viernes, 22 de diciembre de 2017

Golpe/lawfare en Perú: zafó PPK

Lawfare se instaló como el término para describir estos nuevos golpes institucionales, pero golpes al fin. Le ocurrieron con mayor o menor respeto de la institucionalidad a Lugo en Paraguay y Dilma en Brasil. Al fin y al cabo, surgen como una salida política cuando el presidente de turno no cuenta con el aval político y/o popular para asegurar su permanencia frente al embate de grupos de poder político/económico. Casi-casi, es lo que le ocurre a Pedro Pablo Kuczynski en Perú.

Un breve repaso nos recuerda que PPK accedió al poder al ingresar por escaso margen al balotaje como segundo de Keiko Fujimori, quien de ese modo consiguió la bancada más numerosa en el Congreso. Luego, con el aval político del resto de las fuerzas, en un escenario en el que se plebiscitó al fujimorismo como opción política, PPK se convirtió en presidente como el mal menor y representante del antifujimorismo que definió la elección.

Luego, enfrentamientos legislativos contra el fujimorismo, la avanzada de parte de éste para negociar la excarcelación de Fujimori padre, un manejo político poco sagaz de PPK y las revelaciones de Odebrecht que lo implican derivaron en este juicio político denominado allá vacancia presidencial. Al contar el presidente con una bancada minoritaria, y al haber sido aplazado a presentar su descargo frente al Congreso como paso previo a la vacancia, por amplia mayoría, muchos pensamos que la suerte de Kuczynski estaría echada.

Zafó.

¿Porque de repente se avivó, supo explicar lo que le tocaba del Lava jato odebrechtiano? No, antes prevaleció la incapacidad de las distintas oposiciones y la inexistencia de un candidato cantado a suceder al presidente para reconfigurar un mapa de poder que saltaría por los aires con buenas chances de llevarse puesyo al sistema político todo. Veamos que ocurrió en la votación para describirlo.

Se necesitaban 87 votos para destitiir al presidente y quienes pretendían vacarlo consiguieron 79, tan sólo 8 votos menos. La división de la oposición, o las oposiciones, no se dieron tanto entre partidos como hacia el interior de los distintos espacios políticos. Así, los votos que el fujimorismo necesitaba, les fueron negados por el propio fujimorismo, con Kenji Fujimori a la cabeza de esta rebelión interna, que sumó 10 abstenciones que, de votar como el resto de la bancada, hubieran sido suficientes para decirle adiós a PPK. En el fujimorismo, Kenji se encuentra enfrentado a Keiko, aún en sus deseos de excarcelar al patriarca fujimorista (Kenji presiona por su liberación, Keiko no).

Por el otro extremo del arco político, el de la izquierda que desde el Frente Amplio promovió el inicio del proceso, fue la bancada de Veronika Mendoza, ex FA hoy Nueva Fuerza, la que se abstuvo cuando sus votos hubieran sido también suficientes para destronar al presidente.

¿Intentaron un Lawfare y luego se arrepintieron? Como señaláramos, el sistema político peruano es débil, y para muestra bastan la emergencia en cada elección de partidos personalistas (antes Humala, ahora PPK o Mendoza), con presidentes que a poco de andar pierden el favor popular y abandonan el poder con escasísima aprobación, y la constante del fujimorismo de Fuerza Popular que, con Keiko a la cabeza, supo definir las últimas dos elección por la negativa, triunfando el clivaje antifujimorista. Ocurrió así que, en un comienzo, el sistema todo vio la posibilidad cierta de destituir a Kuczynski, pero vieron luego, quienes aspiran a suceder a PPK, que el antecedente podría jugarles en contra. Puede entonces decirse que con Kenji, que aspira a suceder a Keiko en el liderazgo y candidatura de su fuerza, y con Mendoza, que aspira a terciar en la disputa presidencial habiendo emergido como la tercera en discordia en las pasadas elecciones, el sistema político peruano se hizo de anticuerpos que lo protegieron, tímida y con escaso margen, de la enfermedad del lawfare.

Lo que se definía en Perú era la suerte de un nuevo golpe de Estado en Latinoamérica y así lo planteó sobre el final PPK, asustando con la posibilidad cierta de que el presidente del cuerpo congresal, fujimorista, Luis Galarreta, ocupara finalmente la presidencia. No ocurrió, pero PPK haría mal en proseguir bailando en su gobierno como hizo anoche. No se salvó, lo salvaron. Aunque se tratara del primer golpe contra un representante de la derecha, enhorabuena que fracasara.

jueves, 26 de octubre de 2017

Vidal y Cristina en la madre de todas las batallas

¿Maternidad política? Hasta ahora, PBA no alumbró a ningún candidato ganador de elecciones nacionales, pero si habilitó partos en nuestra historia reciente; el de Menem y el sindicalismo en 1989; del kirchnerismo, cuando Cristina y Néstor le arrebataron el bastión a Chiche y Duhalde; y del macrismo, cuando una casi ignota Vidal le ganó a la lista de Aníbal Fernández. PBA es un hito ineludible de cualquier elección nacional pero podés ganarla y aún así perder, como le ocurrió a Scioli. O perderla y aún ganar, como le ocurrió a la Alianza UCR-Frepaso.

