miércoles, 30 de septiembre de 2015

La campaña más extraña de tu vida

Lanzada oficialmente la campaña hacia las generales de octubre podemos observar algunas particularidades del actual proceso electoral:

1. Luego de las PASO, el caso Tucumán y las elecciones de Chaco, ha transcurrido el tiempo prudencial y las operaciones de encuestas vuelven a tener centralidad.
2. Macri y Massa enfrentan la campaña más extraña de sus vidas.
3. Scioli es el único que parece postularse para Presidente
4. Tus viejos también tienen sexo.
5. La PBA recupera su matriarcado bélico.
6. El voto se encuentra segmentado de manera bastante estable.

Vamos por partes.

1. Proliferan encuestas nuevas y hablan de modificaciones del escenario electoral que este cronista no alcanza a ver. No cuentan, además, con razones lógicas para explicarlas pero sirven para intentar la instalación de los climas deseados. Así, pese a que en PBA, mother of every battle, Mariú Vidal finalizó a 10 puntos de la sumatoria del PJ-FpV, se lanzan algunos aventurados a pronosticar un primer lugar de la vicejefa porteña que estaría basado en votos de Domínguez que no sumaría Aníbal. Si hubiera que calificarlo, diríamos que el argumento de la película se presta antes para un culebrón venezolano que para la tragedia griega que intentan fabricar con la muerte y droga que asolaría la Provincia de ser elegido el bigote Fernández, The Walrus was Paul.

Otra encuesta muy bonita señala que Massa estaría recortando diferencia con Macri (también) en PBA, debido al tradicional voto republicano del distrito, horrorizado por el caso Niembro. Se me revuelve el guiso en los chinchulines de la risa. 10 puntos separaron a Mauricio de Sergio allí también, y el massismo esgrime esa encuesta como síntoma de que sería el FR, o UNA, vaya uno a saber, el que estaría en ballotage con Scioli y no el PRO, digo Cambiemos.
Lo anterior, en realidad, desnuda el cambio de perspectiva en la campaña, cuando es ahora Macri el objetivo a esmerilar por parte de dos contenientes, Massa antes y Scioli luego. Adelantamos aquí que las encuestadoras se pondrán más serias en un par de semanas.

2. Pobres Durán Barba y Bendixen, el laburo que les tocó: si Macri y Massa pensaban en 2012/2013 que alcanzaba con oponerse al kirchnerismo y recolectar todo el voto útil opositor luego las PASO, alguien les mintió feo. ¿Habrán sido Morales Solá y van der Kooy? Si les creyeron, no merecen ser Presidentes.

Como argumentos de campaña, los pactos “Macri-Scioli" que lanza el massismo y “Massa-Scioli" que esgrime el macrismo no alcanzan ni los talones del “Sindical-Militar" con el que se catapultó Alfonsín (otrosí: todos pactan con Scioli menos el randazzismo emocio... Ok, ok). Massa utilizó el primero para atenuar la polarización que de todos modos se dio (sí, sacó casi el 20% junto a De la Sota, pero igual terminó tercero lejos en su supuesto bastión, la PBA que le daría el 40% de 2013). Señalamos antes los condicionales que no se le cumplieron a Massa para coronar su aventurerismo electoral. Señalemos ahora los que no se le estaría cumpliendo a Macri: a) triunfos radicales sobre los cuales montarse (ay, José Cano; ay, Aída Ayala); b) crisis económica y una corriente de rechazo a Cristina y el peronismo y c) el traslado de voto útil opositor entre las PASO y las generales. Macri aventura entonces el segundo supuesto pacto para traccionar ese voto útil opositor desde Massa luego de comprobar su estancamiento. Eso transparenta a su vez dos cuestiones: lo estanco, estable del voto y algo que ya había adelantado el ballotage porteño entre Larreta y Lousteau, que es la existencia de un voto antiMacri como traducción epocal del voto antineoliberal. Así, Mauricio habría alcanzado el techo del campo neoliberal de cara a una primera vuelta.

3. Parecían coexistir varias campañas en el FpV: la de Scioli, la de Cristina y la de Aníbal. Se observan, desde hace un tiempo, síntomas que hablan de la confluencia de estas tres vertientes. Saludablemente, agregamos. Scioli supo sumar a quienes perdieron internas, encolumna a Aníbal y Cristina se sumará a la campaña.

