sábado, 10 de diciembre de 2016

Un año de Macri

El gobierno de Mauricio cumplió un añito y quiere invitarte a su fiesti... Ah, no hacen fiesta. Mala mía, disculpen. Veamos entonces qué hicieron, pero no a modo de recuento.

A un año, podemos identificar varias características del macrismo. Una de ellas es que, rápidamente, lo gana la ansiedad y apresura decisiones; quizás para conjurar el Fantasma De la Rúa. Se apuró al bajar retenciones, salir del cepo, arreglar con Griesa pero, sobre todo, cuando decidió entregar el comando de la agenda a Comodoro Py para descansar en un año no electoral sobre la persecución judicial a Cristina y luego Scioli. ¿Cuánto más hubiera pagado el impacto de CFK en tribunales en abril del año que viene? Ahora se apresura al intentar enviar a Massa hacia el campo opositor. ¿O eso lleva tiempo y está bien? Como sea, es Macri quien escogió el momento y el massismo, gustoso, se suma.

Además de la ansiedad, el macrismo ha cometido errores que está pagando, ya que en tan sólo un año perdió 20 puntos de imagen y su gestión recoge más desaprobación que acompañamiento. Uno de ellos fue romper el mercado interno, con recesión, para moderar la inflación. Los sectores concentrados de la economía no lo sponsorearon como imaginaba y, cuando se dio cuenta del encierro en el que se introdujo, ya era tarde y sufría las paradojas de recesión con inflación y déficit con endeudamiento. Ah, la ortodoxia económica en una realidad heterodoxa.

Otro error grosero, que aún cometen, es confiar en que manejando Comunicación, redes sociales, todos los micrófonos (Lospennato dixit) y pueden olvidarse de las relaciones de fuerza. Lo descubrieron ahora, por las malas, y en actitud adolescente demuestran escasa tolerancia a la frustración. Conste en actas que los analistas oficialistas le pidieron a Macri la salida de Marcos Peña y el arribo de alguien con perfil político desde, por lo menos, junio o julio. Mauricio desperdició un año montado en las redes sociales y haciendo política circunstancial, con la billetera, en lugar de intentar ampliar su gobierno de minoría como ahora, tardíamente, le ruegan.

No tiene resultados económicos para mostrar; el manejo del Congreso, único ítem del que se enorgullecían, demostró sostenerse en pies de barro. Queda el antiperonismo, el sinceramiento hipócrita, la venta de optimismo y espiritualidad zen: vamos juntos; sí, se puede. No podían sólo festejar que ya no está Cristina, única promesa implícita de campaña que, huelga decir, no cumplieron: fueron en cambio los depositarios de ese deseo. El macrismo, aún, es antes un instrumento que un gobierno. Tienen poco tiempo para cambiar eso y no parece estar, lamentablemente, entre sus objetivos para 2017.

lunes, 5 de diciembre de 2016

2017 (parte II)

En el posteo que inicia esta saga (!) señalamos que las elecciones de 2017 significan casi todo para el macrismo puesto que, visto el escaso aval recibido, son la llave que abre un horizonte de sustentabilidad política que permita el arribo de “inversiones", imprescindibles para pensar luego en una reelección o continuidad. Para el peronismo, en cambio, no son definitorias, ya que de todos modos debería aguardar a 2019 para ordenarse en torno a una o dos figuras. Por ahora, entropía peronista. Cerrábamos entonces señalando que “el sistema político tenderá a dar soporte a Macri aduciendo razones de supervivencia (y que) Cambiemos no necesita hacer mucho más que pisar el freno de su ajuste para conseguir buenos resultados en 2017". Intentemos, ahora, sobrevolar las estrategias y dificultades que enfrentarán las principales fuerzas que animaron 2015 de cara a las próximas legislativas.

Cambiemos, Mauricio Macri.

El momento económico no es bueno. El combo recesión + inflación; déficit + deuda; bicicleta financiera + caída de la actividad y consumo no implica para el macrismo un incendio aún, como sí hubiera sido para un kirchnerismo gobernante. El gobierno quemó su etapa de Luna de Miel, pero patea aún algunas pocas cenizas al andar. Se avizora un “giro populista", pero poco se apunta que, de darse, será respetando su demografía electoral: contención apenas a los sectores populares e impulso del consumo a los sectores medios, procambistas. El plan es Tarjeta + Obra pública. No alcanzará lo segundo, que demanda tiempos que el macrismo no tendrá y un impulso que no está en el ADN de su plan económico, aunque provenga de la Patria Contratista. Para lo primero, confían en una dinámica de endeudamiento en plástico que viene muy ejercitada por nuestros sectores medios urbanos. Por supuesto, la burbuja que esto crearía —ya que no alcanzaría para eyectarnos del círculo vicioso en el que nos introdujeron Prat Gay y Sturzenegger— sería luego una preocupación, pero es una muestra más de cuánto está dispuesto a avanzar en la tercerización el macrismo, cuando este costo era asumido antes por el estado K, con posibilidades de financiación de las que carece la clase media. ¿Alcanzaría? Difícil cuando se trata no de un Plan A sino un Plan D.

Como señaláramos, el macrismo pretendía descargar en 2016 todo el ajuste posible, para “rebotar" durante el año electoral. El peronismo realmente existente y la CSJ lo enfrentaron en referencia al tarifazo. Los MMSS en referencia al ajuste en “gasto" social. El propio Macri se boicotea, cuando busca crear condiciones para su economía ornitológica (de buitres y golondrinas), porfiando en una flexibilización laboral con enfoque en “productividad", como sinónimo de mayor margen empresarial, o cuando detiene la obra pública con el sólo fin de evitar un mayor rojo fiscal. Pero la dimensión económica no será el único eje electoral, y vale recordar que aún no vimos a los principales presupuestos estatales y a los medios adictos jugados al triunfo y continuidad. ¿Alcanzará la dimensión política para un resultado decoroso? ¿Ser, todavía, lo nuevo? ¿Prenderá aún el relato de la corrupción K? ¿Explotarán a Cristina? El no al e-vote, con seguridad, será un argumento de campaña. Pretendían usarlo por la positiva, lo harán por la negativa.

No tienen, aún, candidato en PBA. ¿Tienen a Facundo Manes en (cuac) mente? Saldrán a poner el cuerpo Vidal y Macri, pero como bien sabe Insaurralde, no es tan simple “trasladar" el voto. De todos modos, la reciente derrota de la “reforma política" en el Senado obliga al macrismo a recalcular: ya no alcanzará con “empatar" para cabalgar un Congreso dividido vía billetera; está obligado a sumar representación legislativa para negociar desde una mayor fortaleza. También para redistribuir geográficamente (aún más) el ajuste.

Renovando la renovación.

Massa fue advertido: si pretende liderar algún peronismo, en 2017 debería demostrar con qué. Ello sólo basta para entender por qué amaga con no presentarse y sumar, en (nuevo) cambio, al Gen y a Libres del Sur. Este acercamiento a Stolbizer y Donda (progresistas en lo social, conservadoras en lo económico) tiende a dos objetivos: blindarse de antikirchnerismo (condición sine qua non de cualquier sistema de alianzas que pueda contenerlo y, además, preparación por si la emergencia de Macri es vía honestismo, en un símil 1999) y para tomar oxígeno cuando sólo se tiene a sí como figura convocante. Una alianza como única posibilidad de supervivencia, más en el candelero político que en lo estrictamente electoral.

Terciará en PBA y buscará sumarse al resultado del “cordobesismo". Poco para 2019, a menos que entonces reciba la “bendición" peronista y el PJ se trasvista como la UCR en Gualeguaychú para Macri. En su contra, el voto radical estaba ya con Mauricio; el voto peronista, si bien disperso, dista de aquel grado de orfandad.

¿Todos unidos triunfaremos?

Las opciones del peronismo —hablamos de PBA— son presentarse más dividido aún u ordenarse como una oferta electoral heterogénea. Esto último por acuerdo o posterior a internas. Como una turba de indios que desconoce o perdió a su cacique, son muchos los actores para pocos espacios. ¿Divididos para mantener la representación legislativa? ¿Juntos a la par porque interesa más derrotar a Macri? Lo primero no asegura números más amplios en el Congreso, y menos aún “manejarlo", como aprendió durante este año el cristinismo. Entonces, ¿internas o lista de unidad? Los intendentes deben recordar lo bien que resultó la disputa Aníbal - Domínguez.

Uno de los grandes interrogantes es hoy Cristina: ¿va o no va? Tiene votos, tiene piso y tiene techo. Tiene, además, un sabor dulce para el macrismo. Desglosemos: 1) el macrismo está tensando la situación elástica que dejó el kirchnerismo en la macro pero también en la microeconomía; el deterioro es evidente. Aún así, las demografías electorales pueden no obedecer únicamente a este factor, y si bien esto aleja a muchos del 51% nacional del balotaje (o aún de los resultados de octubre en PBA: 39,5% a 35,2% para Vidal vs. Aníbal F. y 32,9% a 37,1% para Macri vs. Scioli), la situación (a hoy) no es tal que los obligue a refugiarse invariablemente en el kirchnerismo. 2) Descontando el concurso de la prensa oficialista, plebiscitar al macrismo no será el único eje electoral. 3) Buceando en las profundidades de las macrinomics y las macripolitiks, el peronismo realmente existente, antes preocupado por su supervivencia, buscará refugio en sus distritos. En este cálculo, las de 2017 deberían ser elecciones nacionales para Macri y una sumatoria de comicios locales para el peronismo. Ahora sí, finalizado el desglose, podemos decir que Cristina candidata nacionalizaría las legislativas, rememorando el clima de noviembre de 2015. El macrismo, por supuesto, recibirá como maná poder apelar a su reflejo primitivo, aquello que le dio constitución, su eje de campaña desde siempre: el antikirchnerismo; y entonces cada contendiente distrital, sea formoseño o riojano, podrá sustraerse del debate local o de sus insustancialidades constitutivas para discutir con Cristina y el gobierno que terminó en diciembre pasado.

