Mucho de eso que conocemos como rock ha muerto, pero no murió una muerte nietzcheana. En sus textos, Nietzsche propuso el deceso de Dios, pero solo porque algo superior y humano nacería para reemplazarlo. No ocurrió así con la religión ni con el rock. El mundo que alumbró a este último como movimiento cultural, como expresión generacional, como símbolo de disconformidad ante al estado de cosas y aun como canal para el ascenso social ha cambiado. En algún momento intentaron ser rock el punk, el metal, el rap, la electrónica y ninguno pudo superar las barreras de ghetto. Permanecieron en el jardín de infantes de la School of, mirando desde atrás del alambrado como este era asesinado cruelmente, como todo lo que es asesinado, por la industria, los tiempos, las nuevas generaciones y se transformaba en nostalgia y tributo de sí mismo.
Cabría preguntarse, antes de avanzar, qué son el rock y el kirchnerismo, pero tamaña tarea excede en mucho las razones de este texto. Sería más provechoso, en cambio, indagar qué es el rock para el kirchnerismo y qué el kirchnerismo para el rock. Dicho de otro modo: qué fue el rock para el Estado en manos del kirchnerismo y qué esto que llamamos kirchnerismo para los representantes de la movida del rock denominado nacional. Dicha denominación encierra un principio de respuesta: durante muchos años la aborrecí, como si los gobiernos dictatoriales hubieran retenido la tarjeta verde de la simbología patria, el ser nacional, el superior interés de la Nación y el rock, nacional también. De todos modos, eso habla más de mí que de lo que fue el rock en nuestro país y es injusto. Apunta mejor Cecilia Flachsland, autora de “Desarma y sangra", cuando dice que “es una música que nació con una intención modernista, la de sustraerse de las identidades nacionales en nombre de una identidad universal, planetaria, y terminó convertida en una de las músicas de la patria".
El rock murió pero ocurrió hace tiempo, allá por los años '70. ¿Lo mataron los Stones cuando grabaron Miss You? No; como dijimos, la industria descubrió un mercado hasta entonces inexistente: el de adolescentes que compraban discos y pagaban entradas. ¿Entonces lo mató Elvis, al venderle música negra edulcorada a los chicos blancos con tristeza en el corazón y caderas anquilosadas por años de represión sexual? Un poco, ya que en todo nacimiento se inscribe una sentencia de muerte. En nuestro país, por suerte para mi generación, el rock duró un poco más; porque vieron cómo somos los periféricos, si el atraso nos obliga a discutir hasta el ecologismo berreta de las naciones desarrolladas desde un continente de recursos naturales.
Sobre el rock en estos años de kirchnerismo, José Natanson señaló hace poco que “resulta notable que, en un universo cultural que durante dos décadas se dividió en torno al clivaje Soda-Redondos, la dichosa grieta no opere como principio ordenador, como sí sucede con la política, el periodismo, el campo intelectual y ese monstruo de interpretación contemporáneo que son las redes sociales". La contradicción late en el texto en forma de pregunta: ¿cómo el rock, que debería ser en esencia contracultural, no lo fue en relación a un gobierno —o dos, los de Néstor y Cristina—? Continúa indagando Natanson: “¿El Estado kirchnerista absorbió la rebeldía rockera y desvió esa energía a la militancia política? ¿El kirchnerismo mató al rock con su “contracultura oficial”, como provoca Martín Rodríguez en su libro Orden y progresismo?".
Martín Zariello recuerda a Cerati, quien dijera alguna vez, resignado, que "el rock ya no nos pertenece". Y apunta con acierto: “después de Cromañón, desde el punto de vista social, lo mejor que le pudo pasar al rock argentino fue que el Estado se hiciera cargo de su logística, organizando recitales, festivales y radios que lo difunden día y noche los siete días de la semana. Desde el punto de vista estético, creo que el hecho de que el Estado se haya tenido que hacer cargo debe ser entendido como el gran fracaso del rock argentino".
¿Se puede hablar de rock sin mencionar Cromañón? No, como un fantasma, como ciento noventa y cuatro fantasmas, se inscribió en la historia como su evento más trágico. El rock había mutado, muerto, resucitado como el Fénix y muerto un par de veces antes, pero Cromañón marcó al rock y al kirchnerismo. Adiós transversalidad, buen día día y globos amarillos en la Ciudad Autónoma. Cromañón fue el antecedente que explica la estatización del rock. Aunque esa visión, del rock en simbiosis con el Estado, me parezca poco más que una simplificación lícita. Ya antes el rock se había pepsicolizado, quilmizado, había sido sponsoreado como el fútbol. ¿Qué podía haber de contracultural, de contestatario o rebelde en una puesta en escena utilizada para vender alcohol o remeras?
El Estado llegó en auxilio de una movida que se detuvo, cuando las bandas descubrieron que para llegar a los lugares habilitados debían atravesar el desierto (eran pocos y algunos habían sido cartelizados por sellos como Pop Art). Sumemos razones: el kirchnerismo original pertenece a la primera generación que vivió al rock como un modo de expresión y gen identitario. No ocurrió así con la de los Cafiero, Menem y Alfonsín (nadie los imagina en alguna habitación en penumbras, tomando alcohol y fumando porro con Hendrix o Santana en el Wincofón). El kirchnerismo vio en ese rock necesitado un puente comunicacional, un cauce para la juventud a la que pretendía seducir y una legitimación del setentismo cultural, contestatario frente a ciertos poderes establecidos. El rock, ávido de infraestructura y recursos financieros, se dejó apadrinar, en coincidencia además con un Estado que venía a quebrar la lógica de la democracia de la derrota. Deberíamos apuntar también el origen clasemediero urbano y bohemio de nuestros representantes rockeros, importante para comprender sus simpatías políticas. El rock nunca se metió en política, siempre fue de izquierda.