De los dos con chances (tres si creyéramos las encuestas del massismo), Scioli es el único que se propone para Presidente en el sentido tradicional del término y en el marco presidencialista que prevé nuestra Constitución. Proyectos, presupuesto, orientación, una base institucional sólida y el grado de responsabilidad suficiente para que sus promesas no suenen vacías como las de Massa, o extrañas a su historia como las de Macri. El soporte del peronismo es fundamental como promesa de gobernabilidad. El PJ es un partido de poder pero sabe además para qué quiere ganar en este turno. Construir una continuidad sería, además del triunfo, un triunfo para eso que llaman el pejotismo y un fuerte mensaje hacia su interior. Como sostuvimos: la renovación se tramita adentro.

4. Tus viejos cogen. Aceptalo.

5. La PBA fue en las PASO el distrito que mejor replicó los totales nacionales del FpV, Cambiemos y UNA. Es lícito pensar que una mejora de los resultados allí traducirían un equivalente nacional. Si no es así, es de todos modos la PBA adonde se encuentran los votos que en mayor medida puede recuperar el oficialismo. La estrategia de Massa continúa siendo defensivista, no solo porque pretende retener la mayor cantidad de votos delasotistas posibles sino porque debe evitar antes que sus votos PBA migren al FpV para un triunfo de Scioli en primera vuelta.

6. Pese al desparramo de encuestas que observaremos estas próximas semanas, el voto se encuentra relativamente estable luego de las PASO. La ineficacia de las distintas operaciones antes de las primarias debería ser suficiente para explicarlo. De todos modos es el PRO quien debería estar más preocupado, puesto que el caso Niembro (y la inexperta respuesta al mismo) muestran que por primera vez le entran las balas a ese combo opositor.

Otro síntoma es que continúa la segmentación de las campañas, aunque Macri intenta contraatacar ahora con un pretendido Plan Belgrano que sería su actual “10 km. de subte por año" para el NOA. Si le creen, podríamos lícitamente hablar de la necesidad del voto calificado (es una cruel ironía que quienes lo piden vayan a votar a Macri; no encuentro contradicción más grande). Veamos las ofertas: es Scioli quien se presenta como más catch-all, apelando a la base peronista pero también a las promesas de desarrollo y rentabilidad. En términos electorales, busca la base del voto 2007 de Cristina o la suma de Menem + Kirchner y algo de Rodríguez Saá en 2003. Massa, en cambio, apela al cualunquismo punitivista y deferencia su campaña debido a sus distintas bases: más peronistas en PBA, más opositoras en el interior (sobre todo en el NOA, donde se asoció a radicales y busca parte del voto peronista enojado con el kirchnerismo). El voto opositor de Massa+De la Sota en el NOA/NEA pone de manifiesto, también, el techo del campo neoliberal que tiene en Macri a su legítimo representante. Y es Cambiemos, por último, quien intenta amalgamar a las distintas vertientes antiperonistas, aunque los números obliguen a Macri, de cara al 25 de octubre, a peronizar en parte su campaña (plan Belgrano, universalizar la AUH, el apelativo de “compañero" que le prodigó un acabado Moyano). Si no fuera risible, sería preocupante. A menos de un mes, son mayores los esfuerzos por fidelizar el voto propio que por trascenderlos: la campaña más rara de tu vida.

¿Gana Scioli en primera vuelta? ¿Deberá el peronismo esperar a noviembre para allí recibir más votos de Massa/De la Sota/Rodríguez Saá? Las posibilidades de triunfo en octubre están allí pero nada está dicho hasta que se cuenten los votos. Encontró mayores dificultades Macri para fidelizar los votos de Sanz y Carrió que Scioli para receptar los del kirchnerismo duro. ¿Va a judicializar como en Tucumán Macri el resultado? Quizás ante un triunfo en primera vuelta recuerde el poco más de 1% de diferencia entre el escrutinio previsorio y el definitivo en mi provincia, pero arriesgaría que sería un papelón aun mayor. Una última: elijan a qué encuestador van a creer, pero si consumen encuestas al día de hoy, retornen recién la semana previa al domingo electoral.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Debates presidenciales: nuestro país y el caso peruano

Los debates presidenciales como herramientas que fortalecen la democracia, ¿verdad o mito? En principio, no podrá ser ese el argumentos que esgriman los candidatos opositores para castigar en los medios a Scioli: luego del jaqueo e intento de golpe institucional en Tucumán, ni Macri, Massa o Stolbizer pueden hablar de cultura democrática.

