Damos inicios a estos quinchos folclóricos y autóctonos con el relato de un asado que comí ayer en el cerro, mientras me cagaba un poco de calor y no tenía más que una gaseosa caliente para regarlo. Los problemas de no tener conservadora. Cero política, todo vacío, entraña, chinchulines y una morcilla vasca que tenía más nueces que las que rompía Tchaikovsky (la cita de autoridad necesaria, no hubiera sido lo mismo citar Nueces para el Amor). El superclásico que ganó merecidamente River fue el tópico principal, por supuesto, pero no lo será de este panorama interno tucumano. Dejemos de joder y vamos.
Las internas provinciales no suelen interesar a nadie más que a los directos involucrados y al pequeño subgrupo –humanoide (!)– de quienes nos preocupamos por lo político, por tal motivo raramente alcanzan estado en el interés público. Claro, a excepción de que sean rubricadas a balazos, piñas o su versión más civilizada: una guerra dialéctica desembozada a través de los medios. Las primeras dos excepciones no forman parte del caso tucumano, por suerte, pero existe desde hace tiempo una guerra de declaraciones cruzadas entre el alperovichismo y el amayismo. El PJ tucumano nunca fue un órgano sin discrepancias internas, pero siempre resultó más o menos claro quién conducía. Las crónicas periodísticas provinciales recordarán los enfrentamientos entre Olijela Rivas y Julio Miranda o, más cerca en el tiempo, el desafío de Fernando Juri, vicegobernador, a su compañero de fórmula y gobernador, José Alperovich. Esta última batalla vio su fin cuando Beatriz Rojkés se quedó con la presidencia del PJ provincial, relegando al ala jurista a un testimonialismo que hoy prácticamente se agota en el mismo Juri.
La imposibilidad de una re-reelección para el actual gobernador desató las fuerzas que antes podían marchar unificadas bajo el paraguas de Alperovich encabezando una boleta. Así, las corrientes internas fueron recibiendo nombre bautismal: alperovichistas, bettistas, manzuristas, jaldistas. El amayismo no fue nunca parte del dispositivo referenciado en el gobernador, y fue en cambio tributario del “municipalismo” que practicó desde sus inicios el kirchnerismo para inhabilitar la musculación de una Liga de Gobernadores que lo desafiara. Tan exitoso que dio lugar a la emergencia de la Liga de Intendentes de la PBA. Pero retornemos al presente y al ámbito local.
No fue difícil para cualquier interesado seguir el devenir de estas internas a través de los diarios tucumanos, particularmente La Gaceta. Hoy es prácticamente un hecho que la fórmula del oficialismo será Juan Manzur-Osvaldo Jaldo. El desafío proviene, claro, del sector liderado por el intendente capitalino, Domingo Amaya, quien también aspira al Sillón de Lucas Córdoba, acompañado por su secretario de gobierno, Germán Alfaro. La incógnita es si lo hará compitiendo por dentro del peronismo o por afuera y sólo para ejercer su poder de daño. Pretende terciar en esta disputa, como un modo de posicionarse, el secretario de Obras Públicas de la Nación, el tucumano José López. Hacia arriba, Manzur y Jaldo tuvieron junto a Alperovich su baño iniciático de sciolismo explícito, con fe, trabajo, esperanza y poniendo siempre el hombro. Amaya, por su parte, recibió recientemente a Randazzo, a modo de castigo al gobernador. Pero es abajo y localmente por donde transcurren los tironeos más importantes, con los distintos lugares de las listas en el horizonte. Como candidato a intendente capitalino, Alperovich seleccionó a su ministro de Salud, Pablo Yedlin, en una apuesta que desde aquí no consideramos la más pagadora. Claro, el radicalismo provincial considera probable tomar por las urnas la casa de gobierno, pero ve aún más cerca la posibilidad de la intendencia capitalina (y la de Yerba Buena) debido a los resultados obtenidos en las elecciones legislativas 2013.
En el radicalismo tucumano las cosas parecen más simples: no pone nada en juego en 2013 y lo que consiga será ganancia. José Cano encolumna a toda la estructura de la UCR y también al resto de vertientes republicanas: en Tucumán supo sobrevivir aquel experimento de 2009 denominado Acuerdo Cívico y Social. Fue muy comentada a nivel nacional, sabemos, su foto con Sergio Massa, que no incluyó cláusula alguna para formar una estructura que incorpore al Frente Renovador. Acuerdo cupular, entonces, que no movió el amperímetro del voto para Cano en Tucumán o para Massa a nivel nacional. La apuesta, claro, es otra. Como señalamos con anterioridad, el acuerdo se reduce a que Massa no divida el voto opositor, complicando a Cano para que luego, en retorno, el radicalismo provincial se vuelque hacia Massa en un hipotético ballotage. Aquí descreemos de los acuerdos cupulares tanto como del clientelismo vía bolsón, pero no faltarán quienes crean que de eso se trata hacer política. Para la capital provincial, el radicalismo se debate entre apoyar a la candidata que salió con fuerza a hacer campaña publicitaria, Silvia Elías de Pérez, o al más tradicional e histórico Federico Romano Norri, que bolacea con un Mapa del Delito como el del colorado De Narváez. Ninguno está plenamente instalado, entonces sus posibilidades hablan claramente de un voto antiperonista, muy educado (!) y antibolsonero, de grandes centros urbanos, que en buena medida hace todavía del radicalismo una persistencia –también– en el NOA.
