domingo, 24 de abril de 2016

Los interrogantes que plantea Brasil para la estabilidad política en la región

Brasíl, decíme qué se siénte
Que Témer quierá ser tú papá
Te júro que aunqué pasé'l impeáchment
Núnca nos vámos a olvidár
Que Cunhá te traicionó
Y el PMDB te abandonó
El PJ es más grande que el PT

Dos buenos artículos, hoy en LA NACION, hablan sobre la crisis política de Brasil. Crisis asentada, claro está, en una recesión económica que, junto al Lava Jato, crea las condiciones para el impeachment a Dilma y el intento por parte del establishment de hacer del Partido de los Trabajadores un recuerdo.

El texto de @MECasullo plantea tres interrogantes para las democracias sudamericanas: ¿Presidencialismo o Parlamentarismo?, ¿Coaliciones o Partidos? y ¿es más racional ser moderado o radical? Sobre esto último, dice: “Uno de los principios de fe del análisis político de la pasada década consistió en diferenciar entre los gobiernos de centroizquierda populistas y los gobiernos moderados o institucionalistas. Diversas notas sostenían que los gobiernos populistas privilegiaban el cortísimo plazo en lo económico y distribuían a mansalva, mientras que los gobiernos moderados privilegiaban la gobernabilidad de largo plazo con políticas más racionales, mayor crecimiento económico y el consenso no sólo de la sociedad política sino, crucialmente, de los sectores empresarios. Sin embargo, la realidad va en contra de esta dicotomía, al menos desde el punto de vista de los presidentes. Es cierto que Venezuela parece marchar rumbo a un colapso económico, pero la Bolivia de Evo Morales es un ejemplo de disciplina económica, con la inflación más baja de Sudamérica y con deuda tomada a una tasa del 6% en 2014; Ecuador también se ha mantenido estable económicamente. Mientras tanto, en Brasil el PT ha presidido sobre una recesión sin antecedentes y el empresariado brasileño accionó públicamente para su caída. Sin ir más lejos, el kirchnerismo argentino logró sobrevivir a varias coyunturas críticas y dejar el poder sin una crisis económica abierta. ¿Cuál será, mirando hacia adelante, el incentivo que tendrá un gobernante de centroizquierda para moderarse si, al fin y al cabo, esta moderación no parece conllevar de por sí mayores perspectivas de éxito?". Bien leída, resulta una advertencia también a los establishment regionales y globales: si la reacción a los gobiernos populares es tan virulenta y negociar con el empresariado no redunda en estabilidad política, ¿por qué no tensar la cuerda y señalar las Grietas? Claro, cada país presenta sus particularidades, y podemos decir a esta altura que el justo medio no se encuentra en el centro del arco planteado por la pregunta. Dos ejemplos de equilibrio —entre la radicalización que representa el chavismo y la moderación de Dilma y el PT— bien pueden ser las presidencias de Morales en Bolivia y Cristina Fernández en Argentina. Evo tuvo la muñeca política suficiente para rosquear con la medialuna oriental boliviana y CFK pudo comandar a la gran mayoría del peronismo hasta la finalización de su mandato.

De todos modos, estos procesos de destitución constitucionales o golpes institucionales consiguen un objetivo secundario al devaluar el valor del voto. Cuando la ecuación 1 persona = 1 voto no determina luego la estadía del representante seleccionado en el gobierno, la democracia que tanto costó conseguir en la región ve devaluado su sentido y la clase política toda entra en descrédito. La estabilidad institucional no puede ser sólo de aquellas instituciones que nos gustan, y las chances de Donald Trump en EE.UU. deberían fungir como advertencia suficiente.

La segunda pregunta de Casullo respecto a Coaliciones o Partidos parece responderse sola, visto el caso brasileño. Pero Facundo Cruz, también en LA NACION, pretende un giro de tuerca: no son las coaliciones —dice—, sino el modo de gestionarlas: “El problema de fondo radica en discutir los modelos de gestión de esos acuerdos entre partidos, es decir, el gobierno de la coalición antes que la coalición en sí misma". Y aunque desde un punto de vista peronista pueda parecer errado (“¡mejor un partido que las coaliciones! ¡Viva Perón, carajo!"), es también desde un punto de vista peronista (por lo pragmático) que lo apuntado por @facucruz tiene gran validez: los países con presidencialismo de coalición en la región, Chile y Brasil, no cuentan con un partido como el PJ, que puede mantenerse sólo en el poder, como demostró el último periodo de Cristina en el PEN. Para Brasil y Chile sólo queda surfear en la fragmentación de partidos para mantenerse arriba de la ola.