De hocico al piso, el voto electrónico y la posibilidad latente de fraude serán una preocupación menos, pero habrán más, habida cuenta de que las herramientas están en manos de Cambiemos, el Poder Judicial, los medios, AEA. Mientras, para 2017 el macrismo promete política electoral cuando sólo entrega su política económica. Massa persevera en su intento por evitar ser deglutido por la polarización, algo cada vez más difícil, mientras observa cómo Vidal le roba peones. El peronismo se debate en el desorden mientras decide entre ser tributario pasivo de la tendencia macrista por abrazar el desastre o propone, en cambio, una emergencia política, sea esta en continuidad (puaj) o alternancia al proyecto gobernante.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Voto electrónico y 2017

En reunión con algunos gobernadores PJ, el bloque de senadores del espacio concluyó que no pueden acompañar el cambio en la manera de votar. Macri debe decirle adiós a su capricho electoral, pero también a su intransigencia en la negociación política.

En agosto habíamos apuntado que “el voto electrónico sale con fritas. Y si no sale, sería una derrota más grave para Macri que la aprobación de la ley antidespidos luego vetada". Equivocamos el pronóstico, pero no así —creo— el análisis de la que por entonces no parecía una probable derrota macrista. ¿Qué pasó? Creyeron que muñequeando fondos a las provincias, agitando el fantasma del fraude que no fue y extorsionando con Cristina y el kirchnerismo, les alcanzaría. También yo lo creí así. Pero los tiempos políticos evolucionan mientras el momento económico, feo por dónde se lo mire, persiste.

La conducción política del intento de “reforma" fue espantoso; ni siquiera los medios adictos al macrismo tenían argumentos y debían publicar la opinión de informáticos y politólogos, revelando todos las vulnerabilidades (conocidas) del sistema. Frente a eso, el ¿argumento? de modernidad pareció poco. Nunca terminó de quedar claro para qué quería Macri el voto electrónico: ¿para librarse de la necesidad de fiscalizar y bajar los costos de mantener a la UCR adentro? Puede ser. Los mal pensados apuntaban en cambio hacia algún curro en la compra de un sistema caro. Los más mal pensados (que en política son más aún) decían que para hacer fraude. Lo cierto es que esta derrota obliga al macrismo a recalcular 2017.

Andrés Malamud apuntaba en Twitter los posibles gobiernos en stock: de mayoría, de coalición y de minoría. En el Senado, Cambiemos corresponde a este último. La negociación política, entonces, es casi mandatoria a menos que se apalanque fuertemente en la opinión pública. No fue el caso y Macri no quiso negociar sacar el chip o la Boleta Única en papel, ofrecimientos del PJ realmente existente. Como corolario, los gobernadores y senadores peronistas dijeron, por primera vez, “no, macho" a un proyecto de importancia vital para el macrismo. Entonces, si Cambiemos estaba feliz con sus triunfos legislativos 2016, debe mirar con preocupación el porvenir: si creía que por el desempeño del Congreso este año le alcanzaba con “empatar" (o no perder por mucho) las próximas legislativas, descansando en el alineamiento vía látigo o chequera de diputados y senadores, está obligado ahora a buscar un triunfo legislativo que le otorgue mejores números a la hora de negociar primero y votar proyectos después. Para eso, la estrategia de dividir al peronismo en PBA no sólo no alcanzaría sino que podría ser hasta contraproducente. Sabemos: los resultados pueden leerse de una manera el lunes siguiente a una elección, pero los números legislativos podrían obligar a mayores “compromisos" republicanos luego.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Populismo y globalización: Brexit, Trump y... China

Uno de los sentidos que se tejen alrededor del populismo es su calificación como opuesto a la globalización, sea por hacer su crítica, por tener un sentido electoral (y por lo tanto, local) o porque economía y política puede circular por carriles separados. Así, el discurso proteccionista es populismo aunque, desde el discurso liberal, la praxis luego entregue barreras arancelarias, fitosanitarias y subsidios a la propia producción. Este sinsentido se repite ad nauseum y el populismo termina degradado a la categoría de “todo lo malo que no me gusta".

La teoría política, post factum, quiere ver en el triunfo de Trump —así como luego del Brexit una condena a la globalización y sus consecuencias. Es innegable que las reaganomics primero (el tatcherismo en el Reino Unido) y los procesos que Toffler sintetiza para su Tercera Ola, después, constituyeron cimientos para los púlpitos desde los que predicaron los brexiters y el realDonald. Claro, si imaginamos que esos escenarios se construyeron sobre las espaldas de los habitantes de los suburbios y la ruralidad, castigados por la economía financiera y la deslocalización empresaria. Pero, contrario a lo que sostiene la prensa liberal que quería a Hillary en el Salón Oval, no fueron el único material de construcción en lo que al triunfo de Trump respecta.

Repasando resultados, podemos decir que Rusia tuvo un protagonismo importante durante la campaña electoral, pero qué poco se mencionó el hecho, fundamental, que éstas se fueron las primeras elecciones norteamericanas en las que China, al convertirse en factoría mundial y actor global, y el sudeste asiático todo en polo tecnológico, tuvieron influencia decisiva. Muchas fotos de Putin, pocas del politburó que en su momento lideró Deng Xiaoping.

Hay más razones. También la norteamérica blanca (masculina y femenina) se “defendió" con el voto —y algunas trapisonerías electorales, en los estados del sur— de las minorías que apoyaban a Clinton. ¿Tiene que ver eso con la globalización? Sí, y con la inmigración que conlleva, pero en un sentido distinto al económico y relacionado estrechamente con lo social.

¿Qué queremos decir? Se le ha adjudicado a Trump —y también a brexiters como Boris Johnson— el apelativo “populista" para explicar las razones de sus éxitos. En la prensa liberal y antitrumpista, el populismo es simplificado como “decir lo que el electorado quiere escuchar". Es más complejo, no sean hijos de puta, responde Laclau. Todos son populistas, agrega —o nos tomamos la licencia poética de darle voz—. Incluso Hillary, cuando (tarde) hizo populismo del peor al demarcar el campo político con Donald J. como hito fronterizo. Antes, fueron escasos sus esfuerzos por encadenar las demandas disímiles de las minorías cuyos votos solicitaba. Planteó el EE.UU. del futuro, multicultural, respetuoso de la diversidad y las demandas de género, pero sólo pudo intentar articular estas propuestas en rechazo al magnate presidente electo. Trump, en cambio, con Make América Great Again y su foco en la casta política (I'm sorry for la troskeada, pero el realDonald la troskeó bastante), a la que no tildó de equivocada sino de inútil, hizo populismo antes y mejor, consiguiendo el voto de incluso un 30% de los mismos inmigrantes a los que prometía echar a patadas. En términos económico, EE.UU. fue puesto a elegir entre los '80s reaganianos y los '90s clintonianos. Pero desde un enfoque social, la dicotomía fue planteada entre pasado y futuro, siendo el primero, para una parte pequeña pero determinante del electorado, el recuerdo del añorado american way of life.

Aterrorizados aún por un triunfo que creían imposible cuando sólo era improbable, algunos analistas, interesados, hablan de una ola de populismo que destruiría más temprano que tarde al mundo. Están los que quieren ver el mundo arder y están los que se conforman con pronosticarlo. Pero si bien tanto Trump como los brexiters se apoyaron en eslóganes populistas, apelaron antes a un conservadurismo romántico y casi cinematográfico. En el caso Trump, un retorno al americanismo, la nostalgia de un pasado idílico en el que sólo iban a la guerra para detener nazis y sucios comunistas. Más que populista, Trump es lo que él reconoció ser: un conservador, en este caso, popular. Y cualquiera de nosotros puede entender a qué se refiere el término: “volvamos a la época de nuestros abuelos en la que... (acá) los chicos podían jugar en la vereda o (allá) teníamos al american dream delante de nuestras narices y el sky era el limit". En ocasiones, el pasado queda más cerca que el futuro.

Además de considerar que con Trump asistiríamos a un supuesto fin de la globalización, el imperialismo norteamericano ha sido puesto también en entredicho en su efectividad como factor cohesivo del lábil por diverso tejido social. Debe haber algo así, momentáneo, pero la constante apelación de Trump a su capacidad para destruir a ISIS desmiente parte del postulado. Así, ambos argumentos, el fin de la globalización y el expansionismo imperial norteamericano, se demuestran apresurados.

La globalización es hace tiempo una fuerza que supera largamente las posibilidades de control por parte de un Estado, así sea este el más poderoso del mundo en términos militares, culturales y —todavía— económicos. ¿La caída o reconfiguración de tratados como el NAFTA o el TPP implican algo distinto a un tiempo para repensar los modos en que el comercio mundial se moldea a sí mismo? ¿Más estado y menos mano invisible? Si consideramos que ya les tocó a las socialdemocracias europeas gestionar recortes al estado de bienestar, y se asimilaron a las derechas que las precedieron (con relativo éxito para el capitalismo financiero, desastroso para los sistemas políticos que vieron monocromatizadas sus ofertas electorales), es dable suponer que con el mismo grado de éxito (es ironía) los conservadurismos que vendrán —traccionados por los mismos condicionantes que explican el Brexit y a Trump— serán llamados a gestionar el rebote electoral que ahora pide por más estado-nación y menos economía global. Pero no se tratará de cambio de paradigma alguno, sólo un grado de variación en las relaciones de fuerza que navegan las aguas de una economía global, en la que China ganó en injerencia en detrimento de un EE.UU. que debe aún decidir si continúa siendo el gendarme mundial.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Love Trump's hate

No era así el pésimo eslogan de campaña de Hillary, pero fue así como el discurso de Trump “trickled down" a los white uneducated, que vieron mermar sus fuentes de trabajo vía globalización, “Shaina" y la excusa de la inmigración descontrolada: el odio le ganó al amor. Pasó acá y también allá, con candidatos que no sólo no enamoraron sino que presentaron elevados niveles de rechazo.