El resto de las fuerzas provinciales son netamente testimoniales. Fuerza Republicana, emprendimiento familiar de los Bussi, se encuentra reducida a sus mínimos históricos y usufructuando el discurso de seguridad en el recuerdo del Bussi padre gobernador de facto durante la Dictadura. El PRO de Mauricio Macri cuenta con cierta inserción, mínima, y en el pasado ha jugado junto al ACyS. No creemos que vaya a ser ese el caso en los próximos comicios. La izquierda tucumana no saborea las mieles de las que gozó recientemente en la ciudad de Salta, antes por una defección del radicalismo salteño –creemos– que por un reverdecer de la conciencia clasista, más difícil aún dentro de la clase media urbana de una capital de provincia.
Finalizamos estos quinchos tucumanos, como es costumbre, con un chiste (!).
Discutían acaloradamente un tucumano y un santiagueño acerca de sus respectivos pueblos. El tucumano dice:
–Donde vivíh’ e’ una mierda horrible, primo. Un calor e’pantoso y ni siquiera a’falto tení.
–Claro que tenemoss asssfalto, gato hijo e’ puta.
–¿Adónde, que no se lo veí’?
–¡Debajo de la tierra, para que no sse lo afanen loss tucumanoss gatosss!
domingo, 30 de noviembre de 2014
domingo, 16 de noviembre de 2014
Encuesta nacional de Bacman: FpV, PRO, FR y FAUnen
Leemos en P/12 la última encuesta de CEOP (1085 personas entrevistadas de todo el país, en los últimos días de octubre): FpV 33,7%; PRO 18,1%; FR 15,5% y FAUnen 12%. Sabemos que difícilmente una encuesta hubiera arrojado estos valores en octubre del año pasad… Pará, ¿sabemos? Si observamos los números nacionales de las legislativas/2013 veremos que para Senadores éstos resultaron así: FpV 32,13%; PRO 14,23%; UNEN 10,04% y FC(SdeE) 4,37%. Para Diputados: FpV y aliados 33,15%; UCR, PS y aliados 21,38%; FR y aliados: 17,03% y PRO y aliados 9%.
Entonces, ¿son tan sorpresivos los porcentajes de CEOP (Bacman)? Un par de apuntes apresurados nos permitirían algunas herejías: 1) los humores sociales están bastante más a salvo del bombardeo mediático que lo que el kirchnerismo duro querría reconocer. 2) la situación económica, complicada por inflación, restricción externa, recesión, presión devaluatoria vía dólar blue, no es percibida como algo terminal ni mucho menos. De otro modo los resultados y las campañas de todos los aspirantes serían muy distintas. 3) el desangre del republicanismo tradicional (UCR+PS+CC) a manos del PRO y el FR permite comprender las fotos del radicalismo con el PRO o el FR en las provincias (nuestra evaluación sigue siendo la misma: no implican armados. Es fotopolítica y no movió votos). 4) lo anterior certifica que FAUnen, PRO y FR disputan el mismo electorado (y de ahí los espasmos republicanos del massismo, el ataque furibundo de Carrió a Massa y el intento de Macri por seguir siendo una tercera vía pura). 5) la estrella de las pasadas legislativas, Sergio Massa, no pudo capitalizar más allá de octubre su triunfo en PBA: ni garrochismo ni postkirchnerismo.
Pero retornemos a Bacman. Sabemos que toda encuesta es una foto y que todo encuestador tiene un empleador, pero hace trampa el de CEOP. Un poquito, al menos, cuando advierte que “…dado que el PRO o el Frente Renovador son todavía marcas poco conocidas, la encuesta se hizo preguntando por el PRO de Mauricio Macri o el FR de Sergio Massa…”. Traducido, la encuesta arroja números para el FpV como conjunto, sin personalizar, y para Macri y Massa como candidatos. Artilugio válido, porque permite una aproximación más ajustada a la realidad del voto que –debemos reconocer– aún debe estar lejos de definiciones terminantes (el casi 16% del NS/NC es botón suficiente). Preguntar por el PRO o el FR hubiera arrojado quizás datos más desalentadores para esas fuerzas. Son las ventajas y desventajas de los partidos unipersonales: tienen candidato puesto y, a la vez, no poseen la ventaja de unas PASO que generen expectativa.
