Sobre el comunicado de la CGT

En Hugo Moyano conviven el gremialista y el político. El que mira a sus representados y el que intenta representar a un grupo social mayor. No siempre esa convivencia es armónica. Ocurre que, en algunos momentos, el Hugo otorga -como corresponde a su ámbito de responsabilidad- preponderancia al sindicalista.

Ocurrió en marzo de este año, cuando se convocó a un Paro General para apoyar al líder de la CGT cuando consideraron un pedido de la justicia suiza como un ataque. El mismo sentido le dieron a la detención del Momo Venegas: un ataque al sindicalismo todo. En marzo consideramos que la convocatoria al Paro y esa interpretación eran errores políticos. Porque si Moyano aspira a colocar a un trabajador en la Rosada, esas movidas y esta defensa a Sobrero y a los otros cuatro sindicalistas ferroviarios no colaboran en la consecusión del objetivo. En ese sentido, si bien entendible desde el punto de vista sindical, desde el político esta defensa es también un error.

En esta Argentina por la que transitamos el sindicalismo ya no es el cuco que en algún momento fue. Continúa teniendo una alta imagen negativa pero, si consideramos las operaciones de prensa, debería ser aún mayor. Eso se debe a que la prensa ha visto disminuir su índice de credibilidad. A pesar de ello construir o reconstruir el vínculo con la sociedad es una deuda del gremialismo todo. Que legitimaría aún más la defensa de los derechos de los trabajadores. Defendiendo a sindicalistas investigados por la Justicia no lo conseguirá.

Que estas reflexiones se entiendan como un intento de colaboración. Por ello quiero rescatar algunas líneas del comunicado de la CGT: «Llama poderosamente la atención la facilidad con que la justicia actúa sobre los dirigentes gremiales; cualquiera sea su trayectoria o ideología política en un país donde los narcos, los apropiadores de bebés, los abusadores de menores, los que saquearon la Argentina, los que hacen espionaje a los vecinos, los traficantes de armas, los corruptos, los que defraudan al Estado y al pueblo parecen tener, aún los condenados, otra consideración y otra suerte».