¿Perdió Hillary? ¿Ganó Trump? Un poco de ambas. La peor candidata que podían presentar los demócratas frente a un supuesto outsider. Una campaña que hizo foco en demonizar al realDonald vs. promesas irrealizables y just common sense (para decir demagogia) por parte del anaranjado magnate. ¿Ganó el populismo, horrible populismo? No hagan que Laclau se corchee: populismo no es sólo decir lo que el público quiere escuchar. Las Trumponomics, en cambio, se parecen más al recetario tradicional del conservadurismo republicano (recortar taxes a los ricos, también salud pública y gastos sociales, por ejemplo) que al ideario peronista como quieren vendernos en la tele macrista. Pero retornemos. Hay más razones, claro: la participación (Hillary, 7 palos menos de votos que Obama vs. Trump, con sólo 1,5 palos menos que Romney); el voto del rust belt, Ohio, Pennsylvania, a priori azules, a la larga rojos enmarcados en razones similares a las que explicaron el Brexit; redes sociales vs. medios tradicionales, Rusia, WikiLeaks, etc., etc. Todo ha sido dicho ya.

¿Qué podemos pensar entonces? ¿Qué cabría esperar de una Trump administration? En principio, resulta una incógnita. El New York Times (con una importante participación accionaria del mexicano Slim), dijo re caliente: “we don’t know if he has the capacity to focus on any issue and arrive at a rational conclusion". Tranqui, eh. Como para que tenga y guarde. Uno querría agarrarse de su discurso de aceptación, moderado y calmo, para evitar pensar que es un monkey with a granade que va a enquilombar el comercio mundial, destruir economías dependientes del dólar (y en Latinoamérica no tenemos sólo a la Alianza del Pacífico, sino que debemos sumar a Temer y Macri), embarcarse en war trades con Shaina (aka as China), favorecer el desmembramiento de la Unión Europea, etc. Por lo pronto, una de las posibilidades es que produzca justo eso. O parte de eso. Otra posibilidad, más ansiolítica, es que en vista de que llegó sólo, sin equipo, y que su partido dominará ampliamente el Congreso, se avenga a encauzar un gobierno republicano como los conservadores mandan, entregando el gobierno al Partido y reservándose la figuración. Nombres como Giuliani o Gringitch ya suenan para su gabinete. En tal caso podríamos esperar, esperanzados (!), algo más parecido a la presidencia W. Bush que a la del host de The Apprentice. Sí, ya se, no suena inspirador, pero antes que rezar para que vengan los marcianos a invadirnos y respirar aliviados con un Mars Attack liberador, dejenmé con George W.

¿Que van a haber más tiros en yanquilandia, dicen? ¿Van a tirar abajo el Obamacare? ¿Chau a Roe vs Wade y todo el progresismo liberal norteamericano? ¿Que van a perseguir musulmanes, mexicanos y los van a cagar a palos más que ahora? Sí, puede ser. Pero votaron eso, chicos. Como acá votamos xenofobia, endeudamiento y bicicleta financiera con políticas anti industriales. A comerla o armar un partido para ganar las elecciones. A propósito de esto último, Obama y Hillary son Cristina y Scioli, y los demócratas deberán reencontrar su lugar en el mundo (político norteamericano) y reinventarse bajo un nuevo liderazgo. ¿Warren? ¿Michelle 2020? Es pronto para saberlo.

¿Y para Argentina, qué podríamos esperar? Amén de los groseros errores de política exterior del team Malcorra/Macri/Lousteau, no mucho en términos políticos pero sí en términos económicos si el realDonald termina siendo un mono con navaja. Turbulencias diplomáticas, difícil: al contrario de lo pregonado por el discurso del “oh, qué felicidad, ¡volvimos al mundo!", lo cierto es que les importamos tres carajos y tendrán preocupaciones geopolíticas más urgentes. No deberíamos dejar de anotar, de todos modos, que supeditamos nuestra política exterior a la candidatura de Malcorra a ONU para perder por sobreactuación hacia una administración norteamericana que se iba y que, a la postre, también perdió. No era lo más probable, pero tampoco era imposible. De todos modos, resulta más preocupante que el plan económico del macrismo fuera *abrimos comillas* consensuado *cerramos comillas* *igual seguimos haciendo comillas por un rato* con el secretario del Tesoro de Obama y que, además, la nueva administración trumpista deberá demostrar cuánto respeta la tradicional independencia de la Reserva Federal yanqui. Let's pray for Vidal, but first raise your hands to the Lord for Sturze & Prat Gay.

Gran idea, además, abrirse irresponsablemente a la globalización golpeando al mercado interno mientras la primera es cuestionada en los países centrales. ¿Se revalorizan los Estado-nación? Puede ser. ¿Estamos frente al fin del imperialismo norteamericano? Difícil: es más probable que, así como le tocó antes a la socialdemocracia europea lidiar con soluciones a problemas que la alejaron de los Estados de bienestar, la ciudadanía esté encargando ahora a los conservadores un retorno a cierta protección social por parte de estos Estados. Así, tan contradictorio como suena.

Mientras todas estas incógnitas se resuelven, podemos entretenernos intentando acertar el tono Koleston de Donald J., contando los días para el encarcelamiento prometido de Hillary o tomando nota de cómo lleva adelante Juliana su lenta, pero segura (?), transformación en Melania. Solo queda por decir: crooked Trump voters.

sábado, 15 de octubre de 2016

Dylan

Dylan puede conjugar dosis semejantes de iconoclasta y de constructor de la mitología biempensante occidental. Solitario y huraño, aún así contiene multitudes. Es un canon al que solo pueden aspirar viejos rockeros y ningún escritor que yo conozca. ¿Hubo algo de eso en la selección de los suecos antiborgeanos estos? Pregunto, porque la elección de Dylan invirtió la carga de la prueba, de culpabilidad: si con pasadas selecciones la cuestión a resolver era la motivación política o histórica que llevaba a la Academia a elegir anualmente, el debate actual pasa por los merecimientos o no de Dylan al premio. Quizás los suecos pretendan desafiar los límites de la literatura, o al concepto mismo de literatura. O tal vez la triste realidad sea que otorgar estatus Nobel a Dylan sea lo suficientemente cool y contestatario para esta época. Como el propio artista. O una reivindicación del espíritu de los '60, cuando la contribución musical de Dylan modeló parte del imaginario epocal.

Vay'uno a saber qué tienen en la cabeza los suecos estos; lo cierto es que es el primer Nobel de Literatura que trasciende los ghettos académicos para que el debate sobre lo que es arte se relacione con lo sensible más que con lo racional. Además, no jodamos: basta escuchar a Dylan, que aún en su tono monocorde extrae musicalidad de las palabras y sus encadenaciones, para comprender que la poesía es música despojada.

Pero sí, reconocemos que en el storytelling, que en el ropaje rockero y que en la construcción de una obra que atraviese los límites de lo que la industria demanda, que prefiere decantar antes en la consecución de un público que de consumidores, y porque el tipo prefirió respetar al artista que habita en sí, es que celebramos este premio —por el que solemos dar dos mangos y nos encantaría recibir— para un tipo que diseñó versos como los que siguen:

“Ain't it just like the night to play tricks when you're tryin' to be so quiet?" (Visions of Johanna)

“'Twas in another lifetime, one of toil and blood
When blackness was a virtue the road was full of mud
I came in from the wilderness, a creature void of form
Come in, she said
I'll give ya shelter from the storm" (Shelter from the Storm).

No podemos finalizar esta semblanza sintética, este homenaje modesto, sin recordar que Bob tocó-con-George, tocó-con-Tom, tocó-con-Roy y con... bueno, ya vino Jeff Lynne a cagarnos la inmerecida ironía para con quien algunos sindican como el Dylan argento: León Gieco —pocas cosas más alejadas de la realidad en términos de prosodia—.

Ah, por supuesto: chupala, Georgie.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Macrismo: 2017, ¿rebote? y economía ornitológica

De lo realizado por el macrismo en el área económica, mucho es fundamentalismo liberal y bastante inocencia juvenil. You can't see with the sun in your eyes, cantaba Stereophonics. La baja de retenciones al agro puede conjugar ambas caracterizaciones, ya que no sólo se trata de una transferencia fenomenal en la distribución de la torta sino que esperaban, cándidos, que los agroexportadores les aportaran dólares rápido para bancar la salida del cepo y los primeros tiempos de ajuste. Pero es historia conocida, y acá pretendemos avistar la historia que el macrismo piensa escribir en estos tiempos venideros, marketineros y con escaso eros (excepto que seas de los que pueden dolarizarse).

Macri y su equipo económico pretendían imponer la mayor carga del ajuste que están realizando (sí, ok, están incrementando el déficit, pero si hay transferencia regresiva de recursos, fuga, caída de actividad, de poder adquisitivo y consumo, ¿cómo le dicen ustedes?) para este año. Las protestas por los tarifazos y la CSJ le pusieron un límite, pero la recesión que proyectaron —y a la que ya arribamos— es el ancla simple con la que pretenden frenar el incremento inflacionario provocado por sus medidas iniciales. No parece un panorama alentador para las próximas legislativas, ¿pero acaso la judicialización de la política les alcanzaría para obtener un resultado decoroso en 2017? No: pretendían descargar el ajuste ahora para “rebotar" en el próximo año electoral. Está explícito en este texto de Luciano Cohan, un economista cercano al macrismo, cuyo título optimista reza “¿Por qué vamos a crecer?":

«...Creo que Argentina volverá a crecer, y que pasará pronto. Este optimismo, que decae a medida que alargamos el horizonte y pensamos en el mediano y largo plazo, tiene su origen en un doble diagnóstico de la situación económica argentina (...) La primera parte es que creo que detrás el estancamiento del último tercio del kirchnerismo no había un problema de demanda, sino de oferta (...) La producción argentina no pudo seguirle el ritmo a los agónicos cartuchos de demanda que el gobierno derrochaba en apuntalar la actividad (...) Esta situación se complementa con la segunda parte del diagnóstico. Creo que la contracción de 2016 es principalmente un problema de demanda: el impacto contractivo de corto plazo del combo de políticas implementadas desde diciembre (...) concentrar los costos al inicio fue una decisión estratégica que tomó una dinámica que era esperable que tomara. La recesión de 2016 se explica, entonces, por un shock negativo de demanda. Devaluación, suba de tarifas, combustibles y tasas y liberación de precios reprimidos golpeo la capacidad de compra de los salarios. El ajuste fiscal del primer semestre, principalmente en obra pública, afectó la inversión y la política monetaria contractiva, inevitable tras la salida del cepo, hizo su aporte restringiendo la liquidez...».

