jueves, 13 de julio de 2017

La resiliencia de los sectores populares, los '90 y hoy

En un comentario al posteo inmediato anterior, Esther, una de las comentaristas más lúcidas que tuvieron y tienen los blogs que aún no se fueron, hace algunos aportes a la descripción de la Argentina del macrismo:

1. Creo que hay otro factor de resiliencia de los sectores populares: los bienes materiales obtenidos en el gobierno anterior. Te hiciste una casita o ampliaste la que tenías. Compraste tu primer cero kilómetro. Compraste electrodomésticos, dispositivos electrónicos varios. La casita sigue estando. El auto aún está “bastante nuevo”. Todavía no se te rompió el lavarropas ni la heladera. El celular o el televisor última generación ya no son última generación pero te sirven igual. 
¿Te preguntás si todo eso lo podrías hacer ahora? Posiblemente no, o por lo menos no hasta que se te queme la heladera y te encuentres que no tenés con qué comprar otra. 

2. Creo (sin mayores evidencias salvo mi memoria poco confiable) que en los noventa la línea divisoria entre los qe se salvaron y los que se hundieron pasó, básicamente, por tener o no tener trabajo. Quienes consiguieron o retuvieron el laburo zafaron, o incluso les fue bien, quizás hasta muy bien. Los que no, se cayeron del sistema. 
Ahora, creo, las cosas son diferentes; la línea divisoria se está constituyendo dentro del campo laboral; tener trabajo no es o no será sinónimo de “salvarte”. Hay o habrá una fracción considerable de trabajadores que son o serán pobres, incluso muy pobres.
(Hablo en presente y futuro porque, obviamente, el proceso actual aún no ha llegado al término deseado por sus diseñadores.)

3. No sé qué es la “clase media” pero sí que muchos nos creemos parte de ella. La cuestión, no siempre percibida, está en la respuesta a la pregunta elemental: ¿podés mantener tu estilo de vida y sostenerlo en un tiempo largo si te quedás sin laburo o sin la jubilación? Si no es así, si dependés del trabajo en forma directa (ya sea del actual o del que tuviste antes y ahora se transformó en jubilación), entonces pertenecés, antes que nada, a la clase trabajadora. ¿Cuántos nos pensamos desde esta óptica?

4. Hace un tiempo leí, en algún blog o no sé donde, un cartel (que tampoco sé de dónde salió ni quién lo hizo) con la mejor síntesis de todo lo que escribí antes. Decía: “Laburante / no hay laburo / se hace laburo al votar”. ¡Debería ser slogan de campaña! Un slogan que no es pura triquiñuela publicitaria, sino más bien teoría pura puesta en palabras simples. 

5. Decís: «¿Es posible en Argentina? Eso es, exactamente, lo que esperan quienes pueden ser el soporte económico de un proyecto macrista y a lo que se refieren como “temor al retorno del populismo"».
Mi temor es, justamente, que en octubre haya demasiados que crean en el relato macrista, porque si a estas alturas siguen creyendo en ese relato es porque quieren creer o ignoran demasiado. En cualquiera de los dos casos estamos ante una matriz cultural bien complicada.

lunes, 10 de julio de 2017

La Argentina macrista

En “2017", un posteo de mayo de 2016, adelantamos las que, a nuestro parecer, constituían las necesidades de Cambiem... del macrismo, bah. Y entre esas la ausencia, por entonces, de un relato que diera cauce a su transitar, habida cuenta que pontificar sobre la meritocracia no alcanza sino para justificar la poda de derechos y servicios sociales del Estado. Ya lo encontraron: el relato del macrismo es la lucha contra las mafias. ¿Los docentes exigen mayor incremento salarial? Son mafiosos. ¿Un empresario de la informalidad quiere pararse de manos? Le allanan y clausuran todo en nombre del combate contra las mafias. La mafia de los trapitos, de los manteros; se viene salvando la mafia de los que explican chistes y la mafia de los familiares que te piden la cuenta de Netflix. ¿El peronismo? Mafia. ¿Los coniceteros? Mafia. ¿Diana? Maffía. Claro, no sería posible sin el concurso mediático y algunas figuras como Carrió o Stolbizer y Massa, actores de reparto en un remedo del honestismo noventista que criticaba la corrupción menemista pero jamás el modelo económico.

En “2017 (parte II)", de diciembre pasado, sostuvimos que el deterioro económico macrista no sería el eje principal de los tiempos electorales, aunque siguiendo la evolución todos los indicadores así debería ser. Por supuesto, el manejo del PEN, PBA, CABA, los buenos términos con Clarín y la banca ideológica de LA NACION dificultan cualquier debate racional (aunque ya pagamos en 2015 el exceso de racionalidad en una campaña). Ocurre además que, si bien el desempleo, la caída de actividad, consumo y los sucesivos tarifazos son notorios a lo largo y ancho del país, impactaron de manera diferente según área geográfica y nivel socioeconómico. Más a las clases populares que ya adversaban al macrismo, más en el conurbano que en el interior. Además, existe un fenómeno poco mencionado: la resiliencia de los sectores populares, que saben acomodar su economía a tiempos de guerra distributiva. Cayeron los consumos de leche, yogur, carne y gaseosas, pero la vecina empezó a vender pizzas y no están a $150. A la vuelta de tu casa una parejita hace ahora empanadas y en la esquina venden sánguches de milanesa y lomitos. Un liberal te diría que no pagan impuestos y alabaría el emprendedurismo, un pragmático te diría que el sueldo no alcanza o alguno se quedó sin laburo y hace lo que puede. Elijan su propia aventura.

El macrismo propone una tendencia a lo descrito: ya no son todos clase media en lo que a consumos culturales y de bienes se refiere sino que nos latinoamericanizamos más, ampliándose la brecha entre pudientes y no pudientes, diferenciándose los patrones de consumos. Si la clase media definió la Argentina moderna y sobre todo a partir del advenimiento del peronismo, una continuidad del macrismo (cuya mejor definición a la fecha pertenece a Ernesto Semán y su “naturalización de la intemperie") tiende a una escisión social más clara en términos económicos, con un sector de la clase media pauperizándose y otra mucho menor que puede disfrutar las mieles de la regresión redistributiva. Una sociedad de ricos y pobres, con patrones culturales y de consumo diferenciados. Al decir de Grobocopatel: somos menos pobres de lo que tendríamos que ser.

¿Es posible en Argentina? Eso es, exactamente, lo que esperan quienes pueden ser el soporte económico de un proyecto macrista y a lo que se refieren como “temor al retorno del populismo".