miércoles, 31 de agosto de 2016

La CGT en la oposición

Ya el título hará que algún lector arrugue el ceño y largue una puteada al viento. La última noticia apunta que “la CGT descarta una reapertura de paritarias pero van por un bono de fin de año". Un perfil combativo bárbaro, podríamos decir. Pero en términos políticos es un poquito más complicado.

Nos guste o no, la CGT es lo más muscular que existe en oposición al macrismo. Lo fáctico. Pensar, en cambio, que se podría ocupar la calle con sueltos o militantes K es ilusorio si no directamente una joda: no hay forma de tener una ocupación “blumberiana". Los gremios son la línea de defensa con que contamos. Triste, ¿no?, porque son en parte responsables del advenimiento de Macri y compañía. Desde Moyano al barrionuevismo y contando algunos gordos massistas: el análisis y las opciones políticas que fueron tomando resultaron horribles. Entonces, si los laburantes perdieron alrededor del 10 al 15% del poder adquisitivo, éstos no deberían poder mirar hacia el suelo y silbar bajito.

Por otro lado, es comprensible que la CGT no pueda hacer una oposición frontal y combativa. Por su propia naturaleza, ya que el macrismo propone negociaciones (y un líder gremial que autocercenara su capacidad negociadora pronto debería entregar su cabeza); porque consiguen prebendas que el kirchnerismo les negaba (el dinero para las OOSS) y porque no podrían pagar el costo de un supuesto “golpismo": hemos señalado en esta página la extorsión que con la continuidad institucional hace el macrismo y, también, la función como garante de la misma que juega el peronismo, mucho más republicano que toda nuestra oposición. Por si no fuera suficiente, el “desorden" pejotista no habilita una salida como la consensuada por el duhaldismo y el alfonsinismo en 2001/2002. La situación económica y social, tampoco.

Retomando a la CGT, fue unificada dentro de las posibilidades que el macrismo otorga (con un Barrionuevo de Schrödinger, cuántico, jugando a estar adentro y afuera a la vez) y eso ya constituye un mensaje. No era necesaria —o posible— una central unificada en la última etapa del kirchnerismo. Aún así, esta CGT continuará “defraudándonos" en el rol combatimos que le exigimos mientras no se cumpla una de dos premisas: un deterioro económico mucho mayor o la aparición de una opción política clara para 2019. Lo primero no se vislumbra en el horizonte, cuando el escenario podría ser más parecido al del segundo mandato menemista (de recesión pero con posibilidades de tomar deuda) que al de los meses posteriores a las legislativas de 2001 durante el delarruísmo. La “pesada herencia" no sólo otorgó un changüí de billeteras más elásticas sino la chance abierta de varias ventanillas de endeudamiento (y las provincias #cambiemistas —o #cambistas en la acepción “cueveril" de la City porteña, ya que toman dólares para la administración macrista— son unas de éstas). Respecto a la aparición de una opción política clara... deberemos esperar a 2019.

martes, 23 de agosto de 2016

El macrismo: ¿una novedad política?

Un partido de centroderecha, market friendly, todo lo liberal en lo social que el conservadurismo de las elites argentinas que lo componen permite, arriba al poder por vía electoral y derrotando al peronismo: evidentemente se trata de una novedad para la política argentina, ¿pero cuánto de novedad tiene efectivamente?

El núcleo social de Cambiemos —tomando al radicalismo como lo que es, un mero apéndice electoral— solo ejerció antes el poder junto al partido militar o como ánima del corpus menemista. En elecciones libres, López Murphy fue quien más pudo acercarse, en las circunstancias excepcionales de 2003, sumando un escaso 16%. Desde la muerte de la UCeDé, y más aun desde la fallida experiencia de la Alianza UCR-Frepaso, fue un lugar común señalar la ausencia de un partido de centroderecha asumida. El PRO vino a ocupar ese lugar, por vacancia más que por convicción, cuando en sus comienzos coqueteó con corporizar un neomenemismo. Las elecciones de 2015 demostraron que las elites que adversan a la base electoral del peronismo cuentan con capacidad para conformar una coalición con poder de fuego electoral, manipular el humor social, servirse de los actores políticos subsidiarios y aprovechar la institución ad-hoc del balotaje.