Luego apunta que, según su visión, «...el shock negativo de demanda ha comenzado a revertirse (y) el país experimenta, desde fines del año pasado, un brutal shock positivo de oferta (...) en 2017 ambos efectos jugarán en el mismo sentido y es muy probable que el país vuelva a crecer. A partir de allí, sin embargo, y agotado el transitorio efecto rebote de la demanda, el país entrará en el mas viscoso terreno del mediano plazo, cuando deberán enfrentarse tensiones de difícil resolución...».

La esperanza del gobierno para enfrentarlas —dice—, es «...la inversión (...) El crecimiento en el mediano plazo - digamos, en la segunda mitad del gobierno de Macri - dependerá, como diría Keynes, de los animals spirits, de la percepción de que el crecimiento será sostenido y que vale la pena hundir capital en infraestructura, comunicaciones, en construcción privada, inversión petrolera, minera o agrícola, en maquinaria industrial, en soft, etc. La estrategia del gobierno es ambiciosa pero arriesgada, en tanto la última ancla es la propia confianza en su éxito...».

¿Estoy de acuerdo con todo lo que dice? No, con la mayoría no. Por ejemplo, no creo que el impacto contractivo de las medidas tomadas desde diciembre sea de corto plazo. Pero bien leído el texto confirma lo que podía presumirse y lo que sostenemos aquí desde febrero: 1) querían ajustar para “rebotar" y 2) las posibilidades de “inversiones" están atadas a la percepción de que el macrismo no será efímero. Dicho de otro modo: que puede ganar (o, de mínima, no perder feo) en 2017, para profundizar entonces sus políticas de cara a 2019 con la posibilidad de reelección o continuidad (¿vía Vidal?) abierta.

La esperanza del macrismo se basa entonces en la esperanza misma. No es un buen plan, si me preguntan. Menos si ese deseo es el de una economía ornitológica, puesto que ¿quiénes podrían “invertir" sino capitales golondrina en bicicleta financiera y buitres en la generación de más deuda? Esto dejando de lado: a) un mundo que busca colocar antes que tomar producción; b) el mayor incremento del déficit que querrán hacer vía el denostado populismo —o “gasto electoral" (que podemos inferir se destinará fundamentalmente a CABA, PBA, Sta. Fe, Córdoba, Mendoza y posiblemente Jujuy)— en contra de las recomendaciones que hará el FMI; c) la necesidad de nueva(s) devaluación(es) por atraso cambiario, d) la profundización del círculo vicioso recesivo en el que nos introdujeron y e) que están consumiendo rápidamente la soga que dejó la “pesada herencia" en la relación deuda/pbi.

Pero más allá del voluntarismo liberal y de clase (considerando también las posibilidades, por ahora menores, de que la economía se les escape de las manos), un rebote ayudado por una inyección de populismo en los distritos mencionados no puede ser descartado. Menos aún un amesetamiento en la caída que sea interpretado como una nueva normalidad: la naturalización de la intemperie al decir de Semán. Se tratan de escenarios que el peronismo deberá considerar para analizar el minué electoral. En definitiva, si bien en su relato predominante el kirchnerismo pretende situar al macrismo en el año 2000/2001 de la Alianza —y hasta el peronismo ortodoxo avienta el fantasma del helicóptero—, las condiciones posicionan a Macri más cerca de algunos momentos del menemismo (quizás a una velocidad mayor de deterioro). De este modo, pronosticar catástrofes que no ocurrirán mientras el oficialismo pueda apelar al endeudamiento o regular el ajuste sólo redundaría en beneficio del elenco gobernante. Hay que buscar otra vuelta de tuerca para criticar a un gobierno que pugna por desempleo, flexibilización, salarios más bajos y economía financiera pero que no colapsará en el corto o mediano plazo.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Educando en economía a Mauricio

Pronto estará el FMI por estas pampas, bosques subtropicales, mesetas y etc., y ya podemos adivinar algunas de sus recomendaciones: ajuste fiscal, mayor apertura, restricción de la emisión monetaria, más cierre de programas sociales y todo lo que recuerden de sus incursiones noventadosmilistas. Si algo hay que agradecerles es la educación que nos dieron. Si la letra, con sangre, entra, estos muchachos nos aleccionaron muy bien acerca de las políticas neoliberales y sus desastrosas consecuencias.

No es raro leer en Twitter a José Luis Espert puteando por el incremento del déficit fiscal macrista o otros muchachos liberales prêt-à-porter quejándose por la debilidad macrista para meter el cuchillo hasta el hueso en el ajuste. Por suerte, a veces tuiter nos trae algo de racionalidad y fue el tucumano @chichonapoleon quien nos recordó este artículo del ultra kirchnerista Paul Krugman, mofándose de economistas/profetas del ajuste. El editorial se refiere al famoso paper de los harvardistas Reinhart (que no es Django) y Rogoff, quienes, en tiempos de crisis de deuda, recomendaban como mandatorio la austeridad fiscal. La nota es de 2013 y fácil de leer, pero recuperamos este pequeño párrafo, por si Mauricio quiere —no creemos, válgame Dios, ¿qué diría el mundo?— rebatir algunas de las recomendaciones que traerán ya en carpeta los muchachos del FMI:

«...So the Reinhart-Rogoff fiasco needs to be seen in the broader context of austerity mania: the obviously intense desire of policy makers, politicians and pundits across the Western world to turn their backs on the unemployed and instead use the economic crisis as an excuse to slash social programs...»

“...El fiasco de Reinhart-Rogoff debe ser visto en el contexto más amplio de la manía por la austeridad: el intenso deseo de los hacedores de políticas, políticos y expertos del mundo occidental por darle la espalda al desempleo y, en cambio, utilizar a las crisis económicas como excusa para recortar programas sociales...".

Evidentemente, a la traducción la hizo tu vieja cuando le estaban dando matraca. Tal cual hará el FMI, nuevamente y con auspicio del macrismo, con todos nosotros. Eso y no otra cosa, votamos.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Subrrepresentame esta, Fidanza

El título no es, de modo alguno, una falta de respeto para casi el último de los analistas republicanos que pueden ser leídos y debatidos. Señala Eduardo F. en LA NACION: “...la coalición de gobierno debe trazar bien la estrategia si quiere que su proyecto dure ocho años. No resultará fácil. El peronismo ya posee una figura fuerte, que es Sergio Massa, un dirigente hecho, como Néstor Kirchner, para remontar sin prejuicios una eventual desilusión social...". Evidentemente se trata de: a) una expresión de deseos o, b) la convicción de que la política se hace únicamente desde los medios porteños.

Valga entonces el recuerdo sobrerrepresentado (aunque Tucumán está sub): Menem era riojano y le ganó a Cafiero. Kirchner, de Santa Cruz. Puesto en términos políticos, tenés que tener al PJ-PBA para llegar (o PBA, como demostraron 2015, Macri y Vidal), pero no es mandatario “ser" el PJ-PBA. Ahí están Duhalde y Scioli para comprobarlo. Es una simplificación, claro, ya que fue PBA quien determinó que fuera Kirchner y no un Menem que, en 2003, ganó en el NOA y NEA.

Quizás allí residan algunas de las razones que llevaron a Massa a “apurar" el salto de un municipio rico a Nación sin electrocurarse con la gobernación bonaerense.

Volvamos a Fidanza antes de ahondar en lo anterior. No se equivoca cuando apunta: “...Los condicionantes estructurales no prescriben. Podrían, sin pretender agotar el tema, enumerárselos así: primero, el peronismo es la fuerza dominante del sistema; segundo, un gobierno no peronista resulta la excepción y, sin mayorías legislativas y con economía en retroceso, es débil; tercero, si el peronismo está dividido, esa debilidad se matiza pero no desaparece; cuarto, una mejora de la economía debería fortalecer al Gobierno; y quinto, el peronismo en el llano termina reorganizándose en torno a la figura más fuerte, si la posee...".

Puesto así, parece bastante simple el peronismo: “¿quién mide? Vamos con él". Cuando pensó así, y resolvió la superestructura (el PJ-PBA como uno de sus mayores órganos representantes), perdió con Duhalde y Scioli. El primero “era" el peronismo bonaerense y el segundo fue quien el peronismo de la Provincia, en mayor medida, seleccionó dadas las condiciones. Y este último apunte nos parece fundamental: son las condiciones las que mejor explican algunos procesos, y leerlas es el trabajo de quien pretenda conducir.

Pero, Eduardo, Fidanza querido (?), Menem y Kirchner no lideraron al peronismo sino cuando arribaron a Casa Rosada. Antes fueron contendientes y apuestas de sectores del peronismo, bonaerense y nacional. Massa y Cristina lo saben, y como alas derecha/posmoderna e izquierda/moderna, cotejan por el centro y cetro peronista, que aún en tiempos de liquidez pospartidaria son necesarios para arrimar la bocha. De todos modos, siempre existe la “amenaza" que genera terror en el republicanismo, expresada en forma acabada por Prat Gay: “...cada diez años nos dejamos cooptar por un caudillo que viene del Norte, del Sur, no importa de dónde viene, pero de provincias con muy pocos habitantes, con un currículum prácticamente desconocido...".

miércoles, 31 de agosto de 2016

La CGT en la oposición

Ya el título hará que algún lector arrugue el ceño y largue una puteada al viento. La última noticia apunta que “la CGT descarta una reapertura de paritarias pero van por un bono de fin de año". Un perfil combativo bárbaro, podríamos decir. Pero en términos políticos es un poquito más complicado.

