¿Qué se puede decir que no haya sido dicho a dos semanas de concurrir a las escuelas para votar? Veamos lo dicho entonces, pero intentemos profundizar.
Scioli gana el 25 de octubre. ¿Será presidente en primera vuelta? Casi todas las encuestas, incluso la de Poliarquía hoy en LA NACION, lo dan ganador si los márgenes de error favorecen al FpV y no así a Macri. Lo dijimos: el voto se encuentra estabilizado en compartimientos prácticamente estancos. Lo cual resulta un problema para DOS pero uno mayor aun para Cambiemos: la evolución post PASO indica que no hubo traslado de “voto útil" hacia el segundo, lo cual puede constituir un adelanto importante de lo que podría ocurrir en caso de una segunda vuelta electoral. Dicho de otro modo: no es tan voluminoso el antikirchnerismo (como lo creían los think tanks opositores) y se reparte entre Macri y en menor medida Massa. El antiperonismo duro, por su parte, parece también haber alcanzado su techo con el casi 30% de Cambiemos (pero Poliarquía parece advertir que es aún menor). Estos datos son los que llevan a figuras comprometidas con la oposición, pero que no comen vidrio, a decir que Scioli ya ganó.
En este blog preferimos ser más cautos, aunque fuimos los primeros en sostener públicamente que el FpV también tenía chances de triunfar en ballotage cuando todos sostenían lo contrario.
Esto vendría a certificar que, en caso de segunda vuelta, muchos votos del massismo, del cordobesismo, migrarían a Scioli. Pero también existe un voto antineoliberal —o antiMacri en esta circunstancia histórica— que explica en parte por qué no creció Cambiemos desde las PASO (ya apuntamos que el caso Niembro es pobre como razón, y que antes actuó como un stop o lomo de burro en el camino de la campaña amarilla.
Sirvieron también los resultados de las PASO y la evolución posterior de los números de las encuestas para certificar que el kirchnerismo no chocó el barco y los pronósticos catastróficos del arco opositor más antiK restó verosimilitud a sus diagnósticos y propuestas posteriores. Perdió de este modo Macri. También que el peronismo había comprendido los desafíos de la hora, y como un sistema mismo, tendería hacia la homeostasis y no se dejaría barrer sin más. Poco de vegetal y más de animal en dicha actitud. Perdió así Massa, quien además comprendió a poco de triunfar en 2013 que debía republicanizar su discurso pues el quiebre con el kirchnerismo supuso también un quiebre con el peronismo.
Como advirtieron muchos ya, fue Scioli quien cometió menos errores en esta carrera electoral. Macri sumó más errores no forzados y Massa de ambos, forzados y no. Es justo reconocer también que pese al deseo de todo el arco opositor —la prensa, fundamentalmente—, el kirchnerismo duro, pese a sus prevenciones, jugó a ganar con Scioli antes que perder como campeones morales. Cristina ha dado una prueba concreta más de su finísima lectura de lo que la trascendencia histórica implica: aun cuando no se tratara de una continuidad pura, Argentina necesitaba prolongar un ciclo en el tiempo más allá de lo que fueron el menemismo o el propio kirchnerismo. Ni más ni menos que lo que propone la campaña: que no sea volver a empezar, para hacer a la estabilidad económica cortando las clásicas crisis cíclicas nacionales, pero también a la estabilidad política, cuando ha sido el peronismo el único sobreviviente de la crisis de representación de 2001. El no peronismo necesita todavía tiempo para estar en condiciones, alguna vez, de ganar pero también mantenerse en el poder.
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