¿Es una novedad, entonces, Cambiemos? ¿No contamos con referencias a las que apelar en nuestra historia? Si existe una línea Rosas-Yrigoyen-Perón para sustentar el imaginario nacional y popular, ¿los grupos de poder que integran Cambiemos podrían referenciarse en la línea Uriburu-Lonardi-Martínez de Hoz o, más reciente, en la que enlaza a Menem, Cavallo y De la Rúa? Como nadie puede ser obligado a testificar en su contra, solo queda lo fundacional o el tibio homenaje a Arturo Illia de junio pasado. Pero aún como novedad, el macrismo puede ser referenciado en su experiencia más cercana: el gobierno que el propio Mauricio Macri y Rodríguez Larreta llevaron adelante en CABA. Son tantos los paralelos que podríamos, con pereza, hablar de que Macri “trasladó" a Balcarce 50 las directrices de su gestión al frente de la Ciudad Autónoma. Recordemos, desde su arribo en 2007, todo lo que está replicando ahora al frente del PEN:

1. Despidos de estatales, calificados como “ñoquis". A poco de su arribo a la jefatura de gobierno, una nota nos recordaba su promesa de «reducir un 33% de los cargos políticos en los ministerios» (pero en cambio) «aumentó los fondos que tiene cada ministro y otros funcionarios para contratar asesores».
2. Ocupación represiva del espacio público vía la UCEP.
3. Avance a prueba/error, buscando los límites de lo permitido: privatización de las bicicletas porteñas, incrementos en el subte o la disminución del número de becas a estudiantes en CABA, por apelar solo a los primeros resultados de Google.
4. Triplicó la deuda en dólares de CABA, utilizando el endeudamiento para gastos corrientes.
5. Negocios para amigos.
6. Incrementos sucesivos y superiores al 100% anual del ABL porteño.
7. En infraestructura priorizó lo electoralista, con bacheo al tope de la ejecución en el presupuesto. Ahora presidente, el Plan Belgrano es motivo de chanzas en el NOA mientras reasigna partidas para CABA y GBA.
8. Subejecución presupuestaria en lo que a políticas sociales y de salud se refiere.
9. Priorización de la educación privada. Ahora, en un contexto de alta inflación e incrementos tarifarios, congela los fondos a las universidades nacionales.
10. Los negocios inmobiliarios, leitmotiv de la creación del PRO, ¿pueden extenderse al Estado nacional?

También formaron parte de sus políticas el culpabilizar al kirchnerismo; el asistencialismo a los barrios del sur y villas, lo que ahora le vale el calificativo de “nueva" derecha; la excelente política de comunicación sumada a la protección mediática; también en CABA supo apalancarse en terceras fuerzas políticas como Proyecto Sur, preludiando lo que el Frente Renovador implicó en 2015 para dividir el voto peronista y garantizar la segunda vuelta. Negoció políticamente por abajo —y el FPV-CABA se comportó como el pan-PJ macri-friendly ahora— para denigrar lo político por arriba, en un juego de balanzas entre política y comunicación.

Visto todo lo anterior, el macrismo representa novedades pero, a la vez, se recuesta en continuidades claras. Puede ser entonces una nueva derecha y, al mismo tiempo, demostrar casi involuntariamente los reflejos de clase de nuestra vieja oligarquía. Por supuesto, lo que en CABA le alcanzó durante años puede no ser suficiente, aunque el salto a Nación le abrió un crédito que está dilapidando. Cuenta con herramientas para salir del atolladero en el que se introdujo por principismo liberal y ya advertimos que le bastaría con moderar el ajuste y sumar la colaboración involuntaria de la oposición, fragmentada y sin conducción, para obtener resultados que no impliquen un certificado de defunción el próximo año.

martes, 16 de agosto de 2016

Choque de Reyes por las tarifas

Si la Corte gobierna, que pague el costo político, parece decir Prat Gay. Como si fuera kirchnerista, ¿no? Aunque el kirchnerismo, probablemente, hubiera enviado el tema al Congreso.

