En sistemas políticos como el nuestro, los hechos políticos son, por lo general, potestad de los ejecutivos. El rol que suelen cumplir entonces los opositores se reduce al que etimológicamente les compete. Las razones están dadas por tradición, por relación de fuerzas, por el rol que la sociedad suele esperar de ellos y, algo importante en nuestro país y en países emergentes, ya que los partidos no cuentan con programas prestablecidos, porque es la mejor manera para diferenciarse políticamente.
El hecho político opositor de este mes fue el cacerolazo. No fueron novedades el sector social implicado o las consignas sino la magnitud, inusual en las anteriores y más promovidas manifestaciones. Repetimos algo dicho hasta el hartazgo: las clases acomodadas y las populares suelen tener claras sus necesidades, objetivos y redes de relacionamiento, la clase media no tanto, y es un sector de esta (no toda, como suele simplificarse), la que culturalmente se identifica con los sectores acomodados, la que resulta funcional a estos últimos. Ya fue ariete en numerosas oportunidades, siendo la "legitimidad segmentada" y "el campo somos todos" los últimos y más claros ejemplos