martes, 29 de octubre de 2019
El duhaldismo que no viene
jueves, 12 de septiembre de 2019
El macrismo que no supo, quiso ni pudo
Macri presidente en 2015. Vidal gobernadora de la provincia de Buenos Aires. 71 a 28 en Córdoba, 57 a 42 en Mendoza, 55 a 44 en Santa Fe. Rodríguez Larreta en CABA. Una ola amarilla que avanzó sobre el país desde el puerto, inundando la zona centro. En lo político, un triunfo demoledor. Histórico. Más aun considerando a un partido relativamente nuevo, pretendidamente ahistoricista, que entendía mejor las demandas de aquel presente que un peronismo que arrastraba tres gobiernos y anquilosado en sus modos de vincularse con el electorado independiente; ese porcentaje que suele definir elecciones cuando las hinchadas peronistas y antiperonistas pueden mirarse con bronca porque la situación económica se los permite.
"Cada generación, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla", apuntó alguna vez Frantz Fanon. Argentina tenía para el macrismo una misión con dos demandas complementarias: la primera, no chocar la calesita para poder llegar al final del mandato. La segunda, entonces, era devolverle al sistema político una necesaria competencia para que no se perpetuara lo que la crisis de 2001 había entregado: un cuasi unipartidismo en donde lo electoral se dirime al interior del peronismo. Recordemos 2005 y 2013. No digamos 2008/9 porque en ese momento se introdujo un actor que no supo, quiso o pudo perdurar (al que Cambiemos representó luego).
¿Qué resultados puede mostrar el macrismo en relación a aquellas demandas? ¿Qué podemos decir en referencia a su misión? La conclusión es que falló. Estrepitosamente. Y en un capricho adolescente, dejará poco en pie detrás de sí. Sólo "Horacio", si no es forzado a un balotaje que puede perder.
¿Falló porque no supo? ¿Porque no quiso? ¿Porque no pudo? El macrismo, al menos el que se expresa mediáticamente, muestra siempre una disociación cognitiva peligrosa: no puede linkear lo social con lo económico. O lo electoral con lo económico, si quieren. Cuando habla de economía —escuchemos— no hablan de la gente. Y cuando hablan del votante, lo hacen aislándolos del contexto en el que les toca desenvolverse o, como mucho, desde una apelación ética. Dicen, así, que tenían la mirada fija en la orilla a la que querían llegar (objetivos económicos) y no voltearon para ver que a la gente se la llevaba el caudaloso río del desempleo y la caída del salario real (lo social). Con este plan económico, ¿podían esperar otros resultados? ¿En Argentina? Cometieron un pecado que suele cometer el antiperonismo: se pelean con la realidad, porque ésta no es la chilena, peruana o brasileña sobre la que quieren operar, y entonces dicen "estamos haciendo lo que se hizo en Chile" o "queremos ir a la velocidad de Brasil" y patinan como bicicleta sin cadena con los condicionantes que no quieren, pueden o saben reconocer.
Esto, que les ocurre en materia económica y social, lo replican a nivel político. Repetimos: Argentina les exigía reestablecer alguna forma de bipartidismo mientras ellos, con otro mandato de sus bases obcecadas, pretendían mantener el unipartidismo pero barriendo al peronismo. Ya ni siquiera apelar a captarlo, fagocitar al PJ desde el poder como cuando Menem entregó las banderas políticas para abrazarse el realismo periférico y bailar con Santiago Soldati según graficara acertadamente José Pablo Feinmann. No: sin resultados de gestión económica, sin bienestar que derramara —ni a eso apelaron— sobre el pueblo trabajador, pretendían imponer una sanción moral que continuara castigando al peronismo del último cristinismo.
¿No supieron? No... sabían lo que querían y no era devolverle al sistema una configuración competitiva, de mayor estabilidad tal como le solicitaron muchos analistas pro mercado y pro radicales. Entonces, ¿no quisieron? No, no quisieron. ¿No pudieron? Falta para octubre, pero todo parece indicar que no, no pudieron. Y es una deuda que ya están cobrándole muchos —hasta el 11 de agosto— simpatizantes, adherentes y mecenas.
miércoles, 28 de agosto de 2019
¿Vacío de poder o desempate catastrófico?
En años en que la medialuna fértil boliviana ponía en jaque al gobierno de Evo Morales, su principal ideólogo y soporte intelectual, el vicepresidente Álvaro García Linera, acuñó el concepto de empate catastrófico para graficar la situación en la que una oposición, que se hacía fuerte en las calles y dotada de musculación territorial (en el más llano sentido de la palabra: eran los dueños de la tierra), desafiaba a un gobierno fuerte electoralmente pero que había perdido el manejo de la agenda y era amenazado, además, por intereses allende las fronteras de Bolivia. Empate porque la oposición no podía ganar las elecciones mientras el gobierno no podía efectivamente gobernar, y catastrófico porque se prolongaba en el tiempo, sin visos de resolución política y pacífica, afectando así el desenvolvimiento de la vida política y económica del hermano país.
Argentina enfrenta un momento similar pero que involucra activamente a tres actores protagónicos y varios de reparto. Estos primeros son, sabemos, el oficialismo nacional, el peronismo nucleado en el Frente de Todos y, claro, el FMI. Éste último, la oposición y aún algunos analistas macristas devenidos ex macristas hablan del vacío de poder que ensombrece el panorama político pero sobre todo económico luego de las PASO. ¿Vacío? El poder es energía y ésta no se desvanece, no desaparece sino que se transforma. Y si de transformación hablamos, nos referimos a un momento de transición, del pasaje de un estado (de cosas) a otro, distinto.
Podemos apelar a García Linera para señalar que no es un vacío de poder, en términos estrictos, lo que ocurre mientras escribimos estas líneas. Se trata del desarrollo de algo evolutivo, que comenzó a tomar forma en el momento mismo en que Mauricio Macri pronunció su "ahora vamos por todo". ¿No dijo eso, dicen ustedes? Recuerden, como lo hace Tomás Aguerre, aquel discurso poselectoral del presidente en 2017 en el que inauguró un "reformismo permanente" que incluía reformas jubilatoria, laboral, fiscal y hasta electorales: "hace poco más de una semana los argentinos dimos un enorme paso, confirmamos nuestra decisión de cambiar, decidimos profundizar la transformación que comenzamos juntos". En diciembre de ese mismo año comenzó a hacer agua al enfrentar una resistencia que tomó las calles frente a su reforma jubilatoria. El macrismo entonces, envalentonado por su reciente triunfo, respondió antes con balas de goma y gases que con política. Dicen que fue Lincoln quien sostuvo que si querés probar el carácter de un hombre, dale poder. Luego llegaron el cierre del crédito externo, agotado, la devaluación y el pedido de auxilio al Fondo Monetario Internacional, otro actor de esta comedia o tragedia de enriedos.
A grandes rasgos, este desempate presenta a los involucrados jugando los roles que pueden desempeñar y no otros al azar: el gobierno en uno doble, como contendiente electoral pero también como gobierno a cargo; el peronismo, el Frente de Todos también como contrincante electoral pero, a la vez, construyendo ya su muy posible legitimidad de ejercicio para cuando sea elegido y el último actor, el FMI, en su rol de... FMI. Es decir, como garante institucional de las reformas que todo proyecto de subordinación requiere. ¿O creen que Donald Trump le pone dólares en el bolsillo a Mauricio en defensa del libre mercado porque el populismo sería algo intrínsecamente malo, de izquierda, casi una amenaza comunista? Si el rol del FMI es éste, ¿cuándo le conviene entonces operar? ¿Ahora, en el momento de mayor debilidad de Macri y en el que Alberto Fernández aún no cuenta con el aval formal para ejercer el poder ejecutivo, o cuando Alberto sea efectivamente presidente y cuente con las herramientas que sus atributos le otorgarían? Pero claro, la respuesta es ahora mismo, mal que le pese a Mauricio Macri quien ve, con resignación, que la puesta en escena del Fondo Monetario hace más opresivo el dolor de ya no ser al añadirle la conciencia de ese "vacío de poder" que, sí, lo aqueja.
¿Y Alberto? ¿Qué tiene para ganar si firma a libro cerrado el pliego de peticiones del FMI? Nada, por supuesto, y sólo puede perder poder simbólico; no sólo de cara a su necesario electorado sino también frente al FMI mismo cuando le toque negociar ya como presidente. Mucho menor incentivo tiene para darle aire a un gobierno que todavía dice que quiere ganar, lo extorsiona y maltrata públicamente y decide unilateralmente un desfinanciamiento a las provincias. El macrismo parece no conocer otra forma de negociar que la extorsión. Como señaláramos, representa un fracaso no sólo económico sino también político. Mientras, juega a convencer a los propios de que aún puede ganar para que no abandonen el barco y se incremente, así, esa diferencia de 15 o 16 puntos que lo dejaría peor parado en la repartija de poder legislativo. Esto es fácil de observar: no están yendo por los votos de Alberto sino ensanchando la fractura entre las percepciones políticas. La grieta, bah, leitmotiv electoral y justificación última de un Cambiemos que agoniza.
Existen tensiones a ser resueltas, sobre todo en referencia al lugar que ocupará cada uno de estos actores en relación al poder. Por eso viene el FMI con una agenda política y no de trabajo, por lo mismo Macri intenta comprometer en su plan a Fernández mientras Alberto le escapa al abrazo de eso. Por eso hablamos de desempate catastrófico y no de empate, porque es una situación que tiende a su resolución, en un primer momento electoral (aunque 60 días parezcan una eternidad en la Argentina actual). Además, porque el término desempate permite presumir de algo parecido a una conceptualización... para ponerlo en términos académicos, lo suficientemente piola y ganchera. Y decimos catastrófico por razones obvias, ya que los tironeos de este ménage à trois involucran una mayor degradación económica que empuja a más gente a la pobreza y afecta la calidad de vida de los sectores medios y populares. Lo que nos lleva a una pregunta última y fatal: ¿quién de estos tres actores tiene algún incentivo para ceder y a la vez ganar en ese movimiento? ¿El FMI, que debe negociar cuando sus acreedores están más débiles? ¿Alberto Fernández para no recoger ningún fruto electoral mientras se despoja de poder para una muy próxima negociación? ¿O el gobierno —como se lo señalan puntualmente analistas que constituían su factótum— para no terminar como Raúl Ricardo Alfonsín?
Una última anotación: quizás el FMI tendría también algo para ganar si cediera en su posición. ¿O sería acaso deseable la implosión del partido de oposición que enarbola su agenda y la de sus financistas?
martes, 20 de agosto de 2019
El macrismo, una deuda económica y política
El momento exige enfocar la incoherencia que demuestra el macrismo en materia de gestión económica, pero no se trata de algo novedoso, producto de la urgencia electoral o una bruta corrida cambiaria inserta en el desarrollo electoral; lo mencionamos en varias ocasiones cuando todavía éramos blogueros K bancados por la etérea pauta del reconocimiento social (!): la ornitológica economía macrista, instaurada para regocijo de capitales golondrina y fondos buitres, entregaba la contradicción de un mega endeudamiento externo junto a una gran depreciación de la moneda local. Si hubiera sido sólo eso ya sería insólito, pero además mostraba altos y crecientes índices inflacionarios en medio de una prolongada recesión económica. No mencionemos la caída del empleo junto a la del salario real porque, aunque la ortodoxia no suela asociarlos, forman parte de un proceso que se retroalimenta y uno de los objetivos del macrismo.
Pese a que parecería que intentamos hablar de economía, esta introducción no tiene otro sentido que marcar el fracaso de los CEO en lo que debería haber sido su materia, el manejo de las cuentas públicas. En vista de esto, que ya se presumía en 2016, es que los analistas comenzaron a enfocar por entonces en lo que consideraron un acierto del macrismo: su manejo político. Desde esta página humilde señalamos infinidad de veces que no se trató de otra cosa que una extorsión: el gobierno nacional conseguía apoyo legislativo del peronismo enarbolando la bandera del "golpismo PJ" (¡dejen gobernar!) mientras por abajo circulaban las carpetas. Desde una supuesta debilidad se hacían fuertes en la rosca, que no es equivalente a hacer política. Vamos a eso, entonces.
¿Cómo arribó Cambiemos a estas últimas elecciones? Cómo gobernó: con el PRO y con sus socios radicales estudiando si renovaban o no su apoyo con la esperanza de conseguir más espacio del que escasamente siempre les otorgaron. Tan así fue que los gobernadores radicales desdoblaron sus comicios y Macri quedó peleando sólo, junto a sus laderos Vidal y Rodríguez Larreta. Decíamos, hace tiempo, que llegar a las elecciones nacionales sin tener que competir contra el arrastre de los oficialismos provinciales constituiría el mal menor para Mauricio Macri. Esto era así, claro, antes de que el retroceso estratégico de Cristina habilitara la reunión de los islotes peronistas dispersos. Y así fue que Mauricio debió competir contra Alberto, Cristina y los peronismos provinciales con el resultado conocido (¿o no tan conocido? Fueron 20 y no 15 puntos de diferencia). Lo superestructural explica una parte importante del resultado, y ese es el fracaso político del macrismo y Mauricio, quien desde el PEN no pudo, quiso o supo articular algo más grande que el PRO como partido político o Cambiemos como mera herramienta electoral. ¿Podría haberlo conseguido con su plan económico y social? No es difícil aventurar que no, si hasta quien se mostraba como su mayor interlocutor entre los peronistas territoriales, Juan Urtubey, decidió acompañar como vice a Lavagna antes que a Cambiemos.
Existen razones políticas, además, para este fracaso de Macri en la articulación de algo superador y es el permanente sueño húmedo de la oligarquía argentina desde donde el PRO se desprende: el de terminar con el peronismo, el de recuperar al menemismo sin un Menem, el de comandar el país sin invitados indeseables irrumpiendo en el salón. Aunque su último banquinazo político lo mostrara buscando a Urtubey y finalmente Pichetto, Macri tenía el mandato de terminar con el kirchnerismo primero y el peronismo después. Y aquí volvemos a la solución superestructural del peronismo a los problemas argentinos: fue posible porque Macri había costurado antes y por abajo los jirones en que se habían dividido los votantes peronistas. Macri creyó que pasando a retiro a la planta peronista cortaba de raíz el "cáncer", sin recordar algo que se debatía por la bloguería allá por 2010 y es la estructura rizomática del movimiento y su anclaje social.
Además de talento político y visión estratégica, el macrismo careció de un justificativo distinto a ser el Otro del peronismo en un país en el que hasta los grandes empresarios son peronistas en épocas de crisis. No supo construir otro relato porque aspiró, primero, a la despolitización de la sociedad; luego vio que sólo montado en la grieta podía sostenerse sin resultados económicos, y se lanzó entonces a incrementar la fractura en la mirada social desde un terreno moral para esconder lo profundamente ideológico de su gestión. ¿Esta ausencia de referencia histórica es posterior o previa a la búsqueda permanente que hizo el macrismo de circunscribirse al presente? Desde sus inicios en el gobierno de CABA, el macrismo buscó justificación en los microrelatos de la cotidianidad, en el ahora, mientras ese presente fue de penurias. Un sinsentido. No hubieron tampoco Sarlos, Abrahams o Fragas que pudieran "hablar" al macrismo o insertarlo en un marco histórico que fuera distinto al de nuestras pasadas experiencias neoliberales, que pudieran dotarlo de ideas fuerza en torno a las cuales construir capital simbólico. El macrismo buscó deliberadamente que lo hablara el granperiodismo y no la intelectualidad; los Novaresios, Majules o Fantinos, ¿qué densidad podían otorgarle? Pero a la vez, ¿qué podían construir desde el ajuste, la precarización laboral, la caída del empleo y del salario real? El macrismo necesitaba algo que el kirchnerismo no le dio cuando Macri arribó al poder y que el macrismo sí le está entregando ahora a Alberto Fernández aunque el Frente de Todos no lo quiera: una crisis sobre la cual aterrizar.
lunes, 12 de agosto de 2019
Dimensiones de las PASO 2019
1. Dimensión electoral: triunfo contundente, inesperado para este humilde bloguero que prefería el pesimismo de la sinrazón al optimismo de la esperanza. ¿Fue esto último lo que determinó el voto para Alberto y Cristina? En alguna medida, pero esa esperanza no existiría sin el agobio de un presente social y económico decepcionante. En 2015 perdieron primero Cristina, Scioli, Massa y entonces, después, ganó Macri con una correcta estrategia al hacer confluir el antikirchnerismo y utilizar las PASO y generales como trampolín al balotaje. En este 2019 no podía ganar Macri por responsabilidad de su gestión pero algunos intereses lo sostenían. Ese espacio abandonado por Macri habilitó la reunión (tardía; y eso era un elemento importante en mi análisis previo) de Todos, Todas y Todes. Como en 2015, ahora también perdió primero el oficialismo. No recordar esto, luego, puede llevar a golpearse contra la realidad como le ocurrió al macrismo.
2. Dimensión geopolítica: la banca del FMI, de los EE.UU., del recientemente elegido Bolsonaro hablan de la importancia asignada a estas elecciones. El mapa geopolítico se encuentra en ebullición, con más o menos dos polos enfrentados en las figuras de EE.UU. vs. China y Rusia, en una suerte de nueva Guerra Fría comercial. Venezuela es parte fundamental de esta nueva ecuación pero también lo fueron la caída en desgracia del PT brasileño, el giro de Lenin Moreno en Ecuador o los disturbios políticos en Perú que derribaron a PPK y amenazan ahora a Vizcarra, aunque con razones más locales que continentales.
Recién asumido, Macri sobreactuó alineamiento con EE.UU. y, pese a su apuesta fallida por Hillary, Trump luego lo abrazó considerando a Maduro, la injerencia china en la región y el polvorín en que se convirtió Medio Oriente para su país. Sin proponérselo, quizás, el electorado argentino le propinó una derrota muy dolorosa a la administración republicana, al FMI y a la nueva estabilidad que buscan instalar en el subcontinente, corrida bastante hacia la centroderecha
3. Dimensión mediática: desde los diarios, la radio, la TV y la web, el granperiodismo argentino bancó a Macri ocultando la realidad económica y centrando su atención en el pasado K. Fue divertido, desde un punto de vista para nada neutral, ver cómo operaban anoche en TN con una agenda que podríamos resumir en dos mensajes: uno para Macri que rezaba "no te vamos a acompañar al cementerio, master" y otro para Alberto Fernández que podríamos graficar en "¿y si nos tomamos un café, che?". Hay que pagar por los medios lo que valen y no lo que ellos creen valer. Para el caso, también anoche Novaro y Fraga se cansaron de pedirle a Macri que declinara la candidatura para llegar a diciembre evitando una salida alfonsinista. De estadista, Mauricio pasó rápidamente a ser una suerte de copia fallida del peor Alfonsín y el único De la Rúa: un inútil. Tirar por la borda al hombre para salvar la ropa de las políticas neoliberales es un truco viejo ya. Si escuché bien, desde TN casi pidieron una entrega anticipada de poder también.
4. Dimensión económica: estamos viendo la toma de ganancias de los que fueron promotores y soportes del macrismo, apresurados ante la salida de un gobierno al que siempre consideraron propio pero al que nunca hicieron más que esquilmar. El macrismo les dio todo y ellos, recién hace pocas semanas y con la boca fruncida, le entregaron una paz cambiaria que se adivinó desde el principio efímera.
En resumen, Macri y Cambiemos creyeron que podrían castigar a su electorado ante el convencimiento de que la oposición no existía y se agotaba en Cristina, que manejarían la agenda electoral desde Comodoro Py y los medios y que lo importante era mantener la paz cambiaria sin corregir el deterioro bruto del poder adquisitivo. Un error de novatos para quienes presumían ser pragmáticos y el mejor equipo. Luego de vender optimismo y liviandad new age resultaron en exceso ideológicos y esto fue percibido por buena parte de la sociedad luego del triunfo en las legislativas 2017, cuando Mauricio volvió a ser Macri al aprobar una reforma jubilatoria apelando a la represión de las protestas que generaron.
miércoles, 12 de junio de 2019
10 reflexiones apresuradas en este cierre de alianzas atolondrado
Todavía en caliente, intentemos algunas aproximaciones a lo que sería la configuración del escenario electoral hasta el momento:
1.- Movió Cristina y precipitó los acontecimientos en todos los espacios (excepto en el FIT. ¿Por qué tanta maldad, viejo?). Desde el periodismo oficialista inmediatamente resurgieron las voces de los que reclamaban un Plan V, H o Y. Por suerte el macrismo confirmó a Mauricio antes de que se les acabaran las letras del abecedario.
2.- Aún así Macri apeló a un Plan. No alfabético pero sí numérico. O simbólico, qué se yo. El Plan π. El Plan 3,141592Chetto. Un plan infinito (?). Pero corto de miras: no apuntó al electorado sino a los mercados. ¿Podía apelar al electorado? ¿Vos decís? ¿Con quién? Difícil. No hizo mal: necesita antes a los mercados que a los votos para llegar con vida al momento de las urnas. ¿Cuál sería la señal hacia los mercados? Que en un eventual segundo mandato tendría gobernabilidad como en este primero, con Michelángelo y su celular caliente. Por ahora, sobrevive colgado al FMI y a la benevolencia de Trump (?), que lo quiere por bueno y no porque necesite respaldo para avanzar sobre Venezuela, ¿eh? No, nada que ver.
3.- Pichetto no suma ningún voto peronista. Los votos familiares deberíamos consignarlos como pichettistas, porque de eso se trató: supervivencia. Sabía que su tiempo había terminado en Río Negro y sólo le quedaba el paraguas macrista, al que apeló siendo mejor soldado de Mauricio que varios mauricistas. ¿Le resultará complicado borrar con el codo todo lo que hizo antes para hacer macrismo llegado el caso? ¿Complicado para qué, si no hará política electoral?
4.- El café veloz entre Alberto Fernández y Massa se concreta mientras escribimos estas líneas. Massa suma votos. No tantos. Pero la verdadera aritmética se da al neutralizar su capacidad de daño, esa que utilizó en 2015 para asegurarle a Macri el balotaje que le dio el PEN y la decantación de votos antikirchneristas entonces. Sumarlo, así, permite incrementar las chances de recuperar la provincia de Buenos Aires (sin un Felipe Solá que reste votos peronistas) y ello habilita a pensar en un triunfo en primera vuelta o, en el caso de segundo turno, que el camino de octubre a noviembre sea para la dupla Fernández lo que fue para Macri en 2015. PBA define buena parte de la elección y la movida de Cristina con Alberto fue también un granito de arena para reconfigurar el Partido del Balotaje.
5.- En Twitter adelantamos que Urtubey se bajaría: Lavagna tiene un partido nacional en el Socialismo santafesino. Qué difícil la ancha avenida cuando desde el ejecutivo se polariza y desde la principal oposición también, con acento en el rechazo al macrismo. Les deseamos mucha suerte porque le restan más a Mauricio que a Fernández². Podrían recibir votos antiperonistas desencantados con Miquelányelo en la fórmula de la ex Alianza Cambiemos.
6.- Retornando al oficialismo, la movida Pichetto no es un espejo a la que realizó Cristina con Alberto: eso hubiera sido entronizar a Vidal y llevarse más peronistas macri-friendly: reconfigurar la coalición como hizo CFK, que inmediatamente recibió los avales de los gobernadores peronistas, prescindentes hasta entonces de lo nacional. A Macri lo saludaron, en cambio, los gobernadores radicales que amagaron con retirarse.
7.- Pero el macrismo sí debe reconfigurar su vínculo con la sociedad; ya no desde el antiperonismo que lo constituyó: ser el Otro del peronismo que gobierna desde hace 40, 70, 100, 1.000 años. El pasado incluye al peronismo y ahora Cambiemos también. Ya Pinedo y otras espadas del espacio adelantaron que se acabó la dicotomía P-antiP (uy, ¡qué difícil!) y que ahora será el supuesto republicanismo vs. el populismo. Como si no fueran populistas, ja.
8.- Qué lindos tiempos para los verduleros que tienen encuestadoras, pero las de verdad ya se están realizando y el macrismo viene perdiendo ciudades capitales y votos. 200.000 sólo en Tucumán. Puede perder mucho también en Santa Fe y no realizó movida alguna que le permitiera pensar en recuperar votos en el Conurbano. En el NOA puede llevarse palizas como las de Tucumán (62 a 20) y en el Jujuy que Morales maneja con lógica peronista perdió casi 15 puntos de 2015 a 2019.
9.- ¿Qué será, entonces? ¿El republicanismo o el bolsillo? ¿El supuesto respeto institucional o las tarifas impagables? ¿Los blanquitos chicos de camperita cheta añorando el mundo que describió Fukuyama a fines de los '80 o los sucios populistas hablando de empleo y consumo? ¿Será la política o el marketing?
10.- Porque tenía que haber un 10. Venite a San Martín, Leo Pisculichi. ¡Que viva el fútbol!
miércoles, 22 de mayo de 2019
Fernández para armar un nuevo Partido del Balotaje
Volvemos, un ratito. No como otros que no vuelven más. ¿O sí?
El tablero político mostraba hasta hace poco no sólo cierta inmovilidad, similar a la estasis sanguínea que determina falta de oxigenación y pasaje a metabolismo anaerobio con producción de ácido láctico y consecuente acidosis y... bueno, una cagada para la vitalidad del tejido, digamos. El tejido político en este caso. ¿A qué nos referimos? A los (no) candidatos que no se instalaban. A que nada novedoso conmovía el escenario o la dinámica más que la forzada introducción de Lavagna que venía a suplir —antes que a ensanchar— la ausencia de un candidato para la angostita avenida del medio, en vista de la incapacidad para superar el dígito por parte de los cuatro jinetes de Alternativa Federal.
Resulta que Cristina movió y su jugada tuvo la fuerza suficiente para descomponer la situación de quietud que lentamente llevaba al macrismo a conservar chances de reelección pese a su fallida economía. ¿Significa esto que Fernández² ya ganó? Ni por asomo, pero se abrieron ahora presunciones sobre una mayor factibilidad, y no sería ésto ya sólo responsabilidad de la ineptitud macrista sino, además, de una reconfiguración del esquema que arribará a las PASO, generales y eventual balotaje.
¿Cómo hubiéramos llegado de no mediar el encumbramiento albertofernandis... en realidad el autodescenso cristinista? Con Cristina candidata, bastante floja de apoyos pese a que de mala gana muchos gobernadores se hubieran sumado para negociar legisladores nacionales; con Macri apostando a un nuevo balotaje antikirchnerista y con alguien de la Ancha Avenida del Cantero del Medio de la Avenida intentando llevar votos hacia el macrismo en noviembre como ocurrió en 2015. Sí, la reedición del Partido AntiK del Balotaje.
En fin; no. Había que meter un volantazo. ¿Qué ocurrió a partir de eso? Gobernadores peronistas que no estaban mirando lo nacional saludaron la decisión, Schiaretti se apuró a convocar una nueva reunión de AF (¿Alberto Fern...? No, dejá), sectores radicales, macristas y parte de la prensa le solicitan a Macri un gesto similar y activar el Plan Vidal, algo así como un "Tévez conduce desde el banco para que brille Mauro Zárate" (?). Mientras, el macrismo sigue perdiendo elecciones provinciales. Pero no cualquieras: pierde también en las grandes ciudades y en Santa Fe y Córdoba.
Ya muchos analistas ahondaron en conclusiones a partir del gesto: la humildad y belleza de Cristina (los kirchneristas), el establecimiento del fin de la grieta (los antigrietistas), la renovada perversidad de CFK (los macristas), el arrastre de los gobernadores (los pejotistas), pero pocos se detuvieron en cuáles serían las consecuencias prácticas de este giro electoral (sí, ya sé: ganar, ¿pero cómo?). Algunos apuntaron: ganar en primera vuelta con un peronismo unido. ¿Es posible? No parece que todos vayan a participar en unas PASO contra AF-CFK pero si no, la jugada habilita algo que no leí aún (corríjanme): un nuevo, otro, Partido del Ballotage, como llamó Ignacio Zuleta a Cambiemos (y que sumaba por entonces a Massa y al resto de opciones electorales que cabalgaban sobre el rechazo al kirchnerismo). La idea es entonces, a partir de ahora, que sea sólo el macrismo el que se enfoque en Cristina, vaciando ese discurso antiK en el resto de las fuerzas. En la mesa de arena, éstas tendrían mayores incentivos para confrontar con Macri, permitiendo que un eventual balotaje encuentre a esos votos más cerca del PJ que del gobierno. Justamente al revés que en 2015. ¿Es tan matemático? No, claro, pero con Cristina candidata hubiera sido más fácil reeditar el partido del balotaje que favoreció antes a Mauricio Macri.