Cristina anunció la expropiación de YPF el lunes 16 y el radicalismo se vio en un aprieto: ¿acompañar la medida u oponerse para seguir haciendo antikirchnerismo bobo? Puede clausurarse toda discusión en el seno del partido apelando, simplemente, a la fundación de la compañía estatal por parte de Hipólito Yrigoyen en 1922. Pero no, Oscar Aguad, hasta hace poco jefe de la bancada radical en Diputados, parece privilegiar la historia reciente y la que piensa construir junto a Macri antes que la historia grande su partido y del país. Ya anunció que durante la votación por la nacionalización y la declaración de interés público de los hidrocarburos se ausentará del recinto. No votará negativo, no votará por la positiva. No votará. Como el cuerpo radical completo cuando se trató la Ley de Medios en la HCD.
Cristina anunció la expropiación el lunes 16. Las primeras declaraciones de las figuras de la UCR navegaron entre el desconcierto, la crítica al kirchnerismo por las formas y recién luego pudieron explicitar su apoyo a la estatización. En el Senado, nobleza obliga, la bancada radical votó respetando su historia y colocando al futuro del país por sobre intereses coyunturales mezquinos. Cristina lo reconoció. Ese acompañamiento de la UCR a la medida (junto al FAP, exceptuando a Morandini) fue importante. Es un mensaje contundente hacia Repsol, España y todos aquellos que declaman hipócritamente a favor del libremercado: no habrá vuelta atrás aún si en 2015 no triunfa el kirchnerismo. Litigar entonces, esperando como Clarín por la reversión de la Ley de SCA, será infructuoso. Puede en parte, en pequeña parte, explicar por qué España aboga ahora por una resolución amistosa. Tan es así que el gobierno de España anuncia que no tomó represalias por YPF.
Cristina anunció la expropiación el 16 de abril y ese mismo día la Convención Nacional Radical publicó un documento denominado Propuesta Radical ante la Crisis Energética: nada decía acerca de la posición del partido respecto a la expropiación. Ayer, domingo 29, debieron publicar una nota de prensa llamada: Seamos claros: La UCR y la nacionalización de YPF en la que, a pesar de todas las críticas, afirman apoyar la nacionalización. Es decir, faltaba claridad. No le habían echado toda el agua necesaria al empetrolado (para ellos) asunto. Es que la posición de Aguad, debido a sus coqueteos (recíprocos) con el macrismo, puede ser explicada por las declaraciones de Federico Pinedo, su ahora aparente jefe de bancada: «hay que hacer lo que hay que hacer. La Constitución Argentina dice que nadie puede ser privado de su propiedad si no por una ley previa que declare de utilidad pública la propiedad y con una indemnización previa (...) en este caso no hubo ley, no hubo indemnización y el Estado ya se apropió de la empresa y sacó con la policía a los empleados y funcionarios de YPF...». Linda trampa: no quiero imaginar el desierto que hubieran encontrado en YPF los interventores estatales de esperar sortear los escollos legales que existen, en definitiva, para proteger los intereses privados antes que los públicos. No hubiera quedado siquiera una fotocopiadora para entregar a algún centro de estudiantes de la izquierda dura. Volviendo a la posición macrista-aguadista (Aguad, Awada, ¿serán parientes?), les sale gratis oponerse: conforman a una masa de votantes antikirchneristas, siguen proponiéndose como gendarmes de las ganancias empresariales y, si en el futuro les toca gobernar, podrán contar con YPF ya que el oficialismo cuenta con los números necesarios.
Cristina anunció la expropiación y los medios opositores se llenaron de alaridos histéricos, cual si fueran españoles o Repsol les pagara pauta (je). Afortunadamente los políticos opositores decidieron, esta vez, actuar conforme a conciencia (y por eso Gil Lavedra y Bazze defienden el apoyo orgánico de la UCR al proyecto y critican a Aguad) y no condicionados por el miedo al crucificamiento mediático. Morales Solá los azuzó con el diario del domingo: «...Los dirigentes radicales están asustados (...) Prefieren ser funcionales al kirchnerismo (...) Los radicales llegaron a argumentar con las encuestas cuando tomaron la decisión de apoyar el proyecto oficial sobre la expropiación. Aquellas eran supuestas porque no había ninguna seria hasta ese momento. Los sondeos más prestigiosos hechos luego señalaron que un 40% de la sociedad no estaba de acuerdo con esa decisión [mentime que me gusta]. Los radicales renunciaron a su representación. Temieron quedar expuestos con la etiqueta de que eran funcionales a un imperio impreciso o que se habían inclinado hacia la derecha. Un proyecto de Ricardo Gil Lavedra era más razonable y más realista. Propiciaba que las provincias sacaran a YPF la concesión de los pozos en los que no se había invertido y los licitaran de inmediato con otras petroleras. No sirvió. Los radicales debían votar por el proyecto de Cristina, según la inexplicable decisión del partido. El negocio político funcionó perfectamente en el Senado. Funcionará también en Diputados. El radicalismo se despidió, así, como alternativa política y electoral al kirchnerismo...». Graciosamente, el editorial se llama La estrategia del miedo.
* Actualización: David Grasún nos recuerda que Oscar Aguad, durante la Convención Constituyente de 1994, votó en disidencia total la cláusula transitoria que establecía, para la Nación Argentina «su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes por ser parte integrante del territorio nacional.La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituye un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino».
Ahora se entiende cabalmente aquel viaje a Londres realizado por el diputado Aguad, junto a Paula Bertol (PRO) y Adrián Pérez (CC), en febrero de 2010 y a invitación del Foreing Office. Argentina, en aquellos momentos, reclamaba por las operaciones petroleras británicas en Malvinas.