacuerdo es que Massa sea una estrella mediática: a mí siempre me dio la impresión de ser un sicópata.
Me olvidé del comentario más sustancioso (?): lo que nuestro (?) Marianito Recalde dijo sobre que "nadie es dueño de los votos de la gente" me sonó tan pelotudo como si lo hubiera pronunciado un referente PRO. Nada. Eso. Muy bueno el programa.
ResponderBorrarDiego: eso de que "los votos son de la gente" también lo usó Massa. Es el discurso público cuando perdés o cuando no tenés aparato. Lo comprendamos a Recalde (?): tiene que hacer campaña en la CABA (!)
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