Esto último debería servir también para nuestro país, que se encuentra transitando el segundo gobierno de coalición de su historia democrática reciente (el primero, la Alianza, no dejó un buen recuerdo). Cambiemos y Macri deberían tomar buena nota de ello, y pensar que si tienen entre sus objetivos avanzar contra la lista sábana en la reforma electoral que planean (oh, la modernización), pueden estar favoreciendo el parlamentarismo de coalición antes que el presidencialismo que asegura —vaya paradoja— mayor estabilidad institucional.

lunes, 18 de abril de 2016

La oposición en tiempos de selfies

Podríamos decir también “la oposición en tiempos del macrismo” y hacer el paralelo con el cólera, aunque es poco decoroso reconocer que nos está pegando una cagada bárbara. Tracemos, sin embargo, un panorama de su oposición (aunque sea todavía temprano para prefigurar su reemplazo en 2019) desde los más a los menos macris… bah, tres carajos nos importa lo que estén haciendo Massa, Stolbizer o lo que resta de la oposición oficialista ahora, Urtubey incluido. Este último está realizando un pobre papel como figura decorativa de la gobernabilidad macrista. Un amigo me decía hace tiempo –y cúanta razón tenía– que si el gobernador salteño hubiera decidido hacer una oposición peronista y razonable, no hubieran tenido con qué darle en la interna del PJ. Pero en cambio eligió jugar a ser el Menem de Alfonsín; y no son pocos los peronistas que consideran que puede ser Menem post Alfonsín también. Es parte de su apuesta. Veremos, de todos modos, porque Macri tiene menos puntos de contacto con Raúl Ricardo que con Carlos Saúl (y dentro del radicalismo, lo unen más cuerdas con Eduardo Angeloz; si la comparación les parece poco adecuada, adviertan el color amarillo de Córdoba en noviembre2015 y cómo está afinando el lápiz rojo desde que asumió. Y vaya que Sí se puede: 127 mil despedidos en cuatro meses. Un verdadero triunfo político. Felicidades, Mauricio).

Vamos con lo interesante, que es la tensión remanente entre pejotismo y kirchnerismo ya que, creemos, allí se dirime la disyuntiva del proyecto antagónico al macrismo. Antes señalemos que quizás sea todavía temprano en tiempos políticos, aunque los tiempos electorales ya apremien a más de uno. Es por eso que los movimientos de cada actor tienden al bronceado de su persona bajo los reflectores de la atención social, que no es lo mismo que la mediática aunque se confundan. Así Massa y Stolbizer ensayan un despegue desde el filo-oficialismo, así Carrió fluctúa entre ser Lilita o Carrió, así Urtubey busca las tapas de las revistas del corazón. Cristina, Scioli y Gioja, Capitanich, piensan en otra pelea, aunque lo de CFK se parezca un poco más a la estrategia de los mencionados en la oración precedente. Tiempos de selfies.

La última novedad de la interna del PJ fue que no habrá internas. No es una novedad, claro, pero vistos los diferentes posicionamientos frente al macrismo por parte de los integrantes del ¿ex FpV? (¿Cristina lo sepultó con su propuesta de un Frente Ciudadano?), eran muchos los que imaginaban una interna para medir longitudes peneanas y dirimir el liderazgo. Eyaculadores precoces. Pragmáticamente, el PJ decidió privilegiar lo judicial –y entonces lo electoral– antes que promover una disputa de clivaje ideológico. La espada de Damocles de la intervención (no resuelta aún) puede servir en bandeja el instrumento electoral al macrismo para colocar a un interventor amigo –pienso en De la Sota– y, desde allí, el descalabro que imaginan: no sólo se llevarían la financiación electoral del partido sino que habilitarían la intervención de los PJ provinciales. Para 2017 y 2019 tendríamos entonces a la lista oficial del PJ compitiendo contra la de Manzur en Tucumán, para alegría de Cano o Amaya. En PBA, Cambiemos haría usufructo de dividir aún más al PJ bonaerense y Vidal ni siquiera necesitaría resucitar las botas de goma para zambullirse en algún charquito. Por si no queda claro, sin el Partido Justicialista podemos asegurar ocho años de macrismo y quizás más aún. Ah, ¿pero Cabandié dice que la gente no piensa en el PJ? Tiene razón, pero quizás él debería.