Este domingo, PBA se tiñó de verdadero amarillo por primera vez, pero era multicolor desde 2013, hace ya cuatro años. Porque, sí, ganaron María Eugenia Vidal y Macri, aunque los que ingresarán al Senado serán los candidatos fantasma (una nueva categoría, luego de los testimoniales), Esteban Bullrich y Gladys González. Pero vaya una solicitud para los constructores del mito Vidal, la nueva figura de la política nacional: aflojen un poco, che, que Vidal fue antes el resultado de una suma de cálculos políticos equivocados y en menor medida forzados. Sin Massa 2013 y Felipe Solá 2015, sin Cristina y Aníbal, ambos Fernández, con Florencio Randazzo, es probable que no habría María Eugenia, la del beboteo maternal porque en política, para el macrismo, la mujer ocupa el lugar de humanizar primero a Mauricio e interpelar a un machismo todavía importante desde un lugar de no-desafío después. Caso distinto al de Cristina, que le ponía fichas a su imagen de Jefa y era entonces la Yegua. Una figura, si no feminista, femenina desde el desafío al ego machote.

Ampliemos. Dos machos poronga, pretendidos alfa, se cagaron para aceptar el desafío de la provincia. Perdón, La Provincia. Massa desde el FR, y FR, Florencio, desde el FpV. Ambos, como Urtubey en este turno, prefirieron antes la construcción de un perfil nacional, descansar para ello en los medios y entregar la provincia envuelta en papel regalo. Sí, estamos historiografiando porque comprender este triunfo cambiemista como si de una foto se tratara (¡oh, la maravillosa Vidal, oh, la maravillosa campaña!) es laburo del periodismo macrista que thatcheriza a la gobernadora. Y para ello les pagan, muy bien. A ver, Mariú, ¿cuánto hay para que subas una carta de puño y letra, que justo tenés ahí, a Los Huevos y las Ideas? No te quiero comprometer, eh. La leo yo, si querés. No te quiero comprometer.

La ventaja de ser ya oficialismo, manejar los resortes institucionales, presupuestarios, los medios, los tiempos, la pavimentación y la succión de votos massistas, avenideros, todo eso puede servir para explicar el triunfo de la fórmula Vidal - Vidal sobre Cristina - Taiana, pero sería imposible sin sumar todo lo anterior a la ecuación.

¿Y Unidad Ciudadana? ¿Fue, como dijo Dilma, la fuerza política que más creció en estas elecciones porque no existía y metió 37 puntos? No, eso es joda: fue el instrumento con el que Cristina se hizo cargo de una demanda de los intendentes PJ-PBA y del propio macrismo, que también buscó hacerla candidata. Porque le convenía a su campaña y a la malaria económica con la que enfrentaban elecciones, pero también porque perder con ella sería menos costoso que arriesgarse a hacerlo con alguien que construyera su carrera política a partir de un triunfo o derrota digna. ¿Fue UC y CFK senadora un error, entonces? No, era lo que había, dados los tiempos y el contexto, y eso entendió la gran mayoría de los territoriales PJ, que prefirió no subirse a un caballo que de antemano se sabía perdedor y que prometía un —otra vez— extemporáneo compromiso para 2019. No había, además, mejor candidata que Cristina porque ningún intendente pudo antes construir un polo suficiente que atrajera al conjunto. CFK fue no sólo la del piso más alto sino la que permitía un mayor cobijo al posponer los egos propios del intendentismo bonaerense. Gran elección de Cristina, entonces. Por sobre mis propias expectativas en un contexto en el que el gradualismo, las promesas y certezas del macrismo a la zona núcleo —sumados a los aportes del poder judicial, medios y servicios— podía hacernos prever, fuera del microclima tuitero de aliento cuasi barrabrava, de una derrota aún peor.

Ya leemos, claro, cuestionamientos a CFK por “hacer a la derrota del peronismo" en Salta y Chaco. Una lectura interesada, para continuar ensanchando la grieta interna entre kirchneristas de Cristina y peronistas del Perón herbívoro, cuando tanto uno como otro caso presentan particularidades distritales. En el anterior posteo apuntábamos sobre el privilegio del perfil nacional con el que insistió Urtubey, descuidando 2017 por pensar en 2019, en una lectura demasiado lineal del protomenemismo durante el alfonsinismo. Y algo de eso tuvo también el randazzismo bonaerense.

En Twitter y acá señalamos en repetidas ocasiones, tan temprano como en 2016, que para los distintos peronismos estas serían elecciones locales, de resistir el embate cambiemista para poder proyectarse nacionalmente luego, en base al resultado obtenido. Algunos no entendieron eso (Urtubey y Randazzo), otros sí (los gobernadores peronistas que revalidaron sus triunfos 2015). No existió para este turno un proyecto de poder unificado, un programa o una promesa que pudiera expresarse en una o un par de personas, aliadas, como ocurrió con en 1997, prefigurando el triunfo de De la Rúa en 1999. De ese modo, todas las elecciones eran distritales excepto, claro, para el presidente. Lo que llaman el Partido del Estado, que disfrutó antes el FpV. Y PBA, acostumbrada a ser la vedette nacional, malacostumbró a la política de mirada centralista a pensar que una definición allí implica en forma definitiva algo nacional. En un turno ejecutivo podría ser, pero justo quienes pretendían liderar una superación del kirchnerismo esquilmaron el traste a la jeringa en 2015, rehuyendo de la Maldición Bonaerense, pero entregando al intendentismo a lamer botas amarillas. Y a los brazos ciudadanos de Cristina en estas legislativas.

lunes, 23 de octubre de 2017

Follow the yellow brick road a 2019

Pese a encontrarse con un Congreso en buena medida adverso, en 2015 se dijo que Macri contaría con el PEN, PBA y CABA, los mayores presupuestos a nivel nacional y un esquema de poder distinto al del kirchnerismo inicial, que debió apalancarse en la opinión pública y los resultados económicos para alinear a su grupo de poder. El macrismo entra en una van —metáfora de aquel kirchnerismo— pero debe negociar con pocos afuera para arribar a sus consensos, bastante estándares para el credo liberalconservador, debemos agregar.

