domingo, 27 de diciembre de 2015

Represión y política

Existe un hecho puntual y cuantificable en cualquier encuesta que quieran hacer: no todo el mundo se opone a la represión de la protesta social y son muchos quienes la consideran necesaria; más aún luego de la etapa kirchnerista, en la que primó el encauce político (sobre todo en los primeros años, aún cuando significara incorporar al dispositivo oficialista a distintos movimientos sociales y/o piqueteros o, más adelante, la manutención de esas alianzas vía fondos estatales) y, cuando no fue posible, se toleraron las manifestaciones. Si el kirchnerismo reprimió —y fue poco o nada— nunca hizo de la represión un justificativo que se agotara en sí mismo.

Con el cambio de gobierno, pero más importante, con la inversión del signo político, se dan o darán un conjunto de factores que harán de la represión un condimento más, no ya un veneno, en la receta con que se prepara el caldo social. Esperamos, por supuesto, equivocarnos.

El desancle autonómico del poder político que fácilmente pueden conseguir las distintas policías —diciembre de 2013 como un hito de sedición que podría ser el antecedente directo de lo que vendrá— será uno de los aspectos fundamentales a considerar. Vamos otros.

Repetimos y se repite hasta el hartazgo que no hay ajuste posible sin represión, que la política económica de la derecha necesita tanto de la benevolente avaricia de prestadores internacionales como de la anuencia, disponibilidad y complicidad de los palos judiciales y policiales. Para resumirlo en cristiano: que el poder político, el judicial y el policial se asocien en sinergia para reprimir. Es el poder político el que crea las condiciones de posibilidad: devaluación, incrementos de precios, internacionalización de productos de la canasta básica, transferencia desde los sectores populares a los del tope de la pirámide y cercenamiento de conquistas sociales y derechos laborales. Ni hablar si se incrementa el desempleo. Cada granito de arena colabora y decanta en la necesidad de justificar y alentar la utilización del monopolio de la fuerza para el control represivo de la protesta.

Ahora, no serán solo los medios y la uniformidad informativa de la que gozará el macrismo: como decíamos al principio —y aunque lastime nuestro corazón progre, izquierdista o humanitario—, el gobierno se apalancará en una porción nada despreciable de la sociedad para tornar la represión en una demanda social. Allí estarán tanto los votos del PRO que reniegan de la negrada sublevada como los votos massistas que peticionaron electoralmente por el ingreso de las FF.SS. a villas o barrios populares. Estarán también algunos votos sciolistas, no sirve negarlo.

Cada realidad local tiene sus particularidades, y así por ejemplo Jujuy cuenta con un movimiento piquetero que subsiste y uno que bien podría retornar con el desenganche de la Tupac de la teta estatal. Allí el reside el germen que nutre la justificación represiva de un sector de las clase media y media baja. Tucumán vivió recientemente un ejemplo claro, cuando la oposición republicana y el periodismo independientísimo pidieron al unísono por la “restitución del orden" y la “paz social" en ocasión de la protesta de los municipales despedidos en la ciudad de Concepción. El interior del país carga con su mochila de exclusión estructural, pero será en PBA —a la que el macrismo y Vidal utilizarán para posicionar a la gobernadora para la sucesión— donde asistiremos al showbizz de la mano dura. Será Vidal quien haga más macrismo original, ese de la UCEP y la inmigración descontrolada, previo a la instalación de la revolución de la alegría.

El proceso de control político de las FF.SS. que intentó el kirchnerismo se corta con Macri. El cercenamiento de derechos y el ajuste serán los vientos que avivarán las llamas sociales. La prédica represiva y la entronización de las libertades individuales en el discurso hegemónico serán habilitación para las policías todas. Así sean la Federal o Gendarmería quienes carguen con el peso de reprimir la protesta, todas serán señales que sabrán leer y decodificar cada fuerza policial y cada agente de seguridad.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

En la pelea por la República yo me pongo del lado del más débil, que es el bolsillo

Oh, divino Montesquieu.

Escribo en pelotas y sepan disculpar, pues he rasgado mis vestiduras, tal el tenor del dolor que aqueja mi espíritu republicano. Oh, atribulado francés al servicio de la Corona británica, oh, debate del partido Republicano, oh, IV República francesa. ¡Oh, jueces nombrados por decreto!

