jueves, 28 de julio de 2016

Macri vs. Tinelli: los costos del round boxístico

What we've got here is failure to comunicate, pero no se trata de los hombres a los que el mensaje no llega, Axl querido, sino de una sucesión de errores en términos de estrategia de comunicación; que se facturan con inflación de carrito de supermercado debido, justamente, al aumento de la canasta y las facturas de servicios. Pobre Mauricio, justo en la semana en que intentó apechugar el costo de los inocultables desacoples de un equipo económico descentralizado con la-misma-entrevista a Fantino y Lanata. ¿Fue la reunión misma, el peso simbólico que le otorgaron, el snapchat de cierre con faceswapp incluido? Sí pero no: falló en entregar al periodismo y a la opinión pública una justificación, un ángulo desde el cual comprender la “cumbre" en Olivos. Librados a su suerte argumental, quedó al desnudo la debilidad del momento macrista.

Hubo consenso en la crítica a la frivolidad, pero lo que resultó preocupante para el oficialismo fue que, de modo inevitable, el periodismo debió justificar la crítica con la agenda de la realidad que desde hace meses buscan soslayar. Para apelar al manta de la grieta, no tuvieron otra opción que correrse del eje político kirchnerismo/antikirchnerismo y aterrizar brevemente en la vereda opositora de la grieta económica macrismo/antimacrismo. Así, hubo moncloa en criticar el encuentro con base en el deterioro económico, la conflictividad social, el tarifazo y los desastres perpetrados por las empresas de servicios. Sin poder apelar a la anterior administración, el costo político se carga momentáneamente a cuenta del macrismo. Ya volverán las oscuras golondrinas cargando la pesada herencia.

El oficialismo evaluó, correctamente, que en este contexto de primer semestre persistente, un Tinelli opositor —cobrándoles AFA— solo agravaría el cuadro. Pero erraron la estrategia y el spam via trolls en Twitter se transformó en un boomerang. ¿Quiso hacer kirchnerismo de la resistencia, pegando más fuerte? Un poco. A siete meses de su asunción, eso es más preocupante que recibir una crítica eventual. Si querían alejar el fantasma de la D (de Fernando De la Rúa), lo agigantaron al desnudar un gobierno alejado de los problemas reales, esos que buscan ocultar con el concurso del “periodismo independiente".

Nelson Castro. Intratables coincidiendo con Minuto Uno de Sylvestre. Casero pidiendo gestión y Majul, seriedad. Nada muy distinto a lo que podría haber sido el enfoque de los panelistas de 678. El macrismo colabora así con el clima de son-lo-mismo que-se-vayan-todos, con la paradoja de incrementar a la vez —vía debilidad propia— su extorsión implícita sobre el panperonismo en la cesión de gobernabilidad. El macrismo se comporta entonces como un millenial caprichoso y demandante, que deposita en la oposición la responsabilidad de mantener el sistema político funcionando. No hay, desde esa posición cómoda, pretensión posible de hegemonía y será tarea de otros (periodismo, sindicalismo, peronismo) construirla.

El macrismo invitó entonces a Tinelli a un par de rounds, lo subió al ring pese a pertenecer a una categoría inferior, le entraron varios golpes y las tarjetas terminaron empatadas. Ganó por localía (no se sostendrá la crítica en los medios oficialistas), pero resultó magullada la autoridad presidencial y los rivales pudieron estudiarlo. Volviendo a la comunicación (el verdadero fuerte del gobierno en estos meses de ajuste y recesión), se plantea un problema a futuro: durante la campaña y en el primer trimestre, el marketing macrista consistió en humanizar a Macri, acercarlo al hombre común, familiero, y aplacar la tensión de la intensidad política del kirchnerismo. La frivolidad y lo no político formaron parte importante de ese combo, pero este episodio se reveló como el golpe que coloca al oficialismo, por primera vez, ante el desafío de comunicar gestión y responsabilidad, de pararse sobre su propio capital para hablarle a la sociedad. La pesada herencia no more, señaló el cuervo sobre el dintel de mi puerta. Luego de haber explorado y explotado la senda opuesta, ¿podrá el macrismo “vender" a Macri como un presidente resolutivo, ejecutivo? La situación parece demandar cada vez más al primer Kirchner. El macrismo busca no ser De la Rúa y, a escasos siete meses de su asunción, la realidad parece empujarlo más cerca de la imagen del Menem del segundo mandato. Con la ventaja, es cierto, de contar con una oposición atomizada y no a una Alianza modelo '97 enfrente.

miércoles, 13 de julio de 2016

El macrismo: between a rock electoral and a hard place económico

Suele equipararse al poder (del Estado) con un violín: es tomado con la izquierda y ejecutado con la derecha. También con un noble equino, con intenciones similares. Estas famosas sentencias no se verifican matemáticamente, pero como toda frase popular encierran vestigios de veracidad o sirven, por lo menos, para justificar giros pragmáticos o aun regresiones distributivas cuyo salvajismo depende de muchas circunstancias.