Nos guste o no, la CGT es lo más muscular que existe en oposición al macrismo. Lo fáctico. Pensar, en cambio, que se podría ocupar la calle con sueltos o militantes K es ilusorio si no directamente una joda: no hay forma de tener una ocupación “blumberiana". Los gremios son la línea de defensa con que contamos. Triste, ¿no?, porque son en parte responsables del advenimiento de Macri y compañía. Desde Moyano al barrionuevismo y contando algunos gordos massistas: el análisis y las opciones políticas que fueron tomando resultaron horribles. Entonces, si los laburantes perdieron alrededor del 10 al 15% del poder adquisitivo, éstos no deberían poder mirar hacia el suelo y silbar bajito.

Por otro lado, es comprensible que la CGT no pueda hacer una oposición frontal y combativa. Por su propia naturaleza, ya que el macrismo propone negociaciones (y un líder gremial que autocercenara su capacidad negociadora pronto debería entregar su cabeza); porque consiguen prebendas que el kirchnerismo les negaba (el dinero para las OOSS) y porque no podrían pagar el costo de un supuesto “golpismo": hemos señalado en esta página la extorsión que con la continuidad institucional hace el macrismo y, también, la función como garante de la misma que juega el peronismo, mucho más republicano que toda nuestra oposición. Por si no fuera suficiente, el “desorden" pejotista no habilita una salida como la consensuada por el duhaldismo y el alfonsinismo en 2001/2002. La situación económica y social, tampoco.

Retomando a la CGT, fue unificada dentro de las posibilidades que el macrismo otorga (con un Barrionuevo de Schrödinger, cuántico, jugando a estar adentro y afuera a la vez) y eso ya constituye un mensaje. No era necesaria —o posible— una central unificada en la última etapa del kirchnerismo. Aún así, esta CGT continuará “defraudándonos" en el rol combatimos que le exigimos mientras no se cumpla una de dos premisas: un deterioro económico mucho mayor o la aparición de una opción política clara para 2019. Lo primero no se vislumbra en el horizonte, cuando el escenario podría ser más parecido al del segundo mandato menemista (de recesión pero con posibilidades de tomar deuda) que al de los meses posteriores a las legislativas de 2001 durante el delarruísmo. La “pesada herencia" no sólo otorgó un changüí de billeteras más elásticas sino la chance abierta de varias ventanillas de endeudamiento (y las provincias #cambiemistas —o #cambistas en la acepción “cueveril" de la City porteña, ya que toman dólares para la administración macrista— son unas de éstas). Respecto a la aparición de una opción política clara... deberemos esperar a 2019.

martes, 23 de agosto de 2016

El macrismo: ¿una novedad política?

Un partido de centroderecha, market friendly, todo lo liberal en lo social que el conservadurismo de las elites argentinas que lo componen permite, arriba al poder por vía electoral y derrotando al peronismo: evidentemente se trata de una novedad para la política argentina, ¿pero cuánto de novedad tiene efectivamente?

El núcleo social de Cambiemos —tomando al radicalismo como lo que es, un mero apéndice electoral— solo ejerció antes el poder junto al partido militar o como ánima del corpus menemista. En elecciones libres, López Murphy fue quien más pudo acercarse, en las circunstancias excepcionales de 2003, sumando un escaso 16%. Desde la muerte de la UCeDé, y más aun desde la fallida experiencia de la Alianza UCR-Frepaso, fue un lugar común señalar la ausencia de un partido de centroderecha asumida. El PRO vino a ocupar ese lugar, por vacancia más que por convicción, cuando en sus comienzos coqueteó con corporizar un neomenemismo. Las elecciones de 2015 demostraron que las elites que adversan a la base electoral del peronismo cuentan con capacidad para conformar una coalición con poder de fuego electoral, manipular el humor social, servirse de los actores políticos subsidiarios y aprovechar la institución ad-hoc del balotaje.

¿Es una novedad, entonces, Cambiemos? ¿No contamos con referencias a las que apelar en nuestra historia? Si existe una línea Rosas-Yrigoyen-Perón para sustentar el imaginario nacional y popular, ¿los grupos de poder que integran Cambiemos podrían referenciarse en la línea Uriburu-Lonardi-Martínez de Hoz o, más reciente, en la que enlaza a Menem, Cavallo y De la Rúa? Como nadie puede ser obligado a testificar en su contra, solo queda lo fundacional o el tibio homenaje a Arturo Illia de junio pasado. Pero aún como novedad, el macrismo puede ser referenciado en su experiencia más cercana: el gobierno que el propio Mauricio Macri y Rodríguez Larreta llevaron adelante en CABA. Son tantos los paralelos que podríamos, con pereza, hablar de que Macri “trasladó" a Balcarce 50 las directrices de su gestión al frente de la Ciudad Autónoma. Recordemos, desde su arribo en 2007, todo lo que está replicando ahora al frente del PEN:

1. Despidos de estatales, calificados como “ñoquis". A poco de su arribo a la jefatura de gobierno, una nota nos recordaba su promesa de «reducir un 33% de los cargos políticos en los ministerios» (pero en cambio) «aumentó los fondos que tiene cada ministro y otros funcionarios para contratar asesores».
2. Ocupación represiva del espacio público vía la UCEP.
3. Avance a prueba/error, buscando los límites de lo permitido: privatización de las bicicletas porteñas, incrementos en el subte o la disminución del número de becas a estudiantes en CABA, por apelar solo a los primeros resultados de Google.
4. Triplicó la deuda en dólares de CABA, utilizando el endeudamiento para gastos corrientes.
5. Negocios para amigos.
6. Incrementos sucesivos y superiores al 100% anual del ABL porteño.
7. En infraestructura priorizó lo electoralista, con bacheo al tope de la ejecución en el presupuesto. Ahora presidente, el Plan Belgrano es motivo de chanzas en el NOA mientras reasigna partidas para CABA y GBA.
8. Subejecución presupuestaria en lo que a políticas sociales y de salud se refiere.
9. Priorización de la educación privada. Ahora, en un contexto de alta inflación e incrementos tarifarios, congela los fondos a las universidades nacionales.
10. Los negocios inmobiliarios, leitmotiv de la creación del PRO, ¿pueden extenderse al Estado nacional?

También formaron parte de sus políticas el culpabilizar al kirchnerismo; el asistencialismo a los barrios del sur y villas, lo que ahora le vale el calificativo de “nueva" derecha; la excelente política de comunicación sumada a la protección mediática; también en CABA supo apalancarse en terceras fuerzas políticas como Proyecto Sur, preludiando lo que el Frente Renovador implicó en 2015 para dividir el voto peronista y garantizar la segunda vuelta. Negoció políticamente por abajo —y el FPV-CABA se comportó como el pan-PJ macri-friendly ahora— para denigrar lo político por arriba, en un juego de balanzas entre política y comunicación.

Visto todo lo anterior, el macrismo representa novedades pero, a la vez, se recuesta en continuidades claras. Puede ser entonces una nueva derecha y, al mismo tiempo, demostrar casi involuntariamente los reflejos de clase de nuestra vieja oligarquía. Por supuesto, lo que en CABA le alcanzó durante años puede no ser suficiente, aunque el salto a Nación le abrió un crédito que está dilapidando. Cuenta con herramientas para salir del atolladero en el que se introdujo por principismo liberal y ya advertimos que le bastaría con moderar el ajuste y sumar la colaboración involuntaria de la oposición, fragmentada y sin conducción, para obtener resultados que no impliquen un certificado de defunción el próximo año.

martes, 16 de agosto de 2016

Choque de Reyes por las tarifas

Si la Corte gobierna, que pague el costo político, parece decir Prat Gay. Como si fuera kirchnerista, ¿no? Aunque el kirchnerismo, probablemente, hubiera enviado el tema al Congreso.

Así nos van a dejar el buraco, parece decir el ministro...
El macrismo juega al matoncito que tira piedras desde arriba de una tapia porque creyó que rosqueando con el círculo rojo alcanzaba. Chocó contra la realidad, ya que el tarifazo es brutal aunque ellos estén convencidos de que están siendo gradualistas; también chocó contra el republicanismo que predican y no practican, ya que las audiencias públicas que no realizaron deslegitiman su política tarifaria; y chocó también contra un techo de cristal (blindado), ya que ideológicamente creen estar haciendo lo correcto, por lo que cualquier juez —y más aun la CSJ— debería haberle dado ya la razón.

La Corte hace política, algo que el macrismo practica solo con la billetera por abajo mientras denigra en la superficie, censurando a la política con la antipolítica. Su práctica es deficiente, claro, al haber descansado en el antikirchnerismo durante su construcción y ascenso al poder. Así, por prepotencia, se ve obligado a chantajear a los Supremos con la opinión pública, como Morales Solá y Pagni demuestran en TN.


De todos modos, señalar la presión del oficialismo a la Corte tampoco es hacer política, como tampoco lo es asumir la misma posición honestista del oficialismo pero desde la oposición.

La Corte puede convalidar o no. Si existe una salida jurídica creativa, es materia de leguleyos. Si avala, compartirá el costo político con el macrismo. Si no, el oficialismo le tirará encima el costo de la recesión. Pero aún si todo el papeleo se soluciona, el tarifazo necesita una solución política que el macrismo puede o no intentar. Cualquiera sea la resolución, no deben existir antecedentes de un gobierno hackeado de tal modo por impericia política, tan temprano en su mandato. De la Rúa lamentó demasiado tarde el impuestazo contra su base social. ¿Se arrepentirá Macri, o el tarifazo forma parte fundamental de un plan económico recesivo? Aún si la pulseada política resultara favorable al macrismo, no sería sino una victoria pírrica. Se acabó el tiempo de solicitar sacrificios sociales sin afectar la imagen del gobierno.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Boleta Única Electrónica: el Caballo de Troya de la transparencia

¿El macrismo propone una reforma política? No, solo un cambio en la manera de votar: el famoso voto electrónico, al que no quieren denominar así sino, como en CABA, boleta única electrónica. ¿Es solo el PRO intentando venderse como lo nuevo? Un poco. ¿Es la vieja sabana en papel por otros medios como señala Andy Tow? También. ¿Es favorecer a MSA, la empresa que tiene el monopolio de la BUE en el país? Claro, pero no solo eso.