Ese macrismo, que en palabras de Michetti agredece a los héroes que bancaron el cambio y aún no lo sienten —eslogan sintomático de la economía y política comunicacional macrista si los hay—, puede decir sin faltar a la verdad que triunfó en su primer test electoral en el poder. Podrían tentarse entonces, cuando encuentren algunas (pocas) resistencias para sus cacareadas reformas, a nuestro conocido “si no les gusta, armen un partido y ganen las elecciones". Lo dirán sus periodistas, sin dudas, pero en lo que a manejo de percepciones se refiere tendrán tino, y lo demuestra el hecho de que apuntaran y acertaran en sus blancos: desbancaron a Urtubey en Salta y destrozaron a Massa en PBA y hasta en Tigre. Los peronistas blancos que se autoconstruían y eran publicitados por los medios porteños como alternativas racionales para una continuidad macrista fueron los grandes derrotados en estas legislativas.

El massismo esperaba conservar en este 2017 los casi 20 puntos con los que resistió con aguante en 2015. Era lo que Ias encuestas prePASO le auguraban. Se acercó, en cambio, al 15%, perdiendo casi los mismos puntos que sumó la lista de María Eugenia Vidal - María Eugenia Vidal (sic) por sobre lo que le pronosticaban en agosto. Anoche, la lista Massamarga (licencia poética) apenas arañó los 11 puntos, pudiendo sumarse su pérdida y la mayor participación para explicar el resultado cambiemista en PBA. Resulta así evidente que el cálculo político de Massa en 2015, de evitar un triunfo peronista y favorecer una alternancia que lo posicionara mejor de cara al pejotismo, resultó nuevamente fallido. Ya le había ocurrido en 2013/2014. Ahora, en la derrota salteña del urtubeycismo, ¿cuánto hubo de castigo por su macrifriendlismo si la Unidad Ciudadana provincial alcanzó el 22,5%, a escaso punto y medio de la lista del gobernador? ¿Y cuánto dirigió de su propio voto Urtubey hacia la lista amarilla con tanto elogio al macrismo? La ancha avenida podía ser una alternativa de emergencia al kirchnerismo, más para el Círculo Rojo que para un sujeto social inexistente. Y negar al kirchnerismo, que interpela a un colectivo, no resultó ganador. Ambos, Urtubey y Massa, prefirieron extemporáneamente la construcción de su perfil nacional antes que el resguardo de sus territorios. Y lo pagaron caro.

Quienes entendieron que las elecciones eran distritales —y sólo nacionales para Macri— fueron los gobernadores peronistas que consiguieron triunfos en sus provincias. El peronismo aguanta los trapos en Tucumán (y Manzur ya lanzó su campaña 2019), Catamarca, Formosa, La Pampa, Río Negro, San Luis, San Juan, ¿Misiones?, ¿Santiago del Estero? El caso tucumano resultó una prolongación de lo que escribimos en relación a las PASO, así que poco queda por agregar más que Manzur puede aspirar ahora a nacionalizar su figura (al contrario de lo que señalamos de Urtubey) y que José Cano puede correr la suerte de otros derrotados consuetudinarios. ¿Hay espacio para una liga de gobernadores? Bastante menos que el que hubo para condicionar y negociar con De la Rúa (el PJ contaba entonces con PBA, y candidatos en gateras para reemplazar al aliancista como finalmente ocurrió) pero el peronismo necesita un proyecto de futuro que tome en consideración la coyuntura y las aspiraciones del electorado y que habilite la emergencia de un liderazgo claro en un mapa que contiene al macrismo y liderazgos territoriales desperdigados.

¿Qué queda como dique de contención al macrismo? Poco. Deberemos continuar renegando con nuestro sindicalismo herbívoro y temeroso del carpetazo, algo lógico si enfrente se mancomunan el oficialismo, el poder judicial, los servicios y los medios en una ensalada que no permite diferenciar bien qué factor es ingrediente y cuál aderezo. ¿Y del Congreso, leitmotiv de estas elecciones, qué podemos esperar? El macrismo pudo en 2016 legislar merced a la chequera y a la extorsión con la gobernabilidad; en este 2017 se les complicó por errores propios pero, fundamentalmente, por su política económica en un año electoral. 2018 será diferente: no podrán apelar a la extorsión pero, además, será el año en que la reforma laboral y la poda de derechos sociales a la que aspiran deberá sortear el escollo del Congreso, menos adversativo merced, lamentablemente, a la voluntad popular.

Para una próxima entrega quedan Cristina, Vidal y la PBA.

martes, 15 de agosto de 2017

2017 y la democracia de la derrota

Pasaron las primarias y nos dijeron que algunas cosas que dábamos por supuesto fueron sólo eso: hipótesis que luego la cruda verdad desnudó; y así quedamos, medio en bolas. Pero intentemos apuntar algunas cuestiones que no pude leer en ningún análisis, quizás porque leí pocos, sepan disculpar.