Se entiende bajo ese cristal la evaluación de Bacman: “...al FpV le conviene tener unas PASO porque todos los candidatos tienen votos para aportar. Tanto Scioli, como Randazzo, Sergio Urribarri, Agustín Rossi o Jorge Taiana. Sería muy importante para el FpV la competencia que tire hacia arriba la intención de voto…”. Entonces, si bien coincido en todo lo demás que marca el encuestador (cómo se vota en una presidencial, la potencia de la marca PJ-FpV y lo referido a gobernabilidad), no estoy de acuerdo con esa evaluación. Y aquí retornamos al debate bloguero de la semana anterior: ¿cuál sería la mejor estrategia para el FpV? ¿PASO, lista de unidad, polarización? Mi humilde evaluación es que las PASO sólo serían un lastre si disminuyeran la intención de voto del espacio y de quien se perfila en punta, hoy Scioli. Si en cambio ambos porcentajes se mantuvieran, unas PASO no sólo serían deseables sino que potenciarían a ambos, PJ-FpV y el candidato que de ellas emergiera. Pero unas ordenadas, en la que los precandidatos fueran un par y no legión, porque hay que cuidar al de arriba, pero también a los de abajo. La pregunta sería: ¿aportaría que hubiera más de un candidato para expresar al núcleo duro kirchnerista? La polarización se daría luego en las generales, ordenando el voto K – anti K. Aquí comprendemos contraproducente trasladar esa polarización al interior del dispositivo oficialista, cuando sólo la unidad del espacio daría soporte a la especulación de Bacman: “…si se descartan los no sabe/no contesta, el porcentaje trepa al 40 por ciento. O sea que la posibilidad de ganar en primera vuelta está…”. Es dable pensar, claro, que ese 16% puede inclinarse en mayor medida hacia el carril de la oposición, así como también que en una hipotética segunda vuelta el resto de las fuerzas podrían funcionar como colectoras del candidato opositor. Como vemos, todo puede pasar, incluso que el PJ-FpV se alce con el triunfo en primera vuelta.
lunes, 10 de noviembre de 2014
El debate del FpV hacia 2015: ¿polarización o… sciolización?
Los blogs han muerto, viva Twitter –dicen–, pero en la semana que pasó Artemio, Abel Fernández, Ezequiel Meler y Manolo se empeñaron en desoír esa sentencia. Sigan con twitter, señores: sí, viraliza mejor; sí, es más efectivo para el punch; sí, qué piola (?), pero no es la espuma de la espuma para sostener razones que vayan más allá del “…y tu vieja en calzones”. El debate bloguero al que hacemos referencia giró en torno a las posibles estrategias del FpV hacia 2015. Polarizar o no polarizar, kirchnerizar o peronizar, Scioli sí o el manco hijo de mil puta no. Rápidamente se circunscribió al último tópico, debemos lamentar, pero lanzados al ruedo por Abel –que enloda a este humilde servidor en el barro de la heterodoxia o el librepensadorismo (!) realpolitikero– nos sentimos impelidos a intervenir.
Un apunte lateral para empezar y que el kirchnerista emocional se golpee la cabeza contra la pared como yo cuando suspenden un partido de River: todos hablan de Scioli. Puntito inteligente para el sciolismo. Ahora, por favor, lloren. Pero no se enojen con este bloguero de narcisismo hipertrofiado, porque ya habíamos advertido que era la propia cúpula kirchnerista la que hacía lo posible por evitar la emergencia de cualquier liderazgo que pudiera fungir como heredero. Hay mérito de Scioli, pero es antes esa la razón por la cual hoy está en pole dentro del FpV y es el único que visita provincias con el traje de candidato (aunque Taiana y Rossi estuvieron el viernes en el Chaco de Capitanich).
¿Es Scioli un fatalismo? Y, no lo sería si en 2015 crecemos al 8%... Pero vamos por partes.
¿Polarizar o no polarizar? La tesis de Artemio se sostiene algo así: Cristina es dueña de los votos del FpV. El FpV tiene un piso del 33%. Entonces polarizar, en su acepción, implica que el candidato del espacio debe ser K puro para que CFK pueda efectivamente trasladarle el total de “sus” votos. Aquí ya habíamos criticado la hipótesis del piso porque, les guste a los salvajes unitarios o no, los peronismos provinciales cuentan votos propios. Politics 101: es la coalición que uno es capaz de ensamblar la que tributa la totalidad de los votos. De otro modo no serían necesarios los partidos, las alianzas, la transversalidad, la concertación plural… el peronismo. Y esa, estimados, es en realidad la tesis del PRO de Durán Barba y Macri.