Las denuncias mediáticas de fraude en las últimas —pero también en pasadas— elecciones fungen como justificativo. Existen, de todos modos, muchos argumentos para oponerse: desde la pérdida del control ciudadano y partidario sobre el acto electoral, soberanía que es “estatizada" para ser luego concesionada a una empresa privada, hasta las posibilidades ciertas de hackeo. Los sistemas en pugna son:

1. el que tenemos, de boleta partidaria de papel, re linda (?).

2. los sistemas cordobés y santafesino de boletas únicas de papel, feos (!) porque favorecen los personalismos, el desanclaje por categorías entregando legislativos con mayor fragmentación y la proliferación del voto en blanco y anulado. Los analizamos y comparamos brevemente en 2011.

3. el voto electrónico de Salta y CABA, distintos entre sí ya que el medio es el mensaje (?) y el entorno y diseño de pantallas modifica el modo de votar y lo que se vota, pudiendo interferir con la voluntad del elector. Aquí un buen muestreo de ambos por Juan Pablo Ruiz Nicolini.

Es el sistema de CABA el que propone Macri, por supuesto. Ocurre que no se trata de BUE —como señalamos al principio— sino de voto electrónico liso y llano. Delia Ferreira lo explicó en 2015 y la crítica es válida para el debate en curso, ya que el control no solo no puede hacerlo cualquier hijo de vecina con entrenamiento básico en lectoescritura, conocimiento somero de los derechos y obligaciones electorales, sino que no puede realizarlo nadie sino la máquina que computa los votos:

«...El escrutinio de mesa lo hace la máquina a través de la lectura del chip que contiene la boleta. Lo impreso se lee en voz alta y los fiscales pueden controlar -si el procedimiento es lo suficientemente pausado- que lo que aparece en la pantalla es lo mismo que está impreso. Pero lo que cuenta es lo que contiene el chip. Una vez que el chip ha sido leído por la máquina esos votos se han computado y las autoridades de mesa no pueden alterar manualmente lo que el lector del chip marcó. Si alguien planteara una objeción después que el chip fue computado, ya no habría forma de volver atrás o descontar ese voto...».

Jorge Landau recuerda, en sus consideraciones, que en Alemania se declaró inconstitucional el voto electrónico por la pérdida del control ciudadano que conlleva; Holanda abandonó también el VE por la posibilidad de pérdida del secreto que implica la utilización de chips emisores de radiofrecuencia. Hasta Richard Stallman realizó un alegato contra el VE

Habiendo señalado todo lo anterior, debería ser clara la inconveniencia de migrar al voto electrónico. Pero como señaláramos cuando se utilizaron las elecciones en Tucumán para instalar la figura del fraude a nivel nacional —y vaya si aquello ayudó a estimular y fidelizar el voto antiperonista, tan importante en el ajustado balotaje—, había que ser ciego para no advertir que la estrategia implicaba más que sólo octubre/noviembre de 2015: serviría para golpear al nuevo gobierno si hubiera sido este peronista (al modo brasileño) o para habilitar al voto electrónico y la pátina de transparencia en caso de triunfar Macri, como finalmente ocurrió. Entonces, a pesar de todos los contras del voto electrónico que propone el macrismo, mi impresión es que no existen argumentos políticos para oponerse mas que —como intentará la oposición— la adopción de la boleta única en papel en lugar de la electrónica. Menos aún cuando el debate es tan técnico, cuando los medios oficialistas lo utilizan como bandera porque será, probablemente, la única promesa electoral que el macrismo podrá reclamar como cumplida camino a 2017 —y porque sirve para recortar espacio al tarifazo o la economía hecha pomada— y, por si fuera poco, cuando existe una considerable masa social, tilinga, que cree que si lo propone Macri, es en detrimento del peronismo (falso: al FpV le hubiera convenido, por ejemplo, modificar su reforma electoral y anular las PASO en 2015 y, además, —como apunta Pablo Torres— unas primarias optativas, como propone el macrismo, favorecen el voto clientelar) y que solo por ser nuevo, debe ser mejor. ¿Mi pronóstico? El voto electrónico sale con fritas. Y si no sale, sería una derrota más grave para Macri que la aprobación de la ley antidespidos luego vetada.

viernes, 5 de agosto de 2016

"Son las elecciones de medio término, estúpido" (Bloomberg le copia a este blog)

¿Qué sostenemos desde febrero? Que las elecciones de 2017 son el examen que Macri debe rendir para conseguir que los dólares vengan. Dijimos en mayo:

«¿Qué implica 2017 para Macri? Casi todo: arribó al PEN con un Congreso desfavorable pero, más importante aún, es el examen que debe rendir frente a sus sponsors y posibles financistas offshore —entiéndase “financistas más allá de nuestras costas", ¿por qué deben ser siempre mal pensados?—. Es la sustentabilidad política en el tiempo la que daría “confianza" a los que harían “llover inversiones" —léase capitales de riesgo/golondrina— y no las “reglas claras de juego" que descuentan para un gobierno como el de Cambiemos, de restauración conservadora o, mirando ahora la región, pos-populista».

¿Qué dice Bloomberg ahora en “La nueva y mejorada Argentina es todavía un lugar complicado para invertir"?

«...De ocho managers de fondos de inversión consultados para este artículo, siete dijeron que están conteniendo/refrenando inversiones, principalmente por los controles pero también por la alta inflación y por la preocupación de que el tono pro-mercado pueda cambiar otra vez luego de las elecciones de medio término a fines de 2017...»

Paradoja cruel: lo que Macri necesita para ganar esas elecciones son, justamente, las inversiones que el mercado financiero solo quiere habilitar luego de que el gobierno gane las legislativas. O, por lo menos, que no resulte demasiado evidente que el peronismo está presto para reasumir en 2019. Dependerá, creemos también, si ese peronismo es el macrista—friendly (léase Massa/Urtubey) o, al decir de Prat Gay, uno que pueda referenciarse en un “desconocido de Santiago del Estero" (podemos leer como emergente del peronismo más territorial; no, no sueñen, ningún kirchnerista puro tiene chances, al menos evaluadas desde el presente).

Va la captura de la nota de Bloomberg. La tradujo tu vieja:

jueves, 28 de julio de 2016

Macri vs. Tinelli: los costos del round boxístico

What we've got here is failure to comunicate, pero no se trata de los hombres a los que el mensaje no llega, Axl querido, sino de una sucesión de errores en términos de estrategia de comunicación; que se facturan con inflación de carrito de supermercado debido, justamente, al aumento de la canasta y las facturas de servicios. Pobre Mauricio, justo en la semana en que intentó apechugar el costo de los inocultables desacoples de un equipo económico descentralizado con la-misma-entrevista a Fantino y Lanata. ¿Fue la reunión misma, el peso simbólico que le otorgaron, el snapchat de cierre con faceswapp incluido? Sí pero no: falló en entregar al periodismo y a la opinión pública una justificación, un ángulo desde el cual comprender la “cumbre" en Olivos. Librados a su suerte argumental, quedó al desnudo la debilidad del momento macrista.

Hubo consenso en la crítica a la frivolidad, pero lo que resultó preocupante para el oficialismo fue que, de modo inevitable, el periodismo debió justificar la crítica con la agenda de la realidad que desde hace meses buscan soslayar. Para apelar al manta de la grieta, no tuvieron otra opción que correrse del eje político kirchnerismo/antikirchnerismo y aterrizar brevemente en la vereda opositora de la grieta económica macrismo/antimacrismo. Así, hubo moncloa en criticar el encuentro con base en el deterioro económico, la conflictividad social, el tarifazo y los desastres perpetrados por las empresas de servicios. Sin poder apelar a la anterior administración, el costo político se carga momentáneamente a cuenta del macrismo. Ya volverán las oscuras golondrinas cargando la pesada herencia.

El oficialismo evaluó, correctamente, que en este contexto de primer semestre persistente, un Tinelli opositor —cobrándoles AFA— solo agravaría el cuadro. Pero erraron la estrategia y el spam via trolls en Twitter se transformó en un boomerang. ¿Quiso hacer kirchnerismo de la resistencia, pegando más fuerte? Un poco. A siete meses de su asunción, eso es más preocupante que recibir una crítica eventual. Si querían alejar el fantasma de la D (de Fernando De la Rúa), lo agigantaron al desnudar un gobierno alejado de los problemas reales, esos que buscan ocultar con el concurso del “periodismo independiente".

Nelson Castro. Intratables coincidiendo con Minuto Uno de Sylvestre. Casero pidiendo gestión y Majul, seriedad. Nada muy distinto a lo que podría haber sido el enfoque de los panelistas de 678. El macrismo colabora así con el clima de son-lo-mismo que-se-vayan-todos, con la paradoja de incrementar a la vez —vía debilidad propia— su extorsión implícita sobre el panperonismo en la cesión de gobernabilidad. El macrismo se comporta entonces como un millenial caprichoso y demandante, que deposita en la oposición la responsabilidad de mantener el sistema político funcionando. No hay, desde esa posición cómoda, pretensión posible de hegemonía y será tarea de otros (periodismo, sindicalismo, peronismo) construirla.