1. El peronismo no es sólo PBA. No haremos un pormenorizado, pero sí diremos que el empate/derrota del peronismo en PBA obturó que éste, en frentes provinciales, triunfó ampliamente en Tucumán, Catamarca, Río Negro, Chaco, ¿a Santiago del Estero cómo le decimos? En definitiva, puede que desde el puerto se dificulte ver el bosque porque parecen creer que el peronismo nace en la primera zanja de Alsina y finaliza en la frontera del Conurbano o quizás un poquito antes. No.

2. En Tucumán el Frente Justicialista le sacó casi 22 puntos de diferencia a Cambiemos, duplicando la distancia que separó a ambos en la recordada elección a gobernador de 2015. Tucumán era contabilizada como una de las provincias ganables por Macri, considerando que contaban con un candidato competitivo, instalado, muchos años de peronismo al frente de la gobernación, el antecedente del fraude que nunca fue y los presupuestos del PEN para disciplinar (al oficialismo distrital) y construir (la victoria del —oh— cambio). Hicieron todo mal desde Nación y la UCR local y el PJ tucumano resultó fortalecido de cara a 2019. Es la provincia más grande gobernada por el PJ y consiguió 200.000 votos de distancia. Pero ocurrió algo similar en Catamarca con el ya tradicional Frente Cívico y Social derrotado por el oficialismo provincial o también en Chaco. Entonces:

3. El mapa no varió mucho del de los resultados que arrojó 2015. En general ganaron los oficialismos, con las excepciones de Santa Cruz, Neuquén y Córdoba. ¿Cómo le decimos a la Docta? ¿Perdió el cordobesismo? ¿Ganó nuevamente el amarillismo? ¿Son antes antikirchneristas? ¿Son la prolongación del interior bonaerense?

4. El kirchnerismo te hizo creer que podías tener un celular con un salario medio y el macrismo te hizo creer que ganó por 7 puntos en PBA. Es cierto que a partir de las expectativas creadas por las encuestas publicadas, el empate parece antes un triunfo cambiemista. Pero mientras Cristina perdió sólo 1 punto de lo cosechado por Aníbal Fernández en 2015 (35 vs. 34), la lista del #cambio perdió 5 puntos de los 39 alcanzados por Vidal entonces. Sí, fueron 4 puntos más de los pronosticados por los encuestadores, pero es posible que se trasladaran desde los 19 puntos de Solá en 2015 (vs. los 15 de la fórmula Massa-Stolbizer este domingo). Ergo:

5. El macrismo fue más exitoso para instalar el eje político futuroM vs pasadoK que Unidad Ciudadana en imponer un debate basado en la economía macrista excluyente. Entonces:

6. A Macri lo vo-ta-ron. Sirve de consuelo el “2 de cada 3 le dijeron que no", pero no saltás el cerco repitiéndolo sin un Clarín de tu lado. Desde 2012 no damos pie con bola para entender qué quieren las mayorías. Lo irónico es que lo único que parece ofrendar Cambiemos es novedad, buena onda y antikirchnerismo. Es probable que los golpeados por la economía macristas no sean aún suficientes. O no alcancemos a comprender aún al nuevo sujeto histórico, más liberal, que el macrismo sí. ¿O es que no existe este sujeto todavía?

7. Teoría de los subconjuntos peronistas en PBA. En Salta y Chaco, los PJ y Unidades Ciudadanas locales fueron separados y sin embargo ganaron. Pero de presentarse juntos, en internas, las diferencias hubieran sido mayores. En PBA, desde 2012, el peronismo sufre fragmentaciones y arribó a estas legislativas divido en tres opciones filoP: moyanismo social sin Moyano, kirchnerismo sin malos modales y cristinismo sin poder. Lo ominoso es que éstos se inscriben en diagramas de Venn que no pueden sumarse sin excluir algún subconjunto. Podés intentar lad sumas UC+Cumplir o Cumplir+1País pero nunca adicionar al kirchnerismo con Massa. Nótese la personalización. Es un problema del distrito que puede no impedir recuperar la gobernación bonaerense, pero que complica las chances nacionales del peronismo por la dispersión del voto que promueve. Como ocurrió en 2015.

8. A futuro. Lo que 2015 legó y este resultado —que no sancionó a Cambiemos— afirmó es el retorno de la democracia de la derrota. La persistencia del kirchnerismo en PBA y los peronismos enfrentados al PEN en las provincias otorgan esperanza, pero un sistema que persiste inscripto en el clima de 2015, bajo la sombra del balotaje y en un marco de relativa paz social disminuye las probabilidades de ganar (o gobernar los primeros tiempos) contra Clarín, la SRA, las multinacionales, los bancos y sin un decidido apoyo del sindicalismo todo. ¿Las condiciones bajo las que llegó y operó en principio el kirchnerismo fueron excepcionales? Hasta ahí. Cambiemos puede reproducirlas con su política económica, pero no en el corto plazo. Y 2019 no queda tan lejos.

lunes, 7 de agosto de 2017

Sobre Tucumán en Artepolítica

...el peronismo tucumano tuvo también la capacidad suficiente para surfear la ola macrista; desde unas iniciáticas relaciones cordiales con el PEN a las actuales críticas de Manzur a la administración de Mauricio Macri. ¿Las razones de este vuelco? Los chispazos tienen explicación en la economía sturzeneggista, sin duda, y en el incumplimiento de promesas y acuerdos por parte del gobierno nacional (indisimulable durante las últimas inundaciones que sufrieron amplias zonas del sur provincial), pero también razones estratégicas: al debatir con Macri, Cano es ninguneado o puenteado, y puede leerse en este reposicionamiento de Manzur una aspiración por nacionalizar su figura, discutiendo las políticas económicas del oficialismo nacional.