Por si lo anterior fuera poco, desde su primer desliz apresurado acerca de la manera de encarar la negociación con Griesa y los buitres, Scioli comprendió que en esta etapa debía asegurar los votos del espacio FpV, asumiendo sin beneficio de inventario el discurso y praxis del oficialismo. El propio kirchnerismo colaboró para hacer esto posible, alvearizándose respecto a su etapa cuasi dogmática circa el 54%. Claro, esto no fue tanto un logro de Scioli como una consecuencia del desafío Massa2013 y un saludable retorno a una visión más realpolitikera que voluntarista-ideológica.
–Pero, ‘pará un cachito, ¿y entonces… polarizamos o no?
Una reflexión más para terminar: es poco más que extraño que sea el kirchnerismo, de corte tan centralista en su conducción y concentrado en el puerto, el espacio que tiene una visión más federal del país. Es más extraño aún que Scioli, gobernador de la PBA, aparezca como el más federal de los tres candidatos que hoy danzan al tope de las encuestas. Aún para un cripto-sciolista de bajas calorías como este bloguero.
Un apunte lateral para empezar y que el kirchnerista emocional se golpee la cabeza contra la pared como yo cuando suspenden un partido de River: todos hablan de Scioli. Puntito inteligente para el sciolismo. Ahora, por favor, lloren. Pero no se enojen con este bloguero de narcisismo hipertrofiado, porque ya habíamos advertido que era la propia cúpula kirchnerista la que hacía lo posible por evitar la emergencia de cualquier liderazgo que pudiera fungir como heredero. Hay mérito de Scioli, pero es antes esa la razón por la cual hoy está en pole dentro del FpV y es el único que visita provincias con el traje de candidato (aunque Taiana y Rossi estuvieron el viernes en el Chaco de Capitanich).
¿Es Scioli un fatalismo? Y, no lo sería si en 2015 crecemos al 8%... Pero vamos por partes.
¿Polarizar o no polarizar? La tesis de Artemio se sostiene algo así: Cristina es dueña de los votos del FpV. El FpV tiene un piso del 33%. Entonces polarizar, en su acepción, implica que el candidato del espacio debe ser K puro para que CFK pueda efectivamente trasladarle el total de “sus” votos. Aquí ya habíamos criticado la hipótesis del piso porque, les guste a los salvajes unitarios o no, los peronismos provinciales cuentan votos propios. Politics 101: es la coalición que uno es capaz de ensamblar la que tributa la totalidad de los votos. De otro modo no serían necesarios los partidos, las alianzas, la transversalidad, la concertación plural… el peronismo. Y esa, estimados, es en realidad la tesis del PRO de Durán Barba y Macri.
Por si lo anterior fuera poco, desde su primer desliz apresurado acerca de la manera de encarar la negociación con Griesa y los buitres, Scioli comprendió que en esta etapa debía asegurar los votos del espacio FpV, asumiendo sin beneficio de inventario el discurso y praxis del oficialismo. El propio kirchnerismo colaboró para hacer esto posible, alvearizándose respecto a su etapa cuasi dogmática circa el 54%. Claro, esto no fue tanto un logro de Scioli como una consecuencia del desafío Massa2013 y un saludable retorno a una visión más realpolitikera que voluntarista-ideológica.
–Pero, ‘pará un cachito, ¿y entonces… polarizamos o no?
–Ya vamos, aguantame. ¿Qué sería kirchnerizar o peronizar la campaña? Esto me parece más importante que plantear una polarización, ya que ésta será una consecuencia inevitable del devenir de estos años y más aún desde 2008. Al asumir el discurso más K, Scioli comprende que el eje del debate es aún oficialismo-oposición, que equivale a kirchnerismo sí o no. Y aquellas encuestas de hace unas semanas daban cuenta de que el ánimo social va más por el lado de la continuidad con cambios que de su espejo, los cambios con continuidades que Macri y Massa se apresuraron a revivir, en un intento de caprilización que habían abandonado, obligados en parte por la disputa que sostienen entre sí por el espacio de representación opositora.
–¡Qué manera de dar vueltas, macho! E’ corta la bocha: ¿kirchnerizamos o peronizamos?