Así nos van a dejar el buraco, parece decir el ministro...
El macrismo juega al matoncito que tira piedras desde arriba de una tapia porque creyó que rosqueando con el círculo rojo alcanzaba. Chocó contra la realidad, ya que el tarifazo es brutal aunque ellos estén convencidos de que están siendo gradualistas; también chocó contra el republicanismo que predican y no practican, ya que las audiencias públicas que no realizaron deslegitiman su política tarifaria; y chocó también contra un techo de cristal (blindado), ya que ideológicamente creen estar haciendo lo correcto, por lo que cualquier juez —y más aun la CSJ— debería haberle dado ya la razón.

La Corte hace política, algo que el macrismo practica solo con la billetera por abajo mientras denigra en la superficie, censurando a la política con la antipolítica. Su práctica es deficiente, claro, al haber descansado en el antikirchnerismo durante su construcción y ascenso al poder. Así, por prepotencia, se ve obligado a chantajear a los Supremos con la opinión pública, como Morales Solá y Pagni demuestran en TN.


De todos modos, señalar la presión del oficialismo a la Corte tampoco es hacer política, como tampoco lo es asumir la misma posición honestista del oficialismo pero desde la oposición.

La Corte puede convalidar o no. Si existe una salida jurídica creativa, es materia de leguleyos. Si avala, compartirá el costo político con el macrismo. Si no, el oficialismo le tirará encima el costo de la recesión. Pero aún si todo el papeleo se soluciona, el tarifazo necesita una solución política que el macrismo puede o no intentar. Cualquiera sea la resolución, no deben existir antecedentes de un gobierno hackeado de tal modo por impericia política, tan temprano en su mandato. De la Rúa lamentó demasiado tarde el impuestazo contra su base social. ¿Se arrepentirá Macri, o el tarifazo forma parte fundamental de un plan económico recesivo? Aún si la pulseada política resultara favorable al macrismo, no sería sino una victoria pírrica. Se acabó el tiempo de solicitar sacrificios sociales sin afectar la imagen del gobierno.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Boleta Única Electrónica: el Caballo de Troya de la transparencia

¿El macrismo propone una reforma política? No, solo un cambio en la manera de votar: el famoso voto electrónico, al que no quieren denominar así sino, como en CABA, boleta única electrónica. ¿Es solo el PRO intentando venderse como lo nuevo? Un poco. ¿Es la vieja sabana en papel por otros medios como señala Andy Tow? También. ¿Es favorecer a MSA, la empresa que tiene el monopolio de la BUE en el país? Claro, pero no solo eso.

Las denuncias mediáticas de fraude en las últimas —pero también en pasadas— elecciones fungen como justificativo. Existen, de todos modos, muchos argumentos para oponerse: desde la pérdida del control ciudadano y partidario sobre el acto electoral, soberanía que es “estatizada" para ser luego concesionada a una empresa privada, hasta las posibilidades ciertas de hackeo. Los sistemas en pugna son:

1. el que tenemos, de boleta partidaria de papel, re linda (?).

2. los sistemas cordobés y santafesino de boletas únicas de papel, feos (!) porque favorecen los personalismos, el desanclaje por categorías entregando legislativos con mayor fragmentación y la proliferación del voto en blanco y anulado. Los analizamos y comparamos brevemente en 2011.

3. el voto electrónico de Salta y CABA, distintos entre sí ya que el medio es el mensaje (?) y el entorno y diseño de pantallas modifica el modo de votar y lo que se vota, pudiendo interferir con la voluntad del elector. Aquí un buen muestreo de ambos por Juan Pablo Ruiz Nicolini.

Es el sistema de CABA el que propone Macri, por supuesto. Ocurre que no se trata de BUE —como señalamos al principio— sino de voto electrónico liso y llano. Delia Ferreira lo explicó en 2015 y la crítica es válida para el debate en curso, ya que el control no solo no puede hacerlo cualquier hijo de vecina con entrenamiento básico en lectoescritura, conocimiento somero de los derechos y obligaciones electorales, sino que no puede realizarlo nadie sino la máquina que computa los votos:

«...El escrutinio de mesa lo hace la máquina a través de la lectura del chip que contiene la boleta. Lo impreso se lee en voz alta y los fiscales pueden controlar -si el procedimiento es lo suficientemente pausado- que lo que aparece en la pantalla es lo mismo que está impreso. Pero lo que cuenta es lo que contiene el chip. Una vez que el chip ha sido leído por la máquina esos votos se han computado y las autoridades de mesa no pueden alterar manualmente lo que el lector del chip marcó. Si alguien planteara una objeción después que el chip fue computado, ya no habría forma de volver atrás o descontar ese voto...».