Mirá lo que conseguiste, Mauricio, capo, que le pidan al peronismo que tome las banderas republicanas y las lleve a la victoria parlamentaria. Necesitábamos un Plan Bicameral para Todos, qué fútbol ni que tres carajos.

Cambiamos pero las necesidades de quienes ejercen el poder no cambiaron. ¿Macri quiere torcerle el brazo al peronismo como demostración de poder? Puede ser, y te clava jueces consustanciados con su proyecto porque... es su proyecto, ¿no?

¿No? Ok.

Goza de su Luna de Miel, lo advertimos, y la exprime a puro bombardeo: cuando querés putearlo por alguna medida/decreto/anuncio, ya tenés encima dos o tres más y te perdés, mandás todo al carajo y mah sí, si total a este pelotudo lo votaron.

Un gesto de autoridad de Macri, pero qué conveniente calificarlos a gusto y necesidad. ¿Un gesto de autoridad de un DT? Qué bien. ¿Ese DT es Passarella? Qué mal. ¿Un gesto de autoridad de un Presidente? ¡Muy bien! ¿Ese Presidente es Cristina? ¡Ahhhhh, Dios mío, la República, la República! ¿Es Mauricio? #Awww, la República...

¿Y quiénes saltan? De la Sota, Massa y Stolbizer. ¿Porque son republicanos? Las pelotas son republicanas. Saltan porque Macri quiebra el compromiso que asumieron con sus votantes, como colectoras y aliados implícitos de Mauricio en ballotage. Macri aliena así a quienes son o deberían ser sus aliados. Maldispone, así también, a quienes podría necesitar para garantizarse gobernabilidad más allá de los cien días de gracia: el peronismo en el Congreso.

Interrumpimos esta transmisión para un aviso parroquial: cortenlá con debatir la idoneidad de Rosenkrantz y Rosatti; Macri clausuró esa instancia al saltear el Congreso. Gracias.

Oh, la cartera de la dama.

La República y los decretos nombrando jueces son nimiedades comparadas a la baja de retenciones, a la habilitación para aumentos de precios y la internacionalización de la canasta básica. Son bruma mediática para esconder a los corsarios del salario, tapando una devaluación anunciada a gritos y esperada a llantos que ya repercutió en poder adquisitivo —y lo seguirá haciendo—, sumado a los anuncios de paritarias ligadas a la productividad. ¿Que cómo medís la productividad de un empleado público? Oh, es muy fácil: lo despedís y esperás. Si la ciudadanía lo nota, era productivo. Si no, viva la racionalización del Estado y la mentalidad empresaria en el manejo de lo público.

De todos modos, debo reconocer que no me jode que Macri tome a Montesquieu de las mechas, lo de vuelta, le baje los pantalones o como llamaran a esas cosas que usaban, lo ponga en cuatro y lo sodomice hasta encender brasas con su culito francés; lo que me jode son los zarpazos en continuado y sin cortes comerciales al bolsillo del tipo de a pie: inflación acelerada, quita de subsidios, incremento del costo (ya usurario) en el uso de tarjetas y transferencia de recursos al sector agroexportador (más aún cuando uno de los objetivos es reprimarizar la estructura económica nacional).

Lo hemos adelantado: hacer oposición progre, republicana, porteña, ser el FpV de CABA, boqueando para afuera y levantando la mano adentro, es asegurar macrismo para 2017 y 2019. Exagerar defensa institucional cuando antes aplaudíamos el cinismo realpolitikero es penoso, y una jactancia del periodismo noventista, ese que critica formas y no contenidos. ¿Macri clausura el Salón de la Mujeres Argentinas y lo convierte en oficina para Michetti? Oh, sí, nos indignemos, justo lo que pretende Mauricio. Entrega cualquier símbolo del kirchnerismo a los lobos para que nadie señale que un dólar a 15 mangos favorece a los especuladores (agro e industriales) mientras seca la billetera del laburante. ¿Macri va a compensar en jubilaciones, IVA o incrementos en AUH, AUEmb? Permítanmé la carcajada.