–Bueno, depende de lo que entendamos por eso. ¿Kirchnerizar es plebiscitar los 12 años desde 2003? ¿Plantear sólo continuidades sin cambios? Entonces peronicemos, porque –como dijimos– lo anterior será consecuencia inevitable de estos años batalla cultural, y además –dato para nada menor– no es posible plebiscitar sin Cristina en la boleta. ¿Peronizar implica entonces cambio? No necesariamente, pero sí abre la compuerta de plantear futuro. Profundizar sí, pero el tema es cómo. El para qué, en cambio, implica peronismo y kirchnerismo en dosis iguales porque el último es el avatar actual del primero: empleo, salario, defensa del mercado interno. Tender hacia la justicia social, para resumir. Sólo el sciolismo y el Mov. Evita están mirando hacia adelante, pero cualquiera sea el candidato del FpV no debe hacer sino lo que viene advirtiendo Taiana: plantear una agenda de futuro (y habla de reforma tributaria, algo fundamental). En la acepción naranja esto vendría a ser algo así como “tuvimos crecimiento, ahora tengamos desarrollo”. ¿Desarrollo es eso que puso recientemente a Dilma al borde del knock-out: servicios públicos, salud, educación, transporte, infraestructura? Ojalá. Las demandas de segunda generación le ganan por goleada a la demanda por darle bronce al kirchnerismo, sobre todo porque el kirchnerismo mismo las generó, al modo en que explicaba Huntington. El presente es duro y muchas veces injusto, esperemos que la Historia no lo sea. Si no la escribe Luis A. Romero, puede ser. Pero vayamos cerrando este razonamiento antitwittero…
–Ah, ¿ahora se pone divertido?
–¡Claro!
–Era irónico lo mío…
–(…). No importa. La tesis de este blog, desde hace un buen tiempo (puede remontarse a los tiempos del quiebre con Moyano), es que estrechar los límites de la coalición que da soporte al oficialismo no hace a la posibilidad de desarrollar un programa de gobierno. Luego del 54% vimos que no alcanza con el PEN + Congreso porque lo formal de la democracia termina allí pero la sociedad es más ancha (en razón de esos poderes que no se someten a las urnas). El quiebre del peronismo en la PBA el año pasado agregó un condimento más a lo anterior, disgregando aún más el poder, lo que sólo puede derivar en un gobierno post kirchnerista más débil, cualquiera sea su signo político. Por lo tanto, la respuesta cae de madura: es necesario ensanchar el sistema de alianzas. La teoría de Artemio es funcional a mantener el poder hasta 2015, pero no para reproducirlo hacia 2016. Por si hiciera falta un ejemplo –éste de política económica–, el modo en que el oficialismo paró el último intento de corrida y presión por devaluación: la emisión de uno (o dos) bonos dollar-linked (lo que además da por tierra aquello de que son los pequeños ahorristas los que generan la brecha entre el dólar oficial y el blue).
–¡Qué manera de dar vueltas, macho! E’ corta la bocha: ¿kirchnerizamos o peronizamos?
–Bueno, depende de lo que entendamos por eso. ¿Kirchnerizar es plebiscitar los 12 años desde 2003? ¿Plantear sólo continuidades sin cambios? Entonces peronicemos, porque –como dijimos– lo anterior será consecuencia inevitable de estos años batalla cultural, y además –dato para nada menor– no es posible plebiscitar sin Cristina en la boleta. ¿Peronizar implica entonces cambio? No necesariamente, pero sí abre la compuerta de plantear futuro. Profundizar sí, pero el tema es cómo. El para qué, en cambio, implica peronismo y kirchnerismo en dosis iguales porque el último es el avatar actual del primero: empleo, salario, defensa del mercado interno. Tender hacia la justicia social, para resumir. Sólo el sciolismo y el Mov. Evita están mirando hacia adelante, pero cualquiera sea el candidato del FpV no debe hacer sino lo que viene advirtiendo Taiana: plantear una agenda de futuro (y habla de reforma tributaria, algo fundamental). En la acepción naranja esto vendría a ser algo así como “tuvimos crecimiento, ahora tengamos desarrollo”. ¿Desarrollo es eso que puso recientemente a Dilma al borde del knock-out: servicios públicos, salud, educación, transporte, infraestructura? Ojalá. Las demandas de segunda generación le ganan por goleada a la demanda por darle bronce al kirchnerismo, sobre todo porque el kirchnerismo mismo las generó, al modo en que explicaba Huntington. El presente es duro y muchas veces injusto, esperemos que la Historia no lo sea. Si no la escribe Luis A. Romero, puede ser. Pero vayamos cerrando este razonamiento antitwittero…
–Ah, ¿ahora se pone divertido?
–¡Claro!
–Era irónico lo mío…
–(…). No importa. La tesis de este blog, desde hace un buen tiempo (puede remontarse a los tiempos del quiebre con Moyano), es que estrechar los límites de la coalición que da soporte al oficialismo no hace a la posibilidad de desarrollar un programa de gobierno. Luego del 54% vimos que no alcanza con el PEN + Congreso porque lo formal de la democracia termina allí pero la sociedad es más ancha (en razón de esos poderes que no se someten a las urnas). El quiebre del peronismo en la PBA el año pasado agregó un condimento más a lo anterior, disgregando aún más el poder, lo que sólo puede derivar en un gobierno post kirchnerista más débil, cualquiera sea su signo político. Por lo tanto, la respuesta cae de madura: es necesario ensanchar el sistema de alianzas. La teoría de Artemio es funcional a mantener el poder hasta 2015, pero no para reproducirlo hacia 2016. Por si hiciera falta un ejemplo –éste de política económica–, el modo en que el oficialismo paró el último intento de corrida y presión por devaluación: la emisión de uno (o dos) bonos dollar-linked (lo que además da por tierra aquello de que son los pequeños ahorristas los que generan la brecha entre el dólar oficial y el blue).