A qué vamos, se preguntará usted si no soltó ya estas líneas maldiciendo el calesiteo. A que suele existir un divorcio entre las razones del voto y las razones de gestión. Quizás porque votan unos y gobiernan otros, vaya'saber. Ahora, los liberales suelen fingir afectación frente a las razones electorales porque los colocan en desventaja: que Argentina es un país estatista, que prefiere lo público sobre lo privado, que son todos unos zurdos de mierda, digamos. Recientemente listó las líneas de este consenso Carlos Pagni, en La Izquierda Diario, ante una pregunta de @RossoFer sobre la ideología de los argentinos:

1) lo nacional es mejor que lo extranjero.
2) los pobres siempre tienen razón respecto de los ricos.
3) cualquiera sea el tema, a priori, el Estado siempre va a resolver la cuestión mejor que los privados.

Señala luego Pagni que “estos tres axiomas que están en el corazón del discurso del kirchnerismo tienen un arraigo de décadas en la Argentina. Lo raro ha sido lo otro, lo insólito es que aparezca algo más ligado al capitalismo que en algún punto, por cinco minutos ponga en tela de juicio alguna de estas tres tesis, y contra este problema pelea en el fondo Macri". #Ponele. Macri debió colocarse a la izquierda de su electorado en aquella noche de triunfo larretista, cuando su público gritaba “¡noooo!" ante cada arenga del candidato a favor de algunos pilares kirchneristas como AUH, Aerolíneas o YPF estatizados. Pero de ahí a decir que pelea contra eso media la distancia entre la fantasía del optimismo y la melancolía de la realidad.

Ocurre que estos axiomas se verifican camino a las urnas, no tanto así luego. Pero no siempre, o debería ganar solo el peronismo y no es lo que sucede. De todos modos, no es este el “problema contra el que pelea Macri en el fondo", como señalara Pagni y como si de una batalla cultural PRO se tratara. Es 1 persona 1 voto para el domingo electoral y, en cambio, para el resto de los grises días de mandato, el peso de una corporación no es directamente proporcional al número de votos de sus integrantes sino a su capacidad de daño. O a las simpatías, compromisos y visión de país del gobernante de turno. Más aún, si estos axiomas guían la pelea electoral, el sentido común del ejercicio del poder está establecido, en cambio, en las coordenadas de un conservadurismo liberal-de-la-boca-para-afuera y lactante-estatal-del-bolsillo-para-adentro en el que la pax social está dada por la consecución de resultados económicos o, en su defecto, la entrega de las llaves de los despachos en un símil loteo del poder estatal entre corporaciones. Como hizo Cambiemos. Cuánto aguanta esto último es materia de otro posteo. Volviendo, esa suerte de consenso electoral genera una lógica que, luego, la patria corporativa trastoca durante el mandato por uno distinto.

Esto resulta trágico para la mayoría, y más aun para la mayoría silenciosa, ya que un gobierno que desafíe el consenso de ejercicio —si queremos ubicar al kirchnerismo en alguna categoría— está obligado a dar “batallas" culturales y un gobierno cuya gestión colisione contra aquel consenso electoral —sea “nueva" derecha, neoconservadurismo o liberalismo a secas (ubique al macrismo donde prefiera)— no solo no necesita “batallar" en las profundidades del subconsciente nacional sino que, con callar, con no decir lo que realmente hace mientras, en este caso, vende vitalismo y espiritualidad new age, le basta y sobra. Pero esa es la definición misma de batalla cultural: el macrismo no necesita explicar sino apelar a preconceptos como “racionalización", “sinceramiento" y “pagar la fiesta"; el kirchnerismo, en cambio, debió explicar cada medida a partir de 2008 así fueran AFJPs, YPF o AUH, aun cuando maridaran con los axiomas pro estatistas de la argentinidad electoralista al palo. Los consensos electorales y de gestión parecen pertenecer, así, a campos semánticos diferentes.

Quizás sea una de las razones por las que pocos esperan que las promesas de campaña sean cumplidas o, en todo caso, resulte gratuito incumplirlas.