La crítica republicana y de las formas no solo no mueve el amperímetro social (y Macri agradece el concurso de su prensa militante), sino que además no permite capitalización política por parte de ningún actor. Negocio redondo para Cambiemos, aunque deba soportar temporalmente la irritación de la vieja guardia de la UCR. El peronismo puede, pero no debe, funcionar en espejo a la oposición que enfrentó en el pasado. Aquí consideramos que Macri no ganó por sus promesas de institucionalidad sino, en buena medida, por el hartazgo que en los últimos años generó la batalla cultural kirchnerista sin sostén económico. Permitirle a Macri desplegar su propia batalla cultural, cuando pretende utilizarla como traje antiflama frente a los fuegos económicos que prevé desatar, sería estúpido por demás. El peronismo será oposición ordenándose alrededor de los intereses sociales en pugna o no será nada. La disputa no se circunscribe ya al control del Estado sino que es, ahora, en defensa del poder adquisitivo del salario, empleo, consumo y actividad.

Es el bolsillo, estúpido, y no la República.

jueves, 3 de diciembre de 2015

El peronismo en entropía

Luego de la derrota en ballotage, y aun antes, con el triunfo de Vidal en PBA, el peronismo ingresó en una etapa en la que prevalecerá la reorganización puertas adentro. No se trata de la persistencia en el error que acarrea el sistema peronista/kirchnerista, de comunicación endogámica, sino de un proceso necesario para reemerger de cara a la sociedad. Valga decir, además, que no comprender que el macrismo gozará de un periodo de luna de miel, hasta que sus medidas pro mercado impacten en el bolsillo, es de una necedad parecida a la que nos llevó a la derrota. Pero antes de continuar, quizás convenga hacer una breve referencia a la selección del concepto entropía para caracterizar lo que viene. Leemos:

"...Coloquialmente, suele considerarse que la entropía es el desorden de un sistema, es decir, su grado de homogeneidad. Un ejemplo doméstico sería el de lanzar un vaso de cristal al suelo: tenderá a romperse y a esparcirse, mientras que jamás será posible que, lanzando trozos de cristal, se construya un vaso por sí solo. No obstante, considerar que la entropía es el desorden de un sistema sin tener en cuenta la naturaleza del mismo es una falacia. Y es que hay sistemas en los que la entropía no es directamente proporcional al desorden, sino al orden (...) hay muchas transiciones de fase en la que emerge una fase ordenada y al mismo tiempo, la entropía aumenta (...) por ejemplo cuando el agua y aceite tienden a separarse. También en la cristalización de esferas duras: cuando agitamos naranjas en un cesto, éstas se ordenan de forma espontánea...".

Pueden observarse ambas posturas entre los adherentes/militantes del peronismo: están quienes pretenden separar la paja del trigo y quienes sostienen que andando se van a acomodar los melones. Ambas prefiguran, al final del camino, un espacio de unidad. Entropía por la homogeneidad o entropía por el orden. Dos comentaristas en el posteo anterior sirven como ejemplos de lo anterior. Jorge sostiene que el 48,66% de Scioli no es el sciolismo, y que deberíamos tener presente que si el peronismo hoy puede reivindicarse como tal es gracias al kirchnerismo, que removió la mácula menemista: "¿Significa esto que Cristina lidera? No lo creo (...) Queda la incertidumbre (...) lo más sensato sería volver a ser Frente: juntar esos apoyos iniciales que supimos tener aprovechando el potencial marco de cohesión que uno supone generarán las políticas de Macri (...) Y aprovechemos la situación para detectar aquellos que militan en el peronismo acomodaticio, que son de la misma calaña que "el gallego" y el tigrense". ¿Opción por la homogeneidad? Martín de Encuentro Latinoamericano, por su parte, hace hincapié en "una debilidad que pudo ser uno de los grandes errores del oficialismo en las últimas elecciones: que nos haya unido, y a última hora, el espanto (Esto) complicó la unidad y la militancia del candidato propio. Si lo que viene es un FPV/PJ/etc. dividido entre los que dicen que se hizo todo bien, "Cristina 2019 ya" y los que dicen que se hizo todo mal, "Massa al poder", conseguir la unidad va a ser jodido. Más en ausencia de una conducción definida y aglutinante". Opción por el orden.