Una reflexión más para terminar: es poco más que extraño que sea el kirchnerismo, de corte tan centralista en su conducción y concentrado en el puerto, el espacio que tiene una visión más federal del país. Es más extraño aún que Scioli, gobernador de la PBA, aparezca como el más federal de los tres candidatos que hoy danzan al tope de las encuestas. Aún para un cripto-sciolista de bajas calorías como este bloguero.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Elecciones legislativas en EE.UU.: Obama lame duck (o lame black swan)
Los demócratas siempre me impresionaron como nuestros boinas blancas, timoratos y tan citadinos; los republicanos, en cambio, ostentan ese ansia de poder que los emparenta a nuestro peronismo. También en los modos el paralelismo garpa, aunque el bipartidismo yanqui tiene mucho del gerenciamiento de la política que Horowicz llamó democracia de la derrota. ¿Se pueden trazar más paralelos? El GOP tiene algo de peronismo en la base de su composición social... si EE.UU. no fuera un país de inmigración, ya que latinos y afroameri... y negros, bah, suelen optar por los demócratas (auque las últimas elecciones vienen mostrando que ese postulado puede ser puesto en duda). Es más complicado, claro, pero los demócratas hacen pie en las grandes urbes y los republicanos son más fuertes en los estados conservadores, sobre todo los del cinturón bíblico. En términos económicos ambos son liberales, aunque los demócratas tendrían un poquitín más de sensibilidad social y menos cariño por las reaganomics. Pero todo esto es una descripción superficial introductoria a dos notas que explican bastante acabadamente la paliza que los republicanos le propinaron al partido Demócrata en las legislativas nacionales/ejecutivas estaduales de ayer. El primero es un análisis previo que por su nivel de aciertos bien podría haber sido escrito con los resultados puestos. El segundo es del NYT y tiene un dejo de nostalgia por los tiempos de Obama que podrían haber sido y no fueron. Ahora que lo pienso, un poco como todo el mundo, hasta los muchachos que votan los Nobeles. No es el caso de este blog, claro, que hubiera votado (!) por Hillary en la interna, ante la presunción de que podría ser una presidenta más fuerte que el hawaiiano musulmán y marxista. ¿Debido al origen sureño de la carrera política de los Clinton en Arkansas? ¿A causa de la pelea que sostuvieron cuando el impeachment? ¿O sería que Barack impresionaba como una copia de presidente hollywoodense interpretado por Morgan Freeman, bueno hasta el hartazgo? En fin, basta de divague.
El análisis previo nos presenta un mapa de situación que debería haber jugado en favor de los demócratas: “…Hace seis años, cuando Obama ganó la presidencia y el partido ganó el control de las dos cámaras del Congreso, la tasa de paro rozaba el 11%, el déficit federal iba camino del 10% del PIB, el sistema financiero se hundía, la economía se contraía a un 8% anual (…). Seis años después el paro está por debajo del 6%, el déficit por debajo del 3%, los bancos son estables y tienen un sistema regulatorio completamente nuevo, la economía crece por encima del 3% (y lleva años de expansión continua) (…) el partido aprobó la mayor expansión del estado de bienestar americano desde los años sesenta (la reforma de la sanidad) y los salarios finalmente están empezando a repuntar (…) los resultados de los últimos seis años dan para estar orgullosos… pero los demócratas van a perder estas elecciones horriblemente de todos modos…
…la campaña de Obama y el partido demócrata ha sido bastante vergonzosa. El presidente es bastante impopular, en no poca medida porque ha sido incapaz de vender sus éxitos, y el su partido en vez de plantarse y decir que las cosas van bien se ha pasado los últimos meses haciendo lo que saben hacer mejor, esconderse para que los republicanos no les peguen. La campaña del GOP, mientras tanto, ha sido peculiar: quejarse que Washington no funciona (en no poca medida por su culpa), decir que la Casa Blanca está llena de inútiles que no han conseguido detener la epidemia de ébola en Estados Unidos (que no existe), decir que ISIS va a dominar el mundo de forma inminente (no) y prometer que van a bajar impuestos (eso siempre)…”.