En principio, no considero que los debates sean esenciales para el fortalecimiento de la democracia ni que deban ser mandatorios para que los candidatos propongan a la sociedad sus ideas/proyectos/visiones. Son, o fueron, en la mayor parte de los casos, vidrieras para la exposición de la personalidad, aplomo o capacidad de respuesta rápida de los candidatos. ¿Son “ganados” los debates siempre por los mejores candidatos? ¿El que gana ve incrementadas sus chances de ganar las elecciones? ¿Influyen en una amplia proporción de votantes? Los cientistas políticos, cuando no están puteando por resultados deportivos en Twitter, acuerdan en que las respuestas a esos interrogantes son… complejas. Pero se pusieron de acuerdo en algunas cuestiones: no influyen en un elevado porcentaje de votantes, que llegan a las instancias de debate con su voto decidido. En noviembre de 2014, Julio Burdman se refería a la materia citando los casos recientes de Uruguay y Brasil. Decía: “…Las dos elecciones que, días atrás, tuvieron lugar en el Mercosur, se resuelven en segunda vuelta. La de Uruguay, que se realizará el próximo 30 de noviembre, no es una definición con tantas incertidumbres (…) La experiencia muestra que quien gana en primera vuelta, suele confirmar el triunfo en segunda, pero Uruguay supo ser la excepción a esta regla (…) El otro balotaje fue el de Brasil, y allí la competencia fue mucho más estrecha. Dilma Rousseff se impuso por pocos puntos (51,6% a 48,4%), coincidiendo bastante con los últimos pronósticos de las más conocidas empresas de opinión pública (IBOPE y Datafolha), que tuvieron un pobre desempeño en la primera vuelta. En la segunda la pegaron. Pero diez días antes de la elección, a mitad de camino entre la primera y la segunda vueltas, esas mismas empresas anticipaban un triunfo, ajustado también, de Aécio Neves…”.

En ambos casos, los debates presidenciales fueron un condimento más en la campaña y no el gol de oro en tiempo suplementario (tanto así que no hay coincidencias acerca de que Dilma haya ganado los debates en los que enfrentó a Aécio o Marina). Antes, fueron las encuestas las que intentaron redireccionar el voto, y el caso brasileño es un ejemplo que merecería figurar en libros especializados. Lo analizamos en tres posteos sucesivos [1], [2] y [3]. Señalamos entonces que se intentó una tercera vía con una cuña del mismo palo con la esperanza de que Silva le recortara votos petistas a Dilma y, a la vez, pudiera ser depositaria del voto antiPT de los pro-mercado que elegían al PSDB de Neves. La primera vuelta ridiculizó esta estrategia y las PASO en nuestro país también para nuestra Marina Silva local, Sergio Massa. La segunda vuelta en Brasil fue una batalla de nervios y nada indica que sería diferente en Argentina, en caso de acceder por primera vez a un balotaje. Tampoco el resultado favorable al oficialismo, claro.