Retornando a Pagni y Macri, lejos se encuentra el desafío macrista de la necesidad de desplegar una batalla cultural, aunque pretenda disfrazar de tal a un honestismo imposible e impracticable para el elenco gobernante. Su pelea de fondo continúa siendo la que señaláramos en febrero y luego en mayo: ¿la política electoral o la económica?, ya que sus necesidades de política económica colisionan con sus necesidades electorales. Y a más de un nivel. Entonces, mientras se aferran al tarifazo, se insinúa también un cambio de pantalla y encontramos a Cambiemos abandonando su prédica de ajuste fiscal y descuidando los propósitos económicos planteados en su primer semestre; ocurre que avistaron las legislativas de 2017, ahí en el horizonte. Bajan tasas, prometen retomar la obra pública, quieren impulsar el otrora adjetivado “deficitario" polo tecnológico de Tierra del Fuego con un canje de celulares y pretenden ampliar el Ahora 12 por la caída del consumo, aún a costa de enterrar su dogma liberal. Promesas todas de difícil cumplimiento, que no servirían para reactivar la economía sino, tan solo, para frenar la carrera hacia el abismo. ¿El objetivo es arribar a un equilibrio bajo la actual situación, sin mejora pero tampoco con mayores dificultades a las ya impuestas para la microeconomía? ¿Eso que Ernesto Semán definió recientemente como naturalización de la intemperie? Suena complicado bajo el contexto regional y global, agravado ahora por un Brexit con consecuencias imposibles aún de mesurar. Más aún si el gobierno, en tan solo siete meses, transita su Plan C (de blanqueo de capitales; el A fue el campo, el B las inversiones post arreglo con Singer). Por si fuera poco, fue el propio oficialismo quién se encerró en la encrucijada, golpeando al mercado interno, consumo y actividad; elementos que fundamentaron el consenso electoral durante los años de kirchnerismo.

2017 es un horizonte para el macrismo y puede ser su último o el hito que le otorgue un periodo de ocho años. Decíamos que su disyuntiva entre lo político y lo electoral funciona a más de un nivel, y esto es así pues quienes pueden acercar dólares (¿para bicicletear? ¿Hay mucho más para hacer si el propio presidente promete “invertir"en Lebacs?), sea en forma de lluvia, llovizna o goteo, necesitan antes que Macri triunfe en su apuesta por liberalizar y primarizar la economía, precarizar el trabajo y que pueda, además, asegurarles un horizonte de control y estabilidad política, algo que solo otorgaría un triunfo legislativo que allane el camino a una reelección. Se plantea así una paradoja: para triunfar en 2017, el oficialismo necesita de lo que podría ocurrir solo luego de un triunfo electoral. ¿Puede el macrismo resolver la situación? Te la debo, no estoy en tema, estamos aprendiendo.

domingo, 10 de julio de 2016

Del revisionismo histórico al revisionismo histérico: la angustia de Independencia

Con seguridad, algunos de todos los que hacen el berreta análisis psi del Mauricio-político, ese que coloca en la necesidad de aceptación paterna el origen de la carrera electoral del hoy presidente, encontrarán en la apelación a la “angustia" de separación independista una actualización subconsciente de la relación Mauricio-Franco. La gente se divierte y explica el mundo como puede, qué va'cé. De todos modos, es una suerte que no exista un Manes de la psicología histórica o histérica que, aprovechando el giro histórico psi de Macri, en su necesidad de agradar al Rey jubilado —¿otra actualización? Basta—, largue una gira mediática buscando explicar a través de la castración, el edipo o el Ello las razones de acontecimientos de nuestra historia.

Como no existe, Los Huevos y las Ideas quiere colaborar y acerca a sus pacientes lectores una serie de títulos para los libros que generarán el boom del revisionismo histérico, permitiendo así una breve recuperación de la actividad editorial (más aún, si aparecen los morlacos, acá estamos dispuestos a escribir cualquiera de los libros que a Grijalbo o Sudamericana les parezca interesante. Y a salir de gira mediática también, que los Manes sobran pero faltan los capitalistas). Basta de cháchara, aquí van los próximos éxitos editoriales de la colección La Historia Argentina que Freud No Nos Contó. Chupala, Félix Luna:

— “Terapia breve en el manejo de la angustia de origen libertario". Alfaguara. 2016.

— “El edipo no resuelto de Sarmiento en el desagregado de sus expendios orgiásticos". Grijalbo. 573 pág. 2016.

— “Los componentes cognitivos displacenteros en la relación Oligarquía-Juan Manuel de Rosas". Emecé. 2016.

— “El proceso de socialización en ámbitos académicos ghettizados. Una experiencia en el Cardenal Newmann". Editorial Sudamericana. 2016.

— “Factores psicosociales influyentes en la conducta violenta durante la infancia y adolescencia de una Nación". Grijalbo. 2016.

— “Tabú e incesto en el proceso independista americano. ¿San Martín quería cogerse a la reina de España?". Emecé. 2016.

Consultas por el título de su agrado, por email. Hacemos envíos al exterior y a otros planetas también. Todo es Histeria.