Bueno, he ahí un link más entre los demócratas y nuestra UCR en el poder (y –ay– con el kirchnerismo en modelo 2012/2013): los problemas de comunicación. What we´ve got here is failure to comunicate. Some men we just can reach… En fin, debe ser más profundo, y quizás se encuentre ligado a un problema de autoridad o a la incapacidad para liderar en un momento determinado. Nothing is for ever, cantaba Rudolph Páez. Un exceso de consensualismo, de diálogo, ejecutado conscientemente por Obama desde el inicio de su primer mandato. El análisis de Roger Senserrich continúa y volveremos a él para cerrar. Vamos con el análisis post electoral de Ross Douthat, bloguero (!) del NYT. Pinta el panorama para el Great Ol' Party luego de los comicios: “..Control del Senado, victorias fáciles en estados en los que se corrían carreras empatadas y victorias aún más fáciles en estados republicanos, un final para comerse las uñas en Virgina y una victoria inesperada en Carolina del Norte (…) baste decir que lo que esta noche vimos aparecer no encaja fácilmente en los modelos que vienen siendo aplicados para analizar la política norteamericana –modelos que permitieron prever una buena performance republicana pero no una tan buena, esta barrida tan geográficamente extendida. Bajo esta luz, estos resultados refutan implícitamente la escuela de análisis y estrategia “el pasado es prólogo” que observa tendencias existentes y asume que éstas pueden sólo continuar, que estudia estrategias ganadoras y asume que pueden repetirse a perpetuidad...
…En este caso, lo que fue sobrestimado y juzgado erróneamente fue la efectividad del plano (blueprint en el original) demócrata de 2012, con su atractivo de cuestiones sociales y selección de votantes target ligados a la tecnología que se suponía funcionaban en tándem con tendencias demográficas para cementar una nueva coalición socialmente liberal y multicultural que hiciera insostenible la posición del GOP, obligándolo a un reboot ideológico (…) Por el contrario, los políticos republicanos y su partido se las arreglaron para adaptarse, y –como suele suceder– cuestiones que resonaban en un contexto político determinado aparecen como menos importantes que los fundamentals en otro contexto…”. Douthat parece demasiado pesimista, pero termina al estilo de los panfletos de izquierda, en los que cualquier situación es en realidad una oportunidad para el advenimiento de la revolución del proletariado. Dice: “…es una elección, es una legislativa, la estructura de las fuerzas sociales todavía pintan bien para los demócratas y su coalición presidencial puede ser reensamblada por Ella (¿Hillary?) en 2016…”.
Debo advertir aquí que no considero equivocado el razonamiento: esta derrota no implica per se un triunfo republicano en 2016. Lo que sí, no creo que todo pueda atribuirse a la (mala) imagen poco ejecutiva que actualmente presenta Obama. Recapitulemos: elecciones ejecutivas 2008 ganadas por los demócratas, legislativas 2010 por los republicanos, ejecutivas de 2012 para los demócratas y las elecciones de medio término de ayer nuevamente para los republicanos. Obama fue lame duck (pato rengo) o lame black swan (cisne negro rengo) desde 2010 por mérito republicano y desde 2008 por responsabilidad propia debido a su espíritu pactista/conciliador. Su aporte más reformista fue la Health Care y pasó lavadísima por el tamiz del GOP. Aun así pudo revalidar su primer mandato. Pero adelantamos que volveríamos con Senserrich para finalizar. Coincidimos ampliamente cuando el analista sostiene: “…el mejor predictor de voto en las presidenciales es cómo va la economía, en las legislativas sin embargo es la popularidad del presidente (…) la valoración del jefe del ejecutivo tiene poco que ver con los resultados económicos (…) y mucho con cosas más generales como imagen de competencia, el nivel de rencor partidista en Washington, crisis fuera del control del gobierno pero que son vistas como su responsabilidad igual (…). Los medios leerán grandes mensajes en los resultados del martes, pero la realidad seguirá siendo la misma: Estados Unidos va (bastante bien), Washington seguirá bloqueado, el presidente está ya bastante de vuelta de todo…”.
El análisis previo nos presenta un mapa de situación que debería haber jugado en favor de los demócratas: “…Hace seis años, cuando Obama ganó la presidencia y el partido ganó el control de las dos cámaras del Congreso, la tasa de paro rozaba el 11%, el déficit federal iba camino del 10% del PIB, el sistema financiero se hundía, la economía se contraía a un 8% anual (…). Seis años después el paro está por debajo del 6%, el déficit por debajo del 3%, los bancos son estables y tienen un sistema regulatorio completamente nuevo, la economía crece por encima del 3% (y lleva años de expansión continua) (…) el partido aprobó la mayor expansión del estado de bienestar americano desde los años sesenta (la reforma de la sanidad) y los salarios finalmente están empezando a repuntar (…) los resultados de los últimos seis años dan para estar orgullosos… pero los demócratas van a perder estas elecciones horriblemente de todos modos…
…la campaña de Obama y el partido demócrata ha sido bastante vergonzosa. El presidente es bastante impopular, en no poca medida porque ha sido incapaz de vender sus éxitos, y el su partido en vez de plantarse y decir que las cosas van bien se ha pasado los últimos meses haciendo lo que saben hacer mejor, esconderse para que los republicanos no les peguen. La campaña del GOP, mientras tanto, ha sido peculiar: quejarse que Washington no funciona (en no poca medida por su culpa), decir que la Casa Blanca está llena de inútiles que no han conseguido detener la epidemia de ébola en Estados Unidos (que no existe), decir que ISIS va a dominar el mundo de forma inminente (no) y prometer que van a bajar impuestos (eso siempre)…”.