Quienes rememoran debates presidenciales significativos tienen al de Nixon y Kennedy como paradigma. Recuerdan también el de Felipe González y Aznar. Ya han sido analizados y la distancia que nos separa y sus particularidades los tornan anecdóticos. Pero hubo sí un debate presidencial reciente que significó un gol de oro en tiempo de descuento y colocó al ganador en la presidencia de su país. Hablamos de Perú y del debate que protagonizaron Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Seguimos también detalladamente ese caso en el blog: “Perú: análisis de la primera vuelta”, “Keiko y Ollanta hacia la segunda vuelta” y “Algunas conclusiones apresuradas sobre el triunfo de Humala”. A modo de resumen, cuando todos se ilusionaban con un Humala de izquierda, chavista, en esos textos sosteníamos que Perú no viraría en lo que a alineación y política económica se refería, triunfara quien triunfara. El tiempo nos dio la razón (¡cof, cof!). Lo que analizamos lateralmente por entonces fue la influencia que en el resultado tuvieron los debates entre Keiko y Humala. En una elección muy reñida, algunas encuestas daban ganadora a Keiko, patrocinada por el mercado peruano y por el influyente diario El Comercio –lo que le valió una reprimenda y quiebre de relaciones con Mario Vargas Llosa–, mientras otras, menos, colocaban a Humala como ganador. Los debates terminaron por inclinar la balanza a favor del actual presidente. ¿Qué ocurrió? Humala sacó un as de su manga, o más bien deberíamos decir que sacó los trapitos sucios de la manga de Fujimori: “‘Señora Fujimori, usted dice defender los derechos de las mujeres más pobres, sin embargo, durante el gobierno en el que fue usted primera dama, se esterilizaron a 300 mil mujeres sin su consentimiento y usted tenía 26 años, no era una niña´, dijo Humala con la mirada fija en su contrincante. Y siguió: ‘ Además de eso, una persona cercana a su equipo de campaña es el doctor Aguinaga, quien era ministro en ese entonces, y durante su gestión, justamente, se llevó a cabo esta política sobre la base de que para eliminar la pobreza había que eliminar a los pobres. ¿Por qué no hizo nada y qué va a hacer con el doctor Aguinaga?´ Fujimori, que hasta ese pasaje del debate había sido la expositora con más carisma, perdió la postura erguida y la seguridad desapareció de su rostro. ‘No hay nada probado´, respondió…”. El resto es historia conocida.

Retornemos a nuestro país: Scioli declinó participar en un debate y ahora Macri, ante la ausencia del candidato del FpV, pone también en duda su presencia. Correctamente, Scioli evaluó que en un debate lo colocaría en igualidad de condiciones cuando la realidad indica que marcha a diez puntos de Macri y veinte de Massa. Otros factores que debió sospesar son la nula repercusión que su “silla vacía” tendrá sobre su electorado (lo apunta LA NACION: “…el sector del electorado que tiende a penalizar esa conducta es reducido en términos proporcionales y no es un votante tradicional del kirchnerismo”) y el clima espesado a denuncias de fraude y deslegitimación electoral que propició todo el arco opositor, con Tucumán como caso testigo.

Ignacio Zuleta señala en Ámbito que nuestro país vive en campaña permanente, “o sea en debate permanente”, y que un debate en las condiciones propuestas sería “una privatización de la conversación política”. Adherimos a ambos planteos. De cara al 25 de octubre, eludir un debate sin visos de seriedad (basta leer los moderadores seleccionados: Marisa Andino, Bonelli, Novaresio, etc.), es una movida acertada si la intención es triunfar en primera vuelta (los números se muestran ajustados pero allí están). En cambio, las chances de un debate se incrementarían en caso de que el resultado determinara la necesidad de un segundo turno electoral. Pero para saber eso deberemos esperar.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Clientelismo y discapacidad electoral

Uno querría creer que cualquier ciudadano medianamente informado, que se tomara el tiempo y trabajo de sobrevolar —ni siquiera leer— el fallo de la Cámara en lo Contencioso Administrativo de Tucumán, debería concluir que la anulación de las elecciones y mandato de convocar a nuevos comicios es no solo un atentado contra la democracia, el voto universal, obligatorio y secreto sino, además, un mamarracho jurídico que desprestigia a sus firmantes de aquí hasta la eternidad.
Pero no: la guerra de trincheras en la que nos encontramos inmersos se mantiene aun frente a la flagrante animosidad del fallo anulatorio. Quienes votaron por Cano y quienes pretenden votar por Macri consideran todavía (a pesar de la difusión de lo endeble de los argumentos citados y pruebas aportadas) que en Tucumán hubo fraude, que la base de éste fueron la entrega de bolsones, el traslado de votantes —¡el clientelismo!— y que, en definitiva, de otro modo el ganador hubiera sido el candidato radical. Pero vamos por partes.