En el casi medio siglo que la cultura rockera lleva en nuestro país, en lo que a encauzamiento de las energías juveniles se refiere, hubo más rock en nuestro fútbol que en nuestro rock. Se sublimaron pasiones y pulsiones antes en un potrero o una cancha que comprando entradas para un recital o ahorrando monedas para el último disco de la Velvet Underground. Nueva York o Londres quedaban lejos: estaba más cerca una pelota de cuero que una Stratocaster. Aprendieron (aprendimos) a engrasar la redonda antes que a hervir cuerdas para desengrasarlas.
Para retornar a Natanson (y su pregunta sobre la banda de sonido de la década kirchnerista) deberíamos considerar dos cuestiones. La división política por décadas no se condice con la evolución de las modas rockeras. Si en los '70 fueron los ciclos políticos, a finales de los '80 fueron los ciclos económicos los que comenzaron a modelarlas. Así, no es lo mismo la primera mitad de los '90, que en consonancia con la apertura económica y modernización globalizadora prohijó al rock sónico (que alcanzaría más tarde masividad con Babasónicos), que la segunda mitad de dicha década, que vio explotar al rock chabón que venía a contar las miserias de la recesión, el desempleo y los chicos en las esquinas porque no tenían adónde y con qué ir hacia ningún lugar. Luego, los cambios en la industria, con bandas que prefieren pasar tiempo en la ruta antes que en un estudio, porque en los tickets y no en los discos está el dinero, la muerte de MTV, la web, Napster y los actuales sitios de escucha online. Pero más importante aun, debemos reconocer con dolor que los chicos con raros peinados nuevos prefieren hoy el reggaetón y la cumbia, vía youtube, mientras creen que Agapornis compuso Persiana Americana.
Valga una contradicción más para terminar, esta vez con el texto mismo: el rock no ha muerto, pero sobrevive con asistencia mecánica respiratoria en los márgenes del circuito comercial. Let there be rock.
6 pusieron huevos y comentaron:
Me gustó el post. Lo que no me queda claro es si me gustó porque con el rock nos abandonamos hace tiempo. Lo cual puede ser un problema del rock o de uno que se vino viejo, nomás (50, ¿usted?).
No alcancé siquiera a adherir al rock chabón, porque más allá de la temática que tocaba, me parecía que se había perdido (reforma educativa mediante) mucho de música y -sobre todo- de letras.
Así que fui rumbeando para el lado del folklore, el jazz y ahora la música llamdad clásica. Pronto puto.
Diego: sub40 por acá. Yo siento que el rock me abandonó a mí, mientras lloro escuchando discos de fines de los '60.
Siguiendo a un filósofo de moda, "el rock es un negocio". Y en función de éso es que lo vemos maumeno difunto o, por lo menos, muy cambiado.
De todos modos, algo pasa, si para un SMS "las letras" son espantosas, ¿qué podemos esperar si encima hay que enchufarle música? - Joven argentino, si sos sub-70, de vuelta al primero achatao o por lo menos, rendir equivalencias...
Pero algo pasa, internet está lleno de radios "Oldies", los lugares de venta de discos, explotan de vejestorios remasterizados, remezclados, reeditados, rarities, videos HD de cuándo los ídolos hoy setentones tenían 25 y todo se vende, todo se baja, todo se comparte y, mi hijo de 24 me destruye el cuore con los Moody Blues y otros PAMI de mis 18; tal vez sea que lo más o menos inaugural era auténtico, los grupos eran grupos de amigotes, los Rolling eran de Brian Jones (y no de un par de triángulos de las Bermudas devoradores de billetes), no sé si todo tiempo pasado fue mejor, pero ése parece que sí.
2 cosas se me ocurren para sumar:
La primera es una hipótesis, admito un poco ingenua/optimista. Hablo de Bs.As: en esta ultima década ha aflorado un interés y desarrollo muy grande por el folklore y jazz. De hecho se han abierto muchas carreras en distintas instituciones, que hace 15 o 20 años no existían. Esto significo que mucho jóvenes/notanjovenes provenientes del rock se volcaran a esos lares. Lo se por ser parte de ese grupo. De hecho, sacando las bandas mas poperas (como paradigma tan biónica), muchas bandas de rock tendieron a la mezcla con el foklore y los ritmos latinoamericano.
Digo que es ingenua u optimista porque nose que tanto puede ser influyente o determinante esto a la diagnosticada muerte del rock. Pero me resulta que puede ser asimilable al cambio de época, a los intentos de integración latinoamericana, etc.
La segunda. Y como contrapartida de la anterior, al igual que con los medios de comunicación y la información, hoy vivimos una saturación de oferta de bandas. Muchas son buenas, y muchas no. Pero como distinguimos?? Mejor y mas fácil, corremos a escuchar Rubber Soul.
Saludos!
El rock era rebeldía, y para nosotros, modelos ´60, sentíamos la cresta de la ola. Hoy un pibe sensato y rechiflao no levanta estandartes de rebeldía usada.
Ram: sí, en este caso me parece que aplica el “todo tiempo pasado fue mejor". Recuerdo haber discutido algunas veces sobre lo buen reciclador que fue Lenny Kravitz, por caso.
Luciano: supongo que pasa un poco lo que decís, aunque la movida fuerte del folclore vino con los Nocheros primero y la Sole después.
Muy bueno, Moscón.
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