Cambiemos. Tucumán tiene su historia y particularidades, como la que apunta que nunca un radical ganó la gobernación provincial. Ni siquiera en 1983; estuvieron cerca en 1987...

Completo aquí...

jueves, 13 de julio de 2017

La resiliencia de los sectores populares, los '90 y hoy

En un comentario al posteo inmediato anterior, Esther, una de las comentaristas más lúcidas que tuvieron y tienen los blogs que aún no se fueron, hace algunos aportes a la descripción de la Argentina del macrismo:

1. Creo que hay otro factor de resiliencia de los sectores populares: los bienes materiales obtenidos en el gobierno anterior. Te hiciste una casita o ampliaste la que tenías. Compraste tu primer cero kilómetro. Compraste electrodomésticos, dispositivos electrónicos varios. La casita sigue estando. El auto aún está “bastante nuevo”. Todavía no se te rompió el lavarropas ni la heladera. El celular o el televisor última generación ya no son última generación pero te sirven igual. 
¿Te preguntás si todo eso lo podrías hacer ahora? Posiblemente no, o por lo menos no hasta que se te queme la heladera y te encuentres que no tenés con qué comprar otra. 

2. Creo (sin mayores evidencias salvo mi memoria poco confiable) que en los noventa la línea divisoria entre los qe se salvaron y los que se hundieron pasó, básicamente, por tener o no tener trabajo. Quienes consiguieron o retuvieron el laburo zafaron, o incluso les fue bien, quizás hasta muy bien. Los que no, se cayeron del sistema. 
Ahora, creo, las cosas son diferentes; la línea divisoria se está constituyendo dentro del campo laboral; tener trabajo no es o no será sinónimo de “salvarte”. Hay o habrá una fracción considerable de trabajadores que son o serán pobres, incluso muy pobres.
(Hablo en presente y futuro porque, obviamente, el proceso actual aún no ha llegado al término deseado por sus diseñadores.)

3. No sé qué es la “clase media” pero sí que muchos nos creemos parte de ella. La cuestión, no siempre percibida, está en la respuesta a la pregunta elemental: ¿podés mantener tu estilo de vida y sostenerlo en un tiempo largo si te quedás sin laburo o sin la jubilación? Si no es así, si dependés del trabajo en forma directa (ya sea del actual o del que tuviste antes y ahora se transformó en jubilación), entonces pertenecés, antes que nada, a la clase trabajadora. ¿Cuántos nos pensamos desde esta óptica?

4. Hace un tiempo leí, en algún blog o no sé donde, un cartel (que tampoco sé de dónde salió ni quién lo hizo) con la mejor síntesis de todo lo que escribí antes. Decía: “Laburante / no hay laburo / se hace laburo al votar”. ¡Debería ser slogan de campaña! Un slogan que no es pura triquiñuela publicitaria, sino más bien teoría pura puesta en palabras simples. 

5. Decís: «¿Es posible en Argentina? Eso es, exactamente, lo que esperan quienes pueden ser el soporte económico de un proyecto macrista y a lo que se refieren como “temor al retorno del populismo"».
Mi temor es, justamente, que en octubre haya demasiados que crean en el relato macrista, porque si a estas alturas siguen creyendo en ese relato es porque quieren creer o ignoran demasiado. En cualquiera de los dos casos estamos ante una matriz cultural bien complicada.

lunes, 10 de julio de 2017

La Argentina macrista

En “2017", un posteo de mayo de 2016, adelantamos las que, a nuestro parecer, constituían las necesidades de Cambiem... del macrismo, bah. Y entre esas la ausencia, por entonces, de un relato que diera cauce a su transitar, habida cuenta que pontificar sobre la meritocracia no alcanza sino para justificar la poda de derechos y servicios sociales del Estado. Ya lo encontraron: el relato del macrismo es la lucha contra las mafias. ¿Los docentes exigen mayor incremento salarial? Son mafiosos. ¿Un empresario de la informalidad quiere pararse de manos? Le allanan y clausuran todo en nombre del combate contra las mafias. La mafia de los trapitos, de los manteros; se viene salvando la mafia de los que explican chistes y la mafia de los familiares que te piden la cuenta de Netflix. ¿El peronismo? Mafia. ¿Los coniceteros? Mafia. ¿Diana? Maffía. Claro, no sería posible sin el concurso mediático y algunas figuras como Carrió o Stolbizer y Massa, actores de reparto en un remedo del honestismo noventista que criticaba la corrupción menemista pero jamás el modelo económico.

En “2017 (parte II)", de diciembre pasado, sostuvimos que el deterioro económico macrista no sería el eje principal de los tiempos electorales, aunque siguiendo la evolución todos los indicadores así debería ser. Por supuesto, el manejo del PEN, PBA, CABA, los buenos términos con Clarín y la banca ideológica de LA NACION dificultan cualquier debate racional (aunque ya pagamos en 2015 el exceso de racionalidad en una campaña). Ocurre además que, si bien el desempleo, la caída de actividad, consumo y los sucesivos tarifazos son notorios a lo largo y ancho del país, impactaron de manera diferente según área geográfica y nivel socioeconómico. Más a las clases populares que ya adversaban al macrismo, más en el conurbano que en el interior. Además, existe un fenómeno poco mencionado: la resiliencia de los sectores populares, que saben acomodar su economía a tiempos de guerra distributiva. Cayeron los consumos de leche, yogur, carne y gaseosas, pero la vecina empezó a vender pizzas y no están a $150. A la vuelta de tu casa una parejita hace ahora empanadas y en la esquina venden sánguches de milanesa y lomitos. Un liberal te diría que no pagan impuestos y alabaría el emprendedurismo, un pragmático te diría que el sueldo no alcanza o alguno se quedó sin laburo y hace lo que puede. Elijan su propia aventura.