Guerra de trincheras. Luego de trece años de kirchnerismo, el trámite sucesorio dentro del peronismo abría la puerta para una alternancia en el poder a otro partido. Fue lo que ocurrió en 1999 o también, de manera menos clara, luego de la muerte de Perón. La esperanza de Macri, el quiebre de Massa con el PJ y cierto retorno del aparato radical manifestado en Gualeguaychú fueron tributarios de este clima de época. Pero he aquí que el partido de gobierno decidió procesar sus contradicciones de manera interna, unificar su candidatura presidencial y aunar esfuerzos en pos de un triunfo que diera continuidad al proceso iniciado en —cabe reconocerlo— 2002. Los resultados de las PASO demostraron lo acertado de la estrategia y puso a parir a las cabezas del conglomerado opositor: ocho años más de pelea por la distribución de la renta son demasiados, es ahora o nunca. Y van por el poder o, en su defecto, por la creación de un escenario similar al de Brasil, en el que la deslegitimación del mandato de la mayoría y el jaque al sistema democrático colocaran a un nuevo gobierno ante la alternativa de pactar o sufrir el asedio. Solo comprendiendo esto se entiende la estrategia de Macri y Cano, kamikaze, que solo les permite fidelizar a los convencidos y no crecer en el voto menos comprometido con lo ideológico o partidario. Es probable que José Cano haya sumado en estas semanas mayor intención de voto en la Ciudad Autónoma o en la zona norte del Primer Cordón bonaerense que en la provincia de Tucumán.

El fallo anulatorio. Ya hemos puntualizado nuestras primeras impresiones, pero no deja de resultar notable y paradójico que dos jueces, escudados en el republicanismo y la defensa de las instituciones, lesionen justamente a las mismas. Es el propio Poder Judicial el que se coloca bajo sospecha o confirma su sesgo de clase y pertenencia. Como señalamos, el objetivo no es otro que pudrirla y ganar tiempo en busca de una intervención federal que confirme al electorado antikirchnerista el carácter tiránico del régimen K. Pese al deseo de los atrincherados en el bando opositor, es prácticamente imposible que una instancia superior convalide tamaño enchastre sin sustento jurídico: anular un acto electoral y llamar a nuevos comicios con base en el clientelismo es tan novedoso que ni siquiera puede ser comparado con lo realizado por Frondizi en 1962, cuando a instancias de las Fuerzas Armadas anuló las elecciones e intervino las provincias en las que había ganado el peronismo, solo para ser derrocado de todos modos al poco tiempo.

Clientelismo. Los “argumentos" del fallo al respecto están colocados para alimentar a la opinión pública que considera que allí reside el fraude. Podemos citar textualmente a los camaristas: «...las prácticas clientelares conspiran precisamente contra la expresión de libre voluntad que constituye un presupuesto indispensable del ejercicio del sufragio...» o «...el voto debe ser universal, libre, secreto y directo. Y tal libertad solo existe en la medida en que el voto se emite huérfano de violencia, amenazas, apremios y sin la existencia de extorsiones, aprovechamiento de necesidades o promesas de un bien futuro de tipo exclusivamente personal. La libertad respecto del voto debe entenderse en el contexto no sólo de ausencia de violencia física o moral, sino desde la perspectiva que el elector está actuando con plena conciencia sobre las consecuencias de sus actos, y que está obrando en interés de la comunidad. De ahí que el voto sea un acto jurídico voluntario y para su plena validez ha de estar exento de cualquier vicio que ataque la plena conciencia y libertad en su manifestación.
Y aquí el razonamiento que antecede, al contrario de lo que erradamente aduce la Provincia en su responde de demanda, no se trata de estigmatizar a un sector social ni caer en concepciones “conservadoras”...».
Deberían bastar como botón de muestra. “Plena conciencia", “plena validez"; aunque elegías al voto calificado, los camaristas no presentan prueba alguna de que los votantes carecieran de conciencia —o de la suficiente conciencia— más que el triunfo del peronismo como elemento probatorio suficiente. La Gaceta también hizo referencia a la capacidad (o discapacidad) de los votantes al decir que “en Tucumán hacía rato que el voto había perdido calidad". Es este prejuicio el componente más irritante de los supuestos argumentos, puesto que deshumaniza al votante: el sujeto clientelar siempre es “arriado como ganado", ya que la plena conciencia es lo que nos diferencia como humanos de la bestia. Es la semiología del lenguaje puesta al servicio de la deshumanización, diferenciando a uno, sujeto de pleno derecho, de otro que es así “matado" simbólicamente, al ser desplazado del registro de lo humano a causa de su sometimiento por parte de las prácticas clientelares. Ese razonamiento asienta en una de nuestras tradiciones: la negación de la capacidad volitiva del Otro, sujeto clientelar, sujetado merced a lo estructural de su pobreza. Lo que traducido significa, nada más y nada menos, que el votante debería presentar su declaración patrimonial antes de emitir su voto. Desde ya preveo que algunos electores calificados preferirán justificar la no emisión.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Tucumán: del denuncismo al golpismo y la esperanza de una intervención federal