Bueno, he ahí un link más entre los demócratas y nuestra UCR en el poder (y –ay– con el kirchnerismo en modelo 2012/2013): los problemas de comunicación. What we´ve got here is failure to comunicate. Some men we just can reach… En fin, debe ser más profundo, y quizás se encuentre ligado a un problema de autoridad o a la incapacidad para liderar en un momento determinado. Nothing is for ever, cantaba Rudolph Páez. Un exceso de consensualismo, de diálogo, ejecutado conscientemente por Obama desde el inicio de su primer mandato. El análisis de Roger Senserrich continúa y volveremos a él para cerrar. Vamos con el análisis post electoral de Ross Douthat, bloguero (!) del NYT. Pinta el panorama para el Great Ol' Party luego de los comicios: “..Control del Senado, victorias fáciles en estados en los que se corrían carreras empatadas y victorias aún más fáciles en estados republicanos, un final para comerse las uñas en Virgina y una victoria inesperada en Carolina del Norte (…) baste decir que lo que esta noche vimos aparecer no encaja fácilmente en los modelos que vienen siendo aplicados para analizar la política norteamericana –modelos que permitieron prever una buena performance republicana pero no una tan buena, esta barrida tan geográficamente extendida. Bajo esta luz, estos resultados refutan implícitamente la escuela de análisis y estrategia “el pasado es prólogo” que observa tendencias existentes y asume que éstas pueden sólo continuar, que estudia estrategias ganadoras y asume que pueden repetirse a perpetuidad...
…En este caso, lo que fue sobrestimado y juzgado erróneamente fue la efectividad del plano (blueprint en el original) demócrata de 2012, con su atractivo de cuestiones sociales y selección de votantes target ligados a la tecnología que se suponía funcionaban en tándem con tendencias demográficas para cementar una nueva coalición socialmente liberal y multicultural que hiciera insostenible la posición del GOP, obligándolo a un reboot ideológico (…) Por el contrario, los políticos republicanos y su partido se las arreglaron para adaptarse, y –como suele suceder– cuestiones que resonaban en un contexto político determinado aparecen como menos importantes que los fundamentals en otro contexto…”. Douthat parece demasiado pesimista, pero termina al estilo de los panfletos de izquierda, en los que cualquier situación es en realidad una oportunidad para el advenimiento de la revolución del proletariado. Dice: “…es una elección, es una legislativa, la estructura de las fuerzas sociales todavía pintan bien para los demócratas y su coalición presidencial puede ser reensamblada por Ella (¿Hillary?) en 2016…”.
Debo advertir aquí que no considero equivocado el razonamiento: esta derrota no implica per se un triunfo republicano en 2016. Lo que sí, no creo que todo pueda atribuirse a la (mala) imagen poco ejecutiva que actualmente presenta Obama. Recapitulemos: elecciones ejecutivas 2008 ganadas por los demócratas, legislativas 2010 por los republicanos, ejecutivas de 2012 para los demócratas y las elecciones de medio término de ayer nuevamente para los republicanos. Obama fue lame duck (pato rengo) o lame black swan (cisne negro rengo) desde 2010 por mérito republicano y desde 2008 por responsabilidad propia debido a su espíritu pactista/conciliador. Su aporte más reformista fue la Health Care y pasó lavadísima por el tamiz del GOP. Aun así pudo revalidar su primer mandato. Pero adelantamos que volveríamos con Senserrich para finalizar. Coincidimos ampliamente cuando el analista sostiene: “…el mejor predictor de voto en las presidenciales es cómo va la economía, en las legislativas sin embargo es la popularidad del presidente (…) la valoración del jefe del ejecutivo tiene poco que ver con los resultados económicos (…) y mucho con cosas más generales como imagen de competencia, el nivel de rencor partidista en Washington, crisis fuera del control del gobierno pero que son vistas como su responsabilidad igual (…). Los medios leerán grandes mensajes en los resultados del martes, pero la realidad seguirá siendo la misma: Estados Unidos va (bastante bien), Washington seguirá bloqueado, el presidente está ya bastante de vuelta de todo…”.