La otra novedad fue el llamado a la conformación de un Frente Ciudadano antimacrista por parte de Cristina, que contenga al PJ pero lo desborde. ¿Es novedad que la ex Presidenta pretenda saltear la intermediación pejotista y conservar su “jefatura”, sin licuarla en una mesa más horizontal? Not at all, podría tuitear @CFKArgentina. Pero existen dos problemas y una paradoja. La última es que CFK es aun la dirigente que puede alardear del mayor caudal electoral dentro del universo nacional y popular, pero que sin el concurso del peronismo de gobernadores e intendentes podría reeditar el derrotero de Menem en 2003. Dicho en términos arquitectónicos: es la que posee el piso más alto y el techo más bajo. Lo cual traduce también el incómodo lugar que deberían soportar quienes decidieran convivir en su espacio. Ese es el primer problema al que hacemos referencia: el peronismo no aceptará sin más reeditar la estructuración del FpV cuando Cristina no es ya la cabeza del PEN. Resultaría inconveniente, además, a los fines de supervivencia política de los peronismos provinciales. El otro problema es que el pejotismo tampoco puede prescindir de ella si pretende volver a ser partido de gobierno y no sufrir o retroceder más aún frente al macrismo, una perspectiva para nada descabellada.

Ateniéndonos a los párrafos precedentes, las novedades apuntadas carecen de novedad alguna: son el PJ y Cristina haciendo lo que el PJ y Cristina saben hacer. Pese a que alguien apuntó que Macri consiguió dividir el campo político desde su figura (o en la típica modalidad gobierno vs. oposición), acá creemos que el macrismo no puede difuminar a lo que ¿fue/es? el FpV en el collage del campo opositor sin su propio concurso. Es decir: el peronismo conserva su propia dinámica interna dentro de la oposición. No por nada Massa y Cristina, desde vertientes opuestas, ponen el ojo en la estructura y buscan negociar desde posiciones con poder de daño. De todos modos, el enchastre judicial del Partido demuestra la miopía estratégica que supieron perpetrar. Quizás estuvieran demasiado seguros del triunfo, no lo sabemos, pero es un error en el que no pueden reincidir: no cualquier indio que llegue, de cualquier modo, puede ganarle a Macri sólo porque Mauricio no está dejando cagada por cometer.

Para cerrar el panorama, señalamos que 2017 sólo podría ser definitivo para el macrismo: en caso de triunfo, se blinda de cara a 2019. Para el peronismo, para Cristina, para Scioli, Urtubey o Capitanich (acá descontamos a Massa: seguirá jugando para Macri como en 2015), 2017 es sólo una estación de paso con vistas a 2019. Solo entonces podrá resolverse la cuestión que tensiona en sobrevuelo al espacio: la del liderazgo vacante.

jueves, 7 de abril de 2016

Las elecciones de este domingo en Perú

Sí, ya se, están todos relocos con las cuentas offshore de Mauricio o con la detención de Lázaro y Jaime. Mientras, en nuestro país todo lo que no es relato tiene que ver con ajuste, despidos, aceleración inflacionaria, caída de la actividad y del consumo. Cambiamos. Por suerte, el gobierno de Macri es justo en la repartija de cargas y les quita por igual a todos: remedios a los jubilados, retenciones al campo, impuestos a los autos de alta ga... Ah, ya veo. Mala mía. Bueno, pero este domingo 10 de abril son las elecciones en la hermana república del Perú y en junio la segura segunda vuelta. Copiamos y pegamos tuits en lugar de elaborar un texto porque ya termina el ciclo del lavarropas y recién recuerdo que olvidé revisar los bolsillos de los vaqueros. ¿Ven que lavar guita es algo bastante común? Vamos con Perú:

viernes, 1 de abril de 2016

Junto con la ley cerrojo, ¿se derogaron el FpV y la luna de miel macrista?

Mientras los diarios del oficialismo celebran el triunfo de Macri, los simpatizantes oficialistas destacan la derrota del kirchnerismo (el antiperonismo los puede más) y el kirchnerismo de a pie se lame las heridas cazando traidores por Twitter, deben existir razones para explicarnos lo que ocurrió. ¿Hace falta aclarar que si pensamos que la consigna que definía el momento era “Patria o Buitres" no hace falta este post? Uno quiere suponer que no, pero entendemos la bronca de quienes simplifican una realidad más compleja porque compartimos el enojo: el país ingresará en un nuevo ciclo de endeudamiento y nada hace suponer que Macri tendrá la inteligencia para utilizarlo con fines productivos. Pero vamos por partes, como los buitres con la carroña.