Primero judicializaron la política, ahora judicializan las elecciones. Muy democrático y republicano todo.

La Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo finalmente hizo lugar a la presentación del Acuerdo para el Bicentenario, anuló los comicios y demanda nuevas elecciones. Para hacerlo, su primera resolución fue declarar la inconstitucionalidad del artículo 57 de la Ley 6.944 (Código Procesal Constitucional de la Provincia) con el fin de otorgarse competencia, puesto que esa atribución le corresponde a la Junta Electoral Provincial, un órgano extrapoder con capacidad para fiscalizar y determinar la validez o nulidad de los comicios. José Cano y Amaya, en cambio, decidieron saltear esa instancia y la Cámara no solo no la hizo respetar sino que se otorgó competencia cuando no la tenía. Republicanismo a la que te criaste.

Lo que acaba de hacer la mencionada Cámara no puede calificarse sino como un golpe institucional. Sienta, además, un precedente peligrosísimo para nuestra democracia: basta denunciar fraude antes de los comicios, tener medios que lo repliquen, políticos kamikazes que hagan luego presentaciones judiciales y algún sector del Poder Judicial que las avale para cargarse el sistema. El mensaje de la oposición toda es “una persona un voto" vale únicamente si esa persona me vota a mí.

Ya habíamos señalado que se estaba utilizando a Tucumán como plataforma para instalar la figura del fraude a nivel nacional, y que tenía como objetivo las elecciones presidenciales de octubre. Alentar a Macri y sujetar a Scioli. Ocho años más sin la manija del país son demasiados luego de ocho de kirchnerismo agonista y trece si consideramos la política de DDHH. Ahora utilizan a Tucumán para deslegitimar el voto popular y sentar un precedente peligroso para la democracia, al anular elecciones, y también para la República que proclaman como horizonte, cuando dos camaristas pueden decidir la inconstitucionalidad de un artículo de una ley al solo efecto de habilitar un per saltum y fallar a gusto y paladar sobre pruebas endebles (como se pregunta Aldo Jarma: ¿se animarían a hacerlo sin contar con un guiño del presidente de la Corte Suprema nacional? Graciana Peñafort señala, en cambio, que existen fallos de la CSJ que indican que ningún fuero que no sea electoral puede opinar en la materia). Para que quede claro: hubieron irregularidades y actos delictivos durante los comicios, pero de ningún modo un fraude organizado que determinara una alteración de la voluntad popular y un asalto de la Casa de Gobierno como la toma del Palacio de Invierno. La misma Gaceta da cuenta de ello cuando apunta que la presentación del ApB señala “supuestas irregularidades que se cometieron en la carga de datos del escrutinio provisorio por parte del Correo Argentino; en la designación de los empleados de la Junta Electoral; en la designación de las autoridades de mesa y en la cadena de custodias de urnas".

Con todo lo anterior intentamos decir que la estrategia va más allá de Tucumán. Luego de este fallo, el oficialismo provincial analiza los pasos a seguir. La lógica indica apelar. Así, sería la Corte provincial la que debería determinar la validez de los comicios celebrados. No hay que ser un constitucionalista abonado a los estudios de TN para inferir que ante un fallo favorable al oficialismo, la oposición apelaría nuevamente ante la Corte Suprema nacional. Tiempos judiciales mediante, tendríamos en Tucumán para largo. Pero he aquí que el mandato de Alperovich finalizaría antes, ya que debe entregar el poder el 29 de octubre. ¿Entonces? El paraíso para la candidatura de Mauricio Macri: el Congreso Nacional debería determinar la intervención federal de la provincia a los fines de: a) aguardar la resolución judicial o; b) en caso de que la CSJN convalidara el golpe institucional y se debiera llamar a nuevas elecciones, que se respetaran los plazos de la Constitución provincial (que indica un mínimo de 60 días entre la convocatoria y los comicios). Claro, el costo político todo lo pagaría la candidatura presidencial de Scioli el 25 de octubre.