El macrismo propone una tendencia a lo descrito: ya no son todos clase media en lo que a consumos culturales y de bienes se refiere sino que nos latinoamericanizamos más, ampliándose la brecha entre pudientes y no pudientes, diferenciándose los patrones de consumos. Si la clase media definió la Argentina moderna y sobre todo a partir del advenimiento del peronismo, una continuidad del macrismo (cuya mejor definición a la fecha pertenece a Ernesto Semán y su “naturalización de la intemperie") tiende a una escisión social más clara en términos económicos, con un sector de la clase media pauperizándose y otra mucho menor que puede disfrutar las mieles de la regresión redistributiva. Una sociedad de ricos y pobres, con patrones culturales y de consumo diferenciados. Al decir de Grobocopatel: somos menos pobres de lo que tendríamos que ser.

¿Es posible en Argentina? Eso es, exactamente, lo que esperan quienes pueden ser el soporte económico de un proyecto macrista y a lo que se refieren como “temor al retorno del populismo".

domingo, 2 de abril de 2017

#1A

Bajen las cacerolas para que los de atrás puedan ver.

Si el común denominador de la manifestación pro oficialista fue el canto “No vuelven más" (sobre la melodía de la marcha peronista), se confirma que antes que un apoyo a Macri se trató de una nueva manifestación antiperonista. Una prologación de aquellos cacerolazos contra Cristina. Pobre Emilio Monzó.

Delirante en su convocatoria “en defensa de la Democracia", cuando ésta no se encuentra en riesgo; entienden los macristas silvestres, de todos modos —y de ahí el relato “golpista" al que apela el oficialismo—, que la gobernabilidad de Macri en estos casi 16 meses fue una concesión del peronismo. Ya fuera por convicciones liberales (los massistas y peronistas más macristas), por miedo a carpetazos (muchos otros, cuando no debido a amenazas directas de destino judicial) o porque entendieron que golpear a un gobierno débil en lo institucional, pero que además socava su propia legitimidad de ejercicio, no era negocio para nadie.

¿Le alcanza a Macri conservar, mimar, apelar al antiperonismo, exigirle el sacrificio de salir a la calle? Sí, le da oxígeno luego de las multitudinarias manifestaciones en contra. ¿Puede modificar con esto sus expectativas electorales? No. O es muy difícil. Aún así, Macri aprovechó para emplear a fondo la retroexcavadora con la que agiganta la grieta: “sin choripanes", felicitó a los manifestantes, cuando no había saludado a las anteriores marchas, opositoras; se apropió así una vez más del antiperonismo que lo justifica, que lo constituyó, sólo que ahora con la responsabilidad de ser el presidente de todos y no sólo de los que se creen más argentinos que el resto de los argentinos (perdón, Orwell).

Volviendo a los manifestantes (70 mil según Mariano Obarrio, 25 mil según otros), resulta preocupante que cambien los siglos, pasen las décadas y aún así haya quienes pretendan que el peronismo no forme parte del sistema político. La caracterización de la convocatoria (por la Democracia) y los mensajes psiquiátricos de algunos carteles traducen esa bronca que nace de comprender que no sólo forma parte sino que, en ocasiones, es casi el sistema político todo.

En la guerra de relatos, puede servirle al macrismo el estimular ese prejuicio que disocia peronismo y democracia. Desde su responsabilidad histórica es un error; y una continuación, además, en la política de hacerse fuerte desde su debilidad vía extorsión: dame gobernabilidad o sos golpista.

El peronismo puso mucho de su parte para quitarse el mote antidemocrático que le endilgan los sectores que dicen que los mejores días siempre fueron pre-peronistas. Durante los ocho años de Cristina, con Néstor y aún más en estos tiempos macristas, inclusive a costa de desalentar a su propia base electoral. El resto de ese camino deberá ser aportado por Macri y los suyos, tal y como apuntaron sus editorialistas militantes: debe completar su mandato, por primera vez desde 1928, un gobierno no peronista. Entregando recesión y ajuste, por ahora no parecen estar a la altura de lo que les demanda la Historia... si no es con el concurso del peronismo que aborrecen. Háganse cargo, macristas.

lunes, 27 de marzo de 2017

Que este blog y Kicillof digan si son kirchneristas

Escribimos poco y lo que sigue no es precisamente un análisis sino, aunque odiemos las compilaciones, un grandes éxitos (?) del blog. Sepan disculpar, como deberán también disculpar a Kiss&Love. ¿Qué dijo Axel ayer nomás?:

«El exministro de Economía y actual diputado nacional Axel Kicillof sostuvo hoy que una candidatura de la exmandataria Cristina Kirchner le es "muy funcional" al Gobierno, y consideró que la elección de medio término debe ser para "plebiscitar" la gestión del presidente Mauricio Macri y no la de la líder del Frente para la Victoria.

"Al Gobierno le resulta muy funcional que esta elección se discuta en términos de si gana Cristina o pierde Cristina. ¿Este es un plebiscito a Cristina Kirchner en 2017? Si Cristina terminó de gobernar con un millón o medio millón en la plaza y se fue...Estamos plebiscitando a Macri", recalcó el dirigente kirchnerista, dando a entender que no es conveniente exponer a su jefa política ya que podría tergiversarse el sentido de esta elección de medio término, que tiene que ver con evaluar el desempeño del Gobierno de Cambiemos...».

¡Que Axel diga si es kirchnerista! ¡Que muestre el “no fue magia" tatuado en el pecho! Porque, bueno, a este bloguero lo acusan con epítetos peores por decir cosas como ésta, de diciembre del año pasado:

«...Uno de los grandes interrogantes es hoy Cristina: ¿va o no va? Tiene votos, tiene piso y tiene techo. Tiene, además, un sabor dulce para el macrismo. Desglosemos: 1) el macrismo está tensando la situación elástica que dejó el kirchnerismo en la macro pero también en la microeconomía; el deterioro es evidente. Aún así, las demografías electorales pueden no obedecer únicamente a este factor, y si bien esto aleja a muchos del 51% nacional del balotaje (o aún de los resultados de octubre en PBA: 39,5% a 35,2% para Vidal vs. Aníbal F. y 32,9% a 37,1% para Macri vs. Scioli), la situación (a hoy) no es tal que los obligue a refugiarse invariablemente en el kirchnerismo. 2) Descontando el concurso de la prensa oficialista, plebiscitar al macrismo no será el único eje electoral. 3) Buceando en las profundidades de las macrinomics y las macripolitiks, el peronismo realmente existente, antes preocupado por su supervivencia, buscará refugio en sus distritos. En este cálculo, las de 2017 deberían ser elecciones nacionales para Macri y una sumatoria de comicios locales para el peronismo. Ahora sí, finalizado el desglose, podemos decir que Cristina candidata nacionalizaría las legislativas, rememorando el clima de noviembre de 2015. El macrismo, por supuesto, recibirá como maná poder apelar a su reflejo primitivo, aquello que le dio constitución, su eje de campaña desde siempre: el antikirchnerismo; y entonces cada contendiente distrital, sea formoseño o riojano, podrá sustraerse del debate local o de sus insustancialidades constitutivas para discutir con Cristina y el gobierno que terminó en diciembre pasado...».

Gracias, Axel, por tanto. Perdón, Los Huevos y las Ideas, por tan poco. Después, si les apetece (?), pueden darse una vuelta por Twitter y occservar con ánimo arqueológico (?) mi tuit fijado.

martes, 7 de marzo de 2017

Cambiemos: el laberinto del Presente

El macrismo operó durante todo su primer año bajo la consigna de que en su debilidad residía su fuerza; con la extorsión implícita de tener al imaginario del “golpismo" en la punta de la lengua para descalificar cualquier oposición. Esto pudo ser resumido en la expresión “dejen gobernar", aparecida a poco de iniciarse el gobierno, nadie sabe muy bien cómo o desde dónde pero en espejo equivalente al “Macri gato" que comenzó a utilizar, luego, la oposición silvestre en las distintas redes sociales.

El apelativo a la extorsión y debilidad de origen caducaron. Resultó claro el año pasado: la Luna de Miel había terminado aunque sus brasas calientes le otorgaran aún márgenes al macrismo. En cambio, la caída de imagen de febrero, que resulta perezoso atribuir sólo a los escándalos del Correo y Avianca —si bien operaron sobre una de las líneas de flotación de Cambiemos: la supuesta honestidad— cuando sabemos que el impacto de la corrupción para un gobierno es indirectamente proporcional a sus logros en economía; la caída de febrero, decíamos, es la resultante de una aritmética decepcionante: esfuerzos de la clase media y y más de los sectores populares sin resultados palpables, solicitud de mayores sacrificios sociales y ningún horizonte de reactivación que no sean apelaciones al voluntarismo. Todo esto no ocurrió porque la oposición así lo quisiera, sino por mandato de la recesión buscada por el propio oficialismo.

Es a partir del imperio de lo real sobre cualquier relato, sea oficialista u opositor, que la sociedad va a demandar a partir de ahora, y cada vez más, un gobierno que pueda encauzar a la economía pero también al debate político en términos distintos a la mera comparación con el pasado, argumento que ya sólo interpela al núcleo duro macrista que representa, quizás, el porcentaje que recibió el PRO en las PASO 2015: alrededor de un 24%.

El universo simbólico en el que fluía y se sentía cómodo el macrismo cambió. Ya no podrá hacerse fuerte desde la debilidad, desde ser no-peronistas y nóveles: el paro docente y la gran marcha gremial son posibles ahora no sólo por la legitimidad de sus reclamos sino porque existe ya un colchón social de demandas de gestión insatisfechas, y que no pueden además atribuírse a la pesada herencia sin que parezca una ridícula tomadura de pelo.

Párrafo aparte para lo ocurrido en la marcha, con las bases sindicales exigiéndole a la cúpula poner fecha para un paro general: fueron las demandas que el macrismo generó con su política de redistribución regresiva y el triunvirato no reclamó lo que habilitó esa interpelación a la dirigencia y a cielo abierto, en un mensaje que parece decir “más calle y menos palacio, muchachos". El resultado está en el aire pero el triunvirato y otros líderes sectoriales quedaron deslegitimados. Eso sólo puede ser una preocupación para el macrismo, aunque en el corto plazo pueda parecer tácticamente deseable.

Es entonces una buena parte de la sociedad la que exige tener un gobierno y no simples comentaristas de la realidad en posiciones de poder. En definitiva, que el gobierno sea fuerte y capaz de comandar la economía. Y no hay modo de conseguirlo que no implique un triunfo en la provincia de Buenos Aires. Si hasta el año pasado parecía que un empate o derrota digna le alcanzaban al macrismo, este año le demanda ya un triunfo.

Como bien describió Martín Rodríguez, el macrismo descansó durante su primer año apoyado en el relato de un pasado apocalíptico y la promesa de un futuro promiso. Pero tenía además un relato para ese presente, aunque se cuidaran de mencionarlo poco: era el momento de un sacrificio, de “pagar la fiesta", la “resaca del populismo". La sociedad le demanda ahora que abandone las apelaciones al pasado o el futuro y se ocupe del presente, un laberinto que al macrismo le cuesta transitar. Los analistas de todo el arco político lo tienen claro y más aún los macristas, a quienes atormenta una consigna: Cambiemos debe cambiar antes de que la demanda sea por un nuevo cambio.

jueves, 26 de enero de 2017

Populismos y el teorema de Baglini en la globalización

Es tiempo de reconocer que lo endeble de la economía global hace letra muerta del teorema de Baglini, aquel que reza que cuanto más cerca del poder más conservadoras se tornan las posiciones de un político. El pasado 2016 lo demostró: luego de la crisis subprime de 2008, de las golpeadas economías periféricas europeas y el menor crecimiento chino, no solo no hay timidez alguna para pegarle al sistema sino que, además, paga electoralmente. Y es probable que continuemos en la tónica por no pocos años.

Así el Brexit como Trump, manifestaciones ambas del descontento de un gran porcentaje de la población mundial con el estado actual de situación (que son noticia —claro— porque afectan a países desarrollados, al tope de la tabla de PBIs, aquellos donde nacieron las megacorporaciones que impusieron y son las ganadoras de la globalización); así Marine Le Pen en Francia, sentenciando el fin de la Unión Europea como promesa implícita de campaña. Estos casos dan cuenta de cómo las preconcepciones de lo políticamente correcto y hasta lo políticamente posible van siendo puestas no sólo en cuestión sino, directamente, abandonadas por no garantizar lo que un contexto más estable otorgaría en tiempos electorales: mayores chances de triunfo a las posiciones de centro.

El reciente discurso de Theresa May en Davos, explicando todo lo que supuestamente no implica el Brexit para la UE y la economía global, es síntoma de cómo el escenario de inestabilidad política provocado por las políticas económicas de las fuerzas globalizadoras los encuentra todavía sin respuestas superadoras. Y entonces sólo atinan a criticar la emergencia de distintas opciones políticas al grito desgarrado de “¡populismo, horrible populismo!" sin siquiera comprenderlo, como bien apunta MECasullo*. “...The forces of liberalism, free trade and globalisation that have hadand continue to havesuch an overwhelmingly positive impact on our world...", alaba May, cuando son algunas de las razones que explican el Brexit. Luego, sí, critica a las fuerzas políticas que se retroalimentan con sus consecuencias y están también en la base del resultado del referéndum: “...across Europe parties of the Far Left and the Far Right are seeking to exploit this opportunity, gathering support by feeding off an underlying and keenly felt sense among some peopleoften those on modest to low incomes living in relatively rich countries around the westthat these forces are not working for them...". Si no fuera por miopía o un raro fatalismo para tratarse de política, el discurso todo sería digno del mejor Groucho Marx.

Tenemos también cerca el caso de España, remedando a Bélgica en sus intentos por formar gobierno tras una y otra elección, con la emergencia de Podemos y Ciudadanos a uno y otro lado del arco político, tal cual describe en disconformidad Theresa May.

En Latinoamérica, lo anterior más la caída de las commodities explicó la ventana por la que arrojaron a Dilma y el PT, con la novedad de que enviaron necesariamente al drenaje a Odebretch, un privado y más que grande, algo impensable hace poco tiempo. Complicando además la política en otros países de la región, vistas las ramificaciones subcontinentales de los negocios de la constructora brasileña. En nuestro país explica, en parte, que votáramos un #cambio para volver a las recetas fracasadas de aperturismo comercial y economía financiera, justo cuando el admirado “mundo" se complica a consecuencia de todo lo anteriormente enumerado. Resulta gracioso, además, que el macrismo esté traicionando algunas de sus promesas electorales apelando a la racionalidad del ejercicio del poder.

Entonces, como si lo descripto no fuera suficiente, tenemos a China —¡a China!— liderando la resistencia por la economía global que hasta acá nos condujo, mientras Trump intenta redifinir el rol global de EE.UU. con una mirada hacia adentro, como una búsqueda de entropía dentro de un sistema que muestra signos preocupantes. Así, el descontento social por lo económico —y no tanto por lo injusto de la distribución de poder o riqueza sino antes por sus consecuencias, algo que no debe confundir a las elites políticas si quieren comprender el fenómeno— habilita posiciones que prometen saltos hacia lo desconocido con una liviandad que a veces asusta al más plantado. Quizás sea momento de reformular el teorema de Baglini, y decir entonces que en el actual contexto, el político sólo se torna conservador en sus propuestas... luego de acceder al poder.

* Habíamos apuntado que no sólo Trump hizo populismo, sino también Hillary Clinton, sólo que tarde y de manera poco efectiva. Además, que el término “populismo" no es de modo alguno el antónimo de “globalización".