¿Alguien dudaba de que el gobierno obtendría la derogación de la ley cerrojo? Aunque podemos leer análisis desgarrados por la traición del peronismo en el Senado, aquí creemos que era políticamente inviable aparecer bloqueando el único plan del gobierno recientemente elegido en la urnas. Todo se desprende de eso, así que lo consignamos:

1. La ley cerrojo cayó porque Macri ganó las elecciones.

Los senadores y el peronismo pagarán un costo político, pero será con seguridad menor al que pagarían poniendo palos en la rueda. Y es que la sociedad no politizada, allí donde el voto se define menos por cuestiones ideológicas que por el bolsillo, no tiene al tema buitres como una preocupación sino como algo que debe ser resuelto, como corresponde, por el gobierno, que para eso lo votamos, no para que nos rompa las bolas con cadenas nacionales y dólar. ¿Están locos? No: sólo no son como ustedes. El voto de 2015 buscó un nuevo tipo de orden: colocar el calefón en la cocina, el bidet en el baño y a la política un poco más lejos de la mesa familiar, adonde pretendió situarla el kirchnerismo.

Miremos ahora a los senadores del PJ ¿Podían acaso, luego de departir gratos momentos de confraternidad con sus respectivos gobernadores, votar por la negativa? Podían, ¿pero cuál era el incentivo para hacerlo? ¿Votar en contra hubiera solucionado las ahogadas cuentas provinciales? Me dirán —me dijeron:— “hay que pensar en la Patria". La Patria no paga los sueldos o evita que se incendien las provincias y Macri las intervenga. Las provincias necesitan al PEN porque también lo necesitaron durante el kirchnerismo. Entonces:

2. El peronismo en gestión no puede ser antes ideológico que pragmático; o no sería peronismo.

¿Significó esto un triunfo de Pichetto? No, Michelangelo también perdió, junto al peronismo en esta lose-lose situation que resultaba, aún así, el mal menor. Veamos. En 2001 el peronismo, en oposición al aliancismo, votó pero no votó la ley de Déficit Cero que, como buitre de entonces, exigía el FMI para continuar con sus desembolsos. Aportó al quórum y retiró a sus senadores de la votación, permitiendo a De la Rúa conseguir la aprobación. Si el peronismo hubiera contado con una conducción que permitiera negociar con el macrismo como un conjunto antes que por cuerdas separadas, podría haber aportado al quórum y las manos necesarias para derogar la ley preservándose de cara a la historia. En cambio, el número de voluntades positivas (54 a 16) traducen que:

3. Miguel Ángel Pichetto no conduce nada y, en cambio, es arrastrado por los vientos de la coyuntura.

Así, sin conducción, los peronistas del Senado terminaron siendo algo peor que traidores: fueron pelotudos. Pero ahondemos, porque es imposible leer el resultado sin atisbar también un mensaje a la interna del FpV. Más precisamente, al cristinismo sin responsabilidades de gestión que continúa pensando que el candidato era el proyecto. El proyecto perdió, junto con el candidato Scioli. Volver al punto 1.

El peronismo, de todos modos, se anotó un triunfo luego de aportar al triunfo macrista: la responsabilidad, de ahora en más, es puramente del gobierno. Es su plan y ya no podrá apelar a la pesada herencia o a la maldad intrínseca de todo lo que huela a peronismo o kirchnerismo. ¿Conseguirá colocar deuda? ¿A qué tasas? ¿Alcanzará? ¿Vendrá la lluvia de inversiones, nos inundarán los dólares? ¿Para qué se usarán? Son todas preguntas que deberá comenzar a responder el gobierno. De todos modos, no parece muy alentador el panorama, cuando su plan antiinflacionario se reduce a cercenar el consumo, incrementar la tasa de desempleo y controlar los precios vía exclusión. ¿Qué nos deja esto de cara al futuro?

Para el macrismo, un polvorín autoprovocado en el que, creemos, serán los estatales quienes liderarán los reclamos con mayor visibilidad social (para los excluidos del sistema sobran protocolos y balas). Para el peronismo, un mes complejo en el que deberá encontrar cómo conducir la regularización del partido o avenirse a la intervención judicial. Para nosotros, los de a pie, macristas, peronistas, radicales o socialistas de Alicia Moreau de Justo, un futuro con deterioro del poder adquisitivo y reducción del consumo vía incremento de tarifas e inflación. Bienaventurados los buitres, porque de ellos es el reino de los cielos. Por lo menos, los nacionales.