Lo habíamos advertido: “todo aquello que sirva para golpear al peronismo será amplificado, aunque implique disminuir a la democracia". Solo que ahora no se trata de disminuir sino, directamente, realizar un golpe institucional en una provincia para, de mínima, evitar el triunfo del FpV en primera vuelta. ¿Después? Y, vamos viendo...

jueves, 10 de septiembre de 2015

Let there be: rock y kirchnerismo

Mucho de eso que conocemos como rock ha muerto, pero no murió una muerte nietzcheana. En sus textos, Nietzsche propuso el deceso de Dios, pero solo porque algo superior y humano nacería para reemplazarlo. No ocurrió así con la religión ni con el rock. El mundo que alumbró a este último como movimiento cultural, como expresión generacional, como símbolo de disconformidad ante al estado de cosas y aun como canal para el ascenso social ha cambiado. En algún momento intentaron ser rock el punk, el metal, el rap, la electrónica y ninguno pudo superar las barreras de ghetto. Permanecieron en el jardín de infantes de la School of, mirando desde atrás del alambrado como este era asesinado cruelmente, como todo lo que es asesinado, por la industria, los tiempos, las nuevas generaciones y se transformaba en nostalgia y tributo de sí mismo.

Cabría preguntarse, antes de avanzar, qué son el rock y el kirchnerismo, pero tamaña tarea excede en mucho las razones de este texto. Sería más provechoso, en cambio, indagar qué es el rock para el kirchnerismo y qué el kirchnerismo para el rock. Dicho de otro modo: qué fue el rock para el Estado en manos del kirchnerismo y qué esto que llamamos kirchnerismo para los representantes de la movida del rock denominado nacional. Dicha denominación encierra un principio de respuesta: durante muchos años la aborrecí, como si los gobiernos dictatoriales hubieran retenido la tarjeta verde de la simbología patria, el ser nacional, el superior interés de la Nación y el rock, nacional también. De todos modos, eso habla más de mí que de lo que fue el rock en nuestro país y es injusto. Apunta mejor Cecilia Flachsland, autora de “Desarma y sangra", cuando dice que “es una música que nació con una intención modernista, la de sustraerse de las identidades nacionales en nombre de una identidad universal, planetaria, y terminó convertida en una de las músicas de la patria".

El rock murió pero ocurrió hace tiempo, allá por los años '70. ¿Lo mataron los Stones cuando grabaron Miss You? No; como dijimos, la industria descubrió un mercado hasta entonces inexistente: el de adolescentes que compraban discos y pagaban entradas. ¿Entonces lo mató Elvis, al venderle música negra edulcorada a los chicos blancos con tristeza en el corazón y caderas anquilosadas por años de represión sexual? Un poco, ya que en todo nacimiento se inscribe una sentencia de muerte. En nuestro país, por suerte para mi generación, el rock duró un poco más; porque vieron cómo somos los periféricos, si el atraso nos obliga a discutir hasta el ecologismo berreta de las naciones desarrolladas desde un continente de recursos naturales.

Sobre el rock en estos años de kirchnerismo, José Natanson señaló hace poco que “resulta notable que, en un universo cultural que durante dos décadas se dividió en torno al clivaje Soda-Redondos, la dichosa grieta no opere como principio ordenador, como sí sucede con la política, el periodismo, el campo intelectual y ese monstruo de interpretación contemporáneo que son las redes sociales". La contradicción late en el texto en forma de pregunta: ¿cómo el rock, que debería ser en esencia contracultural, no lo fue en relación a un gobierno —o dos, los de Néstor y Cristina—? Continúa indagando Natanson: “¿El Estado kirchnerista absorbió la rebeldía rockera y desvió esa energía a la militancia política? ¿El kirchnerismo mató al rock con su “contracultura oficial”, como provoca Martín Rodríguez en su libro Orden y progresismo?".