Jorge Landau recuerda, en sus consideraciones, que en Alemania se declaró inconstitucional el voto electrónico por la pérdida del control ciudadano que conlleva; Holanda abandonó también el VE por la posibilidad de pérdida del secreto que implica la utilización de chips emisores de radiofrecuencia. Hasta Richard Stallman realizó un alegato contra el VE

Habiendo señalado todo lo anterior, debería ser clara la inconveniencia de migrar al voto electrónico. Pero como señaláramos cuando se utilizaron las elecciones en Tucumán para instalar la figura del fraude a nivel nacional —y vaya si aquello ayudó a estimular y fidelizar el voto antiperonista, tan importante en el ajustado balotaje—, había que ser ciego para no advertir que la estrategia implicaba más que sólo octubre/noviembre de 2015: serviría para golpear al nuevo gobierno si hubiera sido este peronista (al modo brasileño) o para habilitar al voto electrónico y la pátina de transparencia en caso de triunfar Macri, como finalmente ocurrió. Entonces, a pesar de todos los contras del voto electrónico que propone el macrismo, mi impresión es que no existen argumentos políticos para oponerse mas que —como intentará la oposición— la adopción de la boleta única en papel en lugar de la electrónica. Menos aún cuando el debate es tan técnico, cuando los medios oficialistas lo utilizan como bandera porque será, probablemente, la única promesa electoral que el macrismo podrá reclamar como cumplida camino a 2017 —y porque sirve para recortar espacio al tarifazo o la economía hecha pomada— y, por si fuera poco, cuando existe una considerable masa social, tilinga, que cree que si lo propone Macri, es en detrimento del peronismo (falso: al FpV le hubiera convenido, por ejemplo, modificar su reforma electoral y anular las PASO en 2015 y, además, —como apunta Pablo Torres— unas primarias optativas, como propone el macrismo, favorecen el voto clientelar) y que solo por ser nuevo, debe ser mejor. ¿Mi pronóstico? El voto electrónico sale con fritas. Y si no sale, sería una derrota más grave para Macri que la aprobación de la ley antidespidos luego vetada.

viernes, 5 de agosto de 2016

"Son las elecciones de medio término, estúpido" (Bloomberg le copia a este blog)

¿Qué sostenemos desde febrero? Que las elecciones de 2017 son el examen que Macri debe rendir para conseguir que los dólares vengan. Dijimos en mayo:

«¿Qué implica 2017 para Macri? Casi todo: arribó al PEN con un Congreso desfavorable pero, más importante aún, es el examen que debe rendir frente a sus sponsors y posibles financistas offshore —entiéndase “financistas más allá de nuestras costas", ¿por qué deben ser siempre mal pensados?—. Es la sustentabilidad política en el tiempo la que daría “confianza" a los que harían “llover inversiones" —léase capitales de riesgo/golondrina— y no las “reglas claras de juego" que descuentan para un gobierno como el de Cambiemos, de restauración conservadora o, mirando ahora la región, pos-populista».

¿Qué dice Bloomberg ahora en “La nueva y mejorada Argentina es todavía un lugar complicado para invertir"?

«...De ocho managers de fondos de inversión consultados para este artículo, siete dijeron que están conteniendo/refrenando inversiones, principalmente por los controles pero también por la alta inflación y por la preocupación de que el tono pro-mercado pueda cambiar otra vez luego de las elecciones de medio término a fines de 2017...»

Paradoja cruel: lo que Macri necesita para ganar esas elecciones son, justamente, las inversiones que el mercado financiero solo quiere habilitar luego de que el gobierno gane las legislativas. O, por lo menos, que no resulte demasiado evidente que el peronismo está presto para reasumir en 2019. Dependerá, creemos también, si ese peronismo es el macrista—friendly (léase Massa/Urtubey) o, al decir de Prat Gay, uno que pueda referenciarse en un “desconocido de Santiago del Estero" (podemos leer como emergente del peronismo más territorial; no, no sueñen, ningún kirchnerista puro tiene chances, al menos evaluadas desde el presente).

Va la captura de la nota de Bloomberg. La tradujo tu vieja: