El momento exige enfocar la incoherencia que demuestra el macrismo en materia de gestión económica, pero no se trata de algo novedoso, producto de la urgencia electoral o una bruta corrida cambiaria inserta en el desarrollo electoral; lo mencionamos en varias ocasiones cuando todavía éramos blogueros K bancados por la etérea pauta del reconocimiento social (!): la ornitológica economía macrista, instaurada para regocijo de capitales golondrina y fondos buitres, entregaba la contradicción de un mega endeudamiento externo junto a una gran depreciación de la moneda local. Si hubiera sido sólo eso ya sería insólito, pero además mostraba altos y crecientes índices inflacionarios en medio de una prolongada recesión económica. No mencionemos la caída del empleo junto a la del salario real porque, aunque la ortodoxia no suela asociarlos, forman parte de un proceso que se retroalimenta y uno de los objetivos del macrismo.
Pese a que parecería que intentamos hablar de economía, esta introducción no tiene otro sentido que marcar el fracaso de los CEO en lo que debería haber sido su materia, el manejo de las cuentas públicas. En vista de esto, que ya se presumía en 2016, es que los analistas comenzaron a enfocar por entonces en lo que consideraron un acierto del macrismo: su manejo político. Desde esta página humilde señalamos infinidad de veces que no se trató de otra cosa que una extorsión: el gobierno nacional conseguía apoyo legislativo del peronismo enarbolando la bandera del "golpismo PJ" (¡dejen gobernar!) mientras por abajo circulaban las carpetas. Desde una supuesta debilidad se hacían fuertes en la rosca, que no es equivalente a hacer política. Vamos a eso, entonces.
¿Cómo arribó Cambiemos a estas últimas elecciones? Cómo gobernó: con el PRO y con sus socios radicales estudiando si renovaban o no su apoyo con la esperanza de conseguir más espacio del que escasamente siempre les otorgaron. Tan así fue que los gobernadores radicales desdoblaron sus comicios y Macri quedó peleando sólo, junto a sus laderos Vidal y Rodríguez Larreta. Decíamos, hace tiempo, que llegar a las elecciones nacionales sin tener que competir contra el arrastre de los oficialismos provinciales constituiría el mal menor para Mauricio Macri. Esto era así, claro, antes de que el retroceso estratégico de Cristina habilitara la reunión de los islotes peronistas dispersos. Y así fue que Mauricio debió competir contra Alberto, Cristina y los peronismos provinciales con el resultado conocido (¿o no tan conocido? Fueron 20 y no 15 puntos de diferencia). Lo superestructural explica una parte importante del resultado, y ese es el fracaso político del macrismo y Mauricio, quien desde el PEN no pudo, quiso o supo articular algo más grande que el PRO como partido político o Cambiemos como mera herramienta electoral. ¿Podría haberlo conseguido con su plan económico y social? No es difícil aventurar que no, si hasta quien se mostraba como su mayor interlocutor entre los peronistas territoriales, Juan Urtubey, decidió acompañar como vice a Lavagna antes que a Cambiemos.
Existen razones políticas, además, para este fracaso de Macri en la articulación de algo superador y es el permanente sueño húmedo de la oligarquía argentina desde donde el PRO se desprende: el de terminar con el peronismo, el de recuperar al menemismo sin un Menem, el de comandar el país sin invitados indeseables irrumpiendo en el salón. Aunque su último banquinazo político lo mostrara buscando a Urtubey y finalmente Pichetto, Macri tenía el mandato de terminar con el kirchnerismo primero y el peronismo después. Y aquí volvemos a la solución superestructural del peronismo a los problemas argentinos: fue posible porque Macri había costurado antes y por abajo los jirones en que se habían dividido los votantes peronistas. Macri creyó que pasando a retiro a la planta peronista cortaba de raíz el "cáncer", sin recordar algo que se debatía por la bloguería allá por 2010 y es la estructura rizomática del movimiento y su anclaje social.
Además de talento político y visión estratégica, el macrismo careció de un justificativo distinto a ser el Otro del peronismo en un país en el que hasta los grandes empresarios son peronistas en épocas de crisis. No supo construir otro relato porque aspiró, primero, a la despolitización de la sociedad; luego vio que sólo montado en la grieta podía sostenerse sin resultados económicos, y se lanzó entonces a incrementar la fractura en la mirada social desde un terreno moral para esconder lo profundamente ideológico de su gestión. ¿Esta ausencia de referencia histórica es posterior o previa a la búsqueda permanente que hizo el macrismo de circunscribirse al presente? Desde sus inicios en el gobierno de CABA, el macrismo buscó justificación en los microrelatos de la cotidianidad, en el ahora, mientras ese presente fue de penurias. Un sinsentido. No hubieron tampoco Sarlos, Abrahams o Fragas que pudieran "hablar" al macrismo o insertarlo en un marco histórico que fuera distinto al de nuestras pasadas experiencias neoliberales, que pudieran dotarlo de ideas fuerza en torno a las cuales construir capital simbólico. El macrismo buscó deliberadamente que lo hablara el granperiodismo y no la intelectualidad; los Novaresios, Majules o Fantinos, ¿qué densidad podían otorgarle? Pero a la vez, ¿qué podían construir desde el ajuste, la precarización laboral, la caída del empleo y del salario real? El macrismo necesitaba algo que el kirchnerismo no le dio cuando Macri arribó al poder y que el macrismo sí le está entregando ahora a Alberto Fernández aunque el Frente de Todos no lo quiera: una crisis sobre la cual aterrizar.
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