Martín Zariello recuerda a Cerati, quien dijera alguna vez, resignado, que "el rock ya no nos pertenece". Y apunta con acierto: “después de Cromañón, desde el punto de vista social, lo mejor que le pudo pasar al rock argentino fue que el Estado se hiciera cargo de su logística, organizando recitales, festivales y radios que lo difunden día y noche los siete días de la semana. Desde el punto de vista estético, creo que el hecho de que el Estado se haya tenido que hacer cargo debe ser entendido como el gran fracaso del rock argentino".

¿Se puede hablar de rock sin mencionar Cromañón? No, como un fantasma, como ciento noventa y cuatro fantasmas, se inscribió en la historia como su evento más trágico. El rock había mutado, muerto, resucitado como el Fénix y muerto un par de veces antes, pero Cromañón marcó al rock y al kirchnerismo. Adiós transversalidad, buen día día y globos amarillos en la Ciudad Autónoma. Cromañón fue el antecedente que explica la estatización del rock. Aunque esa visión, del rock en simbiosis con el Estado, me parezca poco más que una simplificación lícita. Ya antes el rock se había pepsicolizado, quilmizado, había sido sponsoreado como el fútbol. ¿Qué podía haber de contracultural, de contestatario o rebelde en una puesta en escena utilizada para vender alcohol o remeras?

El Estado llegó en auxilio de una movida que se detuvo, cuando las bandas descubrieron que para llegar a los lugares habilitados debían atravesar el desierto (eran pocos y algunos habían sido cartelizados por sellos como Pop Art). Sumemos razones: el kirchnerismo original pertenece a la primera generación que vivió al rock como un modo de expresión y gen identitario. No ocurrió así con la de los Cafiero, Menem y Alfonsín (nadie los imagina en alguna habitación en penumbras, tomando alcohol y fumando porro con Hendrix o Santana en el Wincofón). El kirchnerismo vio en ese rock necesitado un puente comunicacional, un cauce para la juventud a la que pretendía seducir y una legitimación del setentismo cultural, contestatario frente a ciertos poderes establecidos. El rock, ávido de infraestructura y recursos financieros, se dejó apadrinar, en coincidencia además con un Estado que venía a quebrar la lógica de la democracia de la derrota. Deberíamos apuntar también el origen clasemediero urbano y bohemio de nuestros representantes rockeros, importante para comprender sus simpatías políticas. El rock nunca se metió en política, siempre fue de izquierda.

En el casi medio siglo que la cultura rockera lleva en nuestro país, en lo que a encauzamiento de las energías juveniles se refiere, hubo más rock en nuestro fútbol que en nuestro rock. Se sublimaron pasiones y pulsiones antes en un potrero o una cancha que comprando entradas para un recital o ahorrando monedas para el último disco de la Velvet Underground. Nueva York o Londres quedaban lejos: estaba más cerca una pelota de cuero que una Stratocaster. Aprendieron (aprendimos) a engrasar la redonda antes que a hervir cuerdas para desengrasarlas.

Para retornar a Natanson (y su pregunta sobre la banda de sonido de la década kirchnerista) deberíamos considerar dos cuestiones. La división política por décadas no se condice con la evolución de las modas rockeras. Si en los '70 fueron los ciclos políticos, a finales de los '80 fueron los ciclos económicos los que comenzaron a modelarlas. Así, no es lo mismo la primera mitad de los '90, que en consonancia con la apertura económica y modernización globalizadora prohijó al rock sónico (que alcanzaría más tarde masividad con Babasónicos), que la segunda mitad de dicha década, que vio explotar al rock chabón que venía a contar las miserias de la recesión, el desempleo y los chicos en las esquinas porque no tenían adónde y con qué ir hacia ningún lugar. Luego, los cambios en la industria, con bandas que prefieren pasar tiempo en la ruta antes que en un estudio, porque en los tickets y no en los discos está el dinero, la muerte de MTV, la web, Napster y los actuales sitios de escucha online. Pero más importante aun, debemos reconocer con dolor que los chicos con raros peinados nuevos prefieren hoy el reggaetón y la cumbia, vía youtube, mientras creen que Agapornis compuso Persiana Americana.

Valga una contradicción más para terminar, esta vez con el texto mismo: el rock no ha muerto, pero sobrevive con asistencia mecánica respiratoria en los márgenes del circuito comercial. Let there be rock.