El macrismo invitó entonces a Tinelli a un par de rounds, lo subió al ring pese a pertenecer a una categoría inferior, le entraron varios golpes y las tarjetas terminaron empatadas. Ganó por localía (no se sostendrá la crítica en los medios oficialistas), pero resultó magullada la autoridad presidencial y los rivales pudieron estudiarlo. Volviendo a la comunicación (el verdadero fuerte del gobierno en estos meses de ajuste y recesión), se plantea un problema a futuro: durante la campaña y en el primer trimestre, el marketing macrista consistió en humanizar a Macri, acercarlo al hombre común, familiero, y aplacar la tensión de la intensidad política del kirchnerismo. La frivolidad y lo no político formaron parte importante de ese combo, pero este episodio se reveló como el golpe que coloca al oficialismo, por primera vez, ante el desafío de comunicar gestión y responsabilidad, de pararse sobre su propio capital para hablarle a la sociedad. La pesada herencia no more, señaló el cuervo sobre el dintel de mi puerta. Luego de haber explorado y explotado la senda opuesta, ¿podrá el macrismo “vender" a Macri como un presidente resolutivo, ejecutivo? La situación parece demandar cada vez más al primer Kirchner. El macrismo busca no ser De la Rúa y, a escasos siete meses de su asunción, la realidad parece empujarlo más cerca de la imagen del Menem del segundo mandato. Con la ventaja, es cierto, de contar con una oposición atomizada y no a una Alianza modelo '97 enfrente.

miércoles, 13 de julio de 2016

El macrismo: between a rock electoral and a hard place económico

Suele equipararse al poder (del Estado) con un violín: es tomado con la izquierda y ejecutado con la derecha. También con un noble equino, con intenciones similares. Estas famosas sentencias no se verifican matemáticamente, pero como toda frase popular encierran vestigios de veracidad o sirven, por lo menos, para justificar giros pragmáticos o aun regresiones distributivas cuyo salvajismo depende de muchas circunstancias.

A qué vamos, se preguntará usted si no soltó ya estas líneas maldiciendo el calesiteo. A que suele existir un divorcio entre las razones del voto y las razones de gestión. Quizás porque votan unos y gobiernan otros, vaya'saber. Ahora, los liberales suelen fingir afectación frente a las razones electorales porque los colocan en desventaja: que Argentina es un país estatista, que prefiere lo público sobre lo privado, que son todos unos zurdos de mierda, digamos. Recientemente listó las líneas de este consenso Carlos Pagni, en La Izquierda Diario, ante una pregunta de @RossoFer sobre la ideología de los argentinos:

1) lo nacional es mejor que lo extranjero.
2) los pobres siempre tienen razón respecto de los ricos.
3) cualquiera sea el tema, a priori, el Estado siempre va a resolver la cuestión mejor que los privados.

Señala luego Pagni que “estos tres axiomas que están en el corazón del discurso del kirchnerismo tienen un arraigo de décadas en la Argentina. Lo raro ha sido lo otro, lo insólito es que aparezca algo más ligado al capitalismo que en algún punto, por cinco minutos ponga en tela de juicio alguna de estas tres tesis, y contra este problema pelea en el fondo Macri". #Ponele. Macri debió colocarse a la izquierda de su electorado en aquella noche de triunfo larretista, cuando su público gritaba “¡noooo!" ante cada arenga del candidato a favor de algunos pilares kirchneristas como AUH, Aerolíneas o YPF estatizados. Pero de ahí a decir que pelea contra eso media la distancia entre la fantasía del optimismo y la melancolía de la realidad.

Ocurre que estos axiomas se verifican camino a las urnas, no tanto así luego. Pero no siempre, o debería ganar solo el peronismo y no es lo que sucede. De todos modos, no es este el “problema contra el que pelea Macri en el fondo", como señalara Pagni y como si de una batalla cultural PRO se tratara. Es 1 persona 1 voto para el domingo electoral y, en cambio, para el resto de los grises días de mandato, el peso de una corporación no es directamente proporcional al número de votos de sus integrantes sino a su capacidad de daño. O a las simpatías, compromisos y visión de país del gobernante de turno. Más aún, si estos axiomas guían la pelea electoral, el sentido común del ejercicio del poder está establecido, en cambio, en las coordenadas de un conservadurismo liberal-de-la-boca-para-afuera y lactante-estatal-del-bolsillo-para-adentro en el que la pax social está dada por la consecución de resultados económicos o, en su defecto, la entrega de las llaves de los despachos en un símil loteo del poder estatal entre corporaciones. Como hizo Cambiemos. Cuánto aguanta esto último es materia de otro posteo. Volviendo, esa suerte de consenso electoral genera una lógica que, luego, la patria corporativa trastoca durante el mandato por uno distinto.

Esto resulta trágico para la mayoría, y más aun para la mayoría silenciosa, ya que un gobierno que desafíe el consenso de ejercicio —si queremos ubicar al kirchnerismo en alguna categoría— está obligado a dar “batallas" culturales y un gobierno cuya gestión colisione contra aquel consenso electoral —sea “nueva" derecha, neoconservadurismo o liberalismo a secas (ubique al macrismo donde prefiera)— no solo no necesita “batallar" en las profundidades del subconsciente nacional sino que, con callar, con no decir lo que realmente hace mientras, en este caso, vende vitalismo y espiritualidad new age, le basta y sobra. Pero esa es la definición misma de batalla cultural: el macrismo no necesita explicar sino apelar a preconceptos como “racionalización", “sinceramiento" y “pagar la fiesta"; el kirchnerismo, en cambio, debió explicar cada medida a partir de 2008 así fueran AFJPs, YPF o AUH, aun cuando maridaran con los axiomas pro estatistas de la argentinidad electoralista al palo. Los consensos electorales y de gestión parecen pertenecer, así, a campos semánticos diferentes.

Quizás sea una de las razones por las que pocos esperan que las promesas de campaña sean cumplidas o, en todo caso, resulte gratuito incumplirlas.

Retornando a Pagni y Macri, lejos se encuentra el desafío macrista de la necesidad de desplegar una batalla cultural, aunque pretenda disfrazar de tal a un honestismo imposible e impracticable para el elenco gobernante. Su pelea de fondo continúa siendo la que señaláramos en febrero y luego en mayo: ¿la política electoral o la económica?, ya que sus necesidades de política económica colisionan con sus necesidades electorales. Y a más de un nivel. Entonces, mientras se aferran al tarifazo, se insinúa también un cambio de pantalla y encontramos a Cambiemos abandonando su prédica de ajuste fiscal y descuidando los propósitos económicos planteados en su primer semestre; ocurre que avistaron las legislativas de 2017, ahí en el horizonte. Bajan tasas, prometen retomar la obra pública, quieren impulsar el otrora adjetivado “deficitario" polo tecnológico de Tierra del Fuego con un canje de celulares y pretenden ampliar el Ahora 12 por la caída del consumo, aún a costa de enterrar su dogma liberal. Promesas todas de difícil cumplimiento, que no servirían para reactivar la economía sino, tan solo, para frenar la carrera hacia el abismo. ¿El objetivo es arribar a un equilibrio bajo la actual situación, sin mejora pero tampoco con mayores dificultades a las ya impuestas para la microeconomía? ¿Eso que Ernesto Semán definió recientemente como naturalización de la intemperie? Suena complicado bajo el contexto regional y global, agravado ahora por un Brexit con consecuencias imposibles aún de mesurar. Más aún si el gobierno, en tan solo siete meses, transita su Plan C (de blanqueo de capitales; el A fue el campo, el B las inversiones post arreglo con Singer). Por si fuera poco, fue el propio oficialismo quién se encerró en la encrucijada, golpeando al mercado interno, consumo y actividad; elementos que fundamentaron el consenso electoral durante los años de kirchnerismo.

2017 es un horizonte para el macrismo y puede ser su último o el hito que le otorgue un periodo de ocho años. Decíamos que su disyuntiva entre lo político y lo electoral funciona a más de un nivel, y esto es así pues quienes pueden acercar dólares (¿para bicicletear? ¿Hay mucho más para hacer si el propio presidente promete “invertir"en Lebacs?), sea en forma de lluvia, llovizna o goteo, necesitan antes que Macri triunfe en su apuesta por liberalizar y primarizar la economía, precarizar el trabajo y que pueda, además, asegurarles un horizonte de control y estabilidad política, algo que solo otorgaría un triunfo legislativo que allane el camino a una reelección. Se plantea así una paradoja: para triunfar en 2017, el oficialismo necesita de lo que podría ocurrir solo luego de un triunfo electoral. ¿Puede el macrismo resolver la situación? Te la debo, no estoy en tema, estamos aprendiendo.

domingo, 10 de julio de 2016

Del revisionismo histórico al revisionismo histérico: la angustia de Independencia

Con seguridad, algunos de todos los que hacen el berreta análisis psi del Mauricio-político, ese que coloca en la necesidad de aceptación paterna el origen de la carrera electoral del hoy presidente, encontrarán en la apelación a la “angustia" de separación independista una actualización subconsciente de la relación Mauricio-Franco. La gente se divierte y explica el mundo como puede, qué va'cé. De todos modos, es una suerte que no exista un Manes de la psicología histórica o histérica que, aprovechando el giro histórico psi de Macri, en su necesidad de agradar al Rey jubilado —¿otra actualización? Basta—, largue una gira mediática buscando explicar a través de la castración, el edipo o el Ello las razones de acontecimientos de nuestra historia.

Como no existe, Los Huevos y las Ideas quiere colaborar y acerca a sus pacientes lectores una serie de títulos para los libros que generarán el boom del revisionismo histérico, permitiendo así una breve recuperación de la actividad editorial (más aún, si aparecen los morlacos, acá estamos dispuestos a escribir cualquiera de los libros que a Grijalbo o Sudamericana les parezca interesante. Y a salir de gira mediática también, que los Manes sobran pero faltan los capitalistas). Basta de cháchara, aquí van los próximos éxitos editoriales de la colección La Historia Argentina que Freud No Nos Contó. Chupala, Félix Luna:

— “Terapia breve en el manejo de la angustia de origen libertario". Alfaguara. 2016.

— “El edipo no resuelto de Sarmiento en el desagregado de sus expendios orgiásticos". Grijalbo. 573 pág. 2016.

— “Los componentes cognitivos displacenteros en la relación Oligarquía-Juan Manuel de Rosas". Emecé. 2016.

— “El proceso de socialización en ámbitos académicos ghettizados. Una experiencia en el Cardenal Newmann". Editorial Sudamericana. 2016.

— “Factores psicosociales influyentes en la conducta violenta durante la infancia y adolescencia de una Nación". Grijalbo. 2016.

— “Tabú e incesto en el proceso independista americano. ¿San Martín quería cogerse a la reina de España?". Emecé. 2016.

Consultas por el título de su agrado, por email. Hacemos envíos al exterior y a otros planetas también. Todo es Histeria.

lunes, 27 de junio de 2016

Sos vos, Martino

Lo primero que debió decir Martino luego de una nueva derrota en una final es “renuncio". Lo segundo: “buenas noches". El ostracismo no sería castigo suficiente y los estados modernos han abandonado esa sana costumbre medieval del destierro, así que descartados los castigos ejemplares, solo queda masticar bronca.

Tampoco existe un organismo que pueda ordenar la excomunión de Martino o romperle en pedazos el carné de DT, cuando la AFA no existe. No se trata de una metáfora, la AFA existe en Zurich solo porque aún no nos desafiliaron, pero Angelici, Tinelli, D'onofrio y la jueza Servini con anuencia de Macri están haciendo lo posible porque ello ocurra. Volvamos al fútbol.

Martino es un caso único: no existe otro DT que haya chocado tres equipos que contaran con Messi en cancha. Quizás cuando le realizaron el transplante capilar le injertaron los pelos a demasiada profundidad, afectando su lóbulo frontal; será un misterio que deba resolver la ciencia. Preferentemente post mortem y dentro de poco. Aclaramos que es joda porque con el macrismo no podés saber: lo lee un servicio, se lo pasa a un juez y te citan por cualquier pelotudez.

Ya en Santiago de Chile la Selección sufrió a Martino, quien eligió preocuparse antes por desactivar los circuitos chilenos que por generar fútbol. ¿La “idea"? Bien, gracias, con un poquito de tos pero haciendo reposo. Ahora, en Nueva Jersey, pareció haber comprendido y el equipo fue agresivo en el pressing, arriba. Pero nuevamente se equivocó. Puso en cancha a tres mediocampistas averiados: Di María, quien dio pena, Banega, que fue una sombra, y Biglia, quien debió ser ajusticiado por algún lone wolf yanqui munido de algún arma de repetición y, en cambio, jugó casi todo el partido con una parsimonia que recordó al peor Verón de 2002. Demasiada ventaja: Argentina solo recuperó espíritu, toque y presión con el ingreso de Kranevitter. Aún asi, durante la Copa, las eliminatorias o la anterior copa América, el equipo solo mostró un patrón de juego frente a equipos débiles. Jugó como Argentina debería únicamente frente a EEUU. Lo contraponés al juego asociado de Chile, con movimientos ensayados, ocupación de espacios más aprovechamiento de los vacíos y parecieran dos deportes distintos. ¿El problema es Messi que te obliga a no jugar al fútbol y solo pararte para ver qué hace cuando se la das? No, el problema es el DT que no los mueve para convertirlos en receptores. Con Martino en el banco no hubo nunca el compromiso que les supo arrancar Sabella para funcionar en bloque y no como espasmos individuales.

Luego, los imponderables del fútbol: un pésimo arbitraje, horrible, de un pelado brasileño que quería protagonismo y seguro que estuvo a favor del impeachment a Dilma. Argentina ingresó entonces golpeada al segundo tiempo, y Chile agrandada. La expulsión de Díaz había sido justa y la de Marcos Rojo, en cambio, no. La injusticia golpea y destruye el ánimo. La selección chilena, en cambio, asimiló la situación como un empate que te potencia. ¿Dirá Martino que no supo, no pudo o no quiso levantar la moral de su equipo? No creemos: no es tuitero ni tampoco juega a intenso de la política.

¿Cuánto habrán pesado en la cabeza de los futbolistas las pasadas finales perdidas? ¿O será que la mamá no los abrazó lo suficiente de chicos, Laura Gutman? Pesaron en la de Higuaín, que volvió a fallar como en Brasil pero nunca dejó de buscar y presionar. Pesaron en la de Agüero, que resolvió la que tuvo como el Pipa pero sin poner nunca ganas, como si el espíritu de Verón lo hubiera poseído al igual que frente a Alemania. ¿Pesaron en la de Messi al patear el penal o fue el cansancio? Lo cierto es que durante el partido, quienes no sintieron ese peso fueron los de mejor rendimiento: el propio Lionel, Romero, Otamendi, Kranevitter, Mascherano, Funes Mori y Mercado, que fueron, en ese orden, los mejores de la Selección en cancha.

Ahora renunció Messi, y ni el DT o quienes pelean por AFA se hacen cargo del mensaje. Rompieron al mejor del mundo. Hay que poner una bomba atómica y empezar todo de nuevo, si es que AFA no desaparece y la Selección termina jugando como los Globetrotters, para divertimento de los ganadores del modelo de la globalización. Deberemos sufrir a los que gritan “poné a los pibes que tienen hambre", a los que dicen “es sólo un juego, no pasa nada" y a Aranguren diciendo que al equipo le faltó energía y entonces hay que subir nuevamente las tarifas. A todos ellos, que los mee un elefante con diabetes insípida.

Nos vemos en Rusia2018, si llegamos.

viernes, 3 de junio de 2016

¿Keiko o PPK? Enfrentamiento entre matices de la Derecha en Perú

Este domingo, Perú elige entre Keiko Fujimori o Pedro P. Kuczynski, en la segunda vuelta de un proceso electoral que contó con algunas particularidades y otras situaciones que parecen de corte más tradicional para la política peruana.

No se trata de una disyuntiva entre modelos políticos. Nada hace pensar en que puedan existir grandes diferencias entre los programas económicos de Keiko o PPK. En las pasadas elecciones presidenciales existía temor por un posible cambio, cuando el actual presidente Humala triunfó en balotaje por muy escasa diferencia frente a la hoy más probable ganadora hija de Alberto Fujimori. En un contexto latinoamericano distinto, con un Brasil bajo un PT poderoso, con el FpV dominando la escena Argentina, Ollanta, ex aliado del chavismo y luego del Partido dos Trabalhadores, lideró un gobierno que se apartó poco y nada de los lineamientos fijados en los '90 por el fujimorismo, profundizados luego por Toledo y Alan García: apertura económica, TLCs, inversiones extranjeras y una distribución desigual de la renta. Aún así le reconocen a Humala un gobierno solidario que lideró una reforma educativa que muestra algunos resultados.

Retratamos algunas particularidades de estas elecciones en un posteo anterior, apuntemos ahora algo sobre este ballotagge y las continuidades.

El establishment peruano tomó claro partido por su candidato, Pedro Pablo, cuando en el primer turno la preocupación era bien otra y se llamaba Verónika Mendoza, la candidata más a la izquierda del sistema y la que prometía revisar concesiones mineras. Se descontaba el primer puesto de Fujimori, y para este momento la carta a disputar tendría al antifujimorismo como figura. Pero antes un interrogante: ¿qué ocurrió para que un país que tuvo una importante tradición de izquierda se debata entre matices derechistas? Uno nacionalista —Keiko— y otro más liberal o pro mercado —algunos sindican a PPK como el candidato de la Embassy—. Para no extendernos, dos nombres: Velazco y Alan García en los '80. El primero como dictador, el segundo como presidente democrático, protagonizaron ambos gobiernos de corte estatista y antiimperialistas. La hiperinflación y la guerrilla de Sendero Luminoso, con secuestros, muertes y migración interna desembocaron en Fujimori (padre) y el Perú de hoy, integrante de la Alianza del Pacífico.

En el reparto de votos de la primera vuelta, Keiko Fujimori ganó en Lima y en todo el norte a excepción de Cajamarca. La base de sus votos estuvo en los sectores D y E, los más pobres. Durante su gobierno, Fujimori padre no sólo liberalizó la economía peruana sino que desplegó, además, un aparato clientelar de soporte para las clases populares. El recuerdo del triunfo sobre Sendero, el despliegue del aparato durante estos años y un gran trabajo territorial —Keiko fue la única candidata que recorrió el país desde su derrota frente a Humala— explican los resultados y la probabilidad cierta de su triunfo.

Kuckzynski es, en cambio, un hombre del establishment. Acompañó a Vargas Llosa en su fallida aventura política y fue luego ministro de Alejandro Toledo. Tercero en las pasadas elecciones, segundo en esta primera vuelta, será en balotaje el depositario del voto antifujimorista. Su base son los sectores A y B: ganó solo en Arequipa y fue segundo en Lima y en otros departamentos. Así como Keiko debió luchar contra el antifujimorismo, PPK debió enfrentar la percepción de que gobernará para los ricos. Si el desafío de Fujimori asienta en un clivaje político, el de Kuczynski es claramente económico.

La encuestadora IPSOS fue entregando simulacros electorales durante los pasados tres domingos. Todos le otorgaron una ventaja creciente a Keiko: medio punto primero, casi cuatro luego y poco más de 6% en la última medición. ¿Está todo dicho entonces? Probablemente, pero no deberíamos descartar una sorpresa: ninguna encuesta daba ganador a Humala en el último ballotagge presidencial; ser si bien la diferencia entonces era menor y dentro del margen de error.

No solo porque su hija pueda ser la próxima presidenta es que estas elecciones tienen a Alberto Fujimori en escena. Los cortes clasistas del voto y las estrategias desplegadas por ambos sectores rememoran el enfrentamiento entre Fujimori (padre) y Mario Vargas Llosa en 1990. Hace 26 años un ignoto hijo de japoneses derrotó al Nobel de Literatura representando a los pobres vs. los blancos ricos. PPK es hoy Vargas Llosa para el clivaje sectores bajos/altos. Pero si en 1990 el voto “anti" castigó también al escritor, ahora es Keiko quien lo sufre, y PPK recibe la adhesión de todo el arco político —incluida Verónika Mendoza— para evitar el regreso del autoritarismo y la corrupción con que el imaginario político peruano recuerda al fujimorismo de Alberto. El domingo sabremos qué clivaje prevaleció, si el político para alegría de PPK o el socioeconómico en beneficio de Fujimori.