Acá acordamos con ambos, pero con alguna salvedad. Por ejemplo, creo que tanto Massa como De la Sota continuarán referenciándose en un peronismo antikirchnerista para, a la vez, jugar al cafierismo macrista. Contemplarlos entonces para lo que viene, intentar incorporarlos –digo–, resultará una pérdida de tiempo. Cualquier gestión en esa dirección implicará muscular a esa tercera fuerza y restarle energías al propio ordenamiento. Y ya que apelamos a los primero nombres propios, vamos con los del peronismo, porque sin ellos no hay política. Es claro que, pese a la derrota, son dos los dirigentes que tienen visibilidad y predicamento, es decir peso propio: Cristina y Scioli. Pese a sus diferencias, ambos comparten una característica: a partir de diciembre no contarán con poder institucional o territorial propiamente dichos, sino con la ascendencia que conserven sobre diputados/intendentes/gobernadores. De todos modos, La Cámpora, como expresión del cristinismo, haría bien en hacer pocas o ninguna ola; y la Ola Naranja no es o fue otra cosa que el despliegue electoral del sciolismo. Sigamos con los nombres propios. ¿Gobernadores? Urtubey, Manzur, Peppo. ¿Intendentes? Capitanich, algunos de la PBA, Magario, Cascallares, Insaurralde, Mussi. Con estas nominaciones, pudimos leer ya las primeras operaciones de prensa en lo que al control del PJ se refiere: que Scioli propone a Urtubey, que Cristina quiere y no quiere presidirlo, que una interna, Scioli al PJ-PBA; lo cierto es que antes de mediados de 2016 el partido debe ser encausado. Y convertirse en la plataforma desde la cual hacer una oposición ordenada y sensata al macrismo. No podemos dejar de anotar que ahora, como oficialismo, serán Macri y Vidal quienes dispondrán de herramientas para sentar el tono de la disputa, el terreno y los tiempos. Si lo hacen bien (y no como pareciera ser hasta ahora), tendrán ocho años. Si se equivocan escuchando a quienes quieren shock, ya, no aguantan más al kirchnerismo y lo quieren tirar del tren (!), tendrán solo cuatro. El peronismo deberá reconocer esta nueva realidad, acostumbrado como estuvo al dominio de la acción y la agenda.

No son muchas las certidumbres de cara al futuro, pero anotemos algunas propias:
:
1. Es 2017 o 2021. "No hay 2015 sin 2013" fue el mantra massista que no se verificó (Macri se guardó en aquella legislativa), pero será una obligación para el peronismo si pretende retornar.
2. Si debe renovarse, el peronismo debe hacerlo también en los modos de relacionarse con la sociedad. No dispondrá en este camino del aparato estatal del que gozó durante estos años, y la militancia sola no alcanza (menos aun si baja a evangelizar y no a escuchar). Las políticas de medios y de redes sociales resultaron grandes déficits en la pasada campaña.
3. Considerando el periodo de gracia del que dispondrá el macrismo, y la banca que los grandes medios ya realizan de su futuro gobierno, no restan dos años para las legislativas2017 sino, tan solo, uno. El FpV cometió muchos errores, pero uno de los más groseros fue patear las definiciones electorales hasta el final.
4. El peronismo deberá seleccionar con quiénes y cuándo dar la pelea grande. Si es contra un Macri potente en 2019, debería ser Scioli; contra un gobierno de capa caída, en cambio, la propuesta del peronismo debería ser de una renovación mayor, y podríamos aventurar una interna entre, por ejemplo, Urtubey y Capitanich.
5. Insistir con Cristina 2019 puede actuar como un ansiolítico para el alma política o un analgésico para las magulladuras del 2015, pero no suena sensato o instrumental si anteponemos los intereses de la mayoría al lustre del bronce histórico. Cristina contará con un gran poder simbólico luego de abandonar el PEN, pero no creo que vaya a constituirse en una demanda social que exceda al clamor de la militancia cristinista.
6. Hacer antimacrismo progre-capitalino solo nos asegurará muchos años de gobierno amarillo. Si los reflejos culturales antimenemistas le ganan a la defensa del bolsillo de las clases populares, Mauricio podrá disfrutar de la pizza con champán sin sobresaltos.
7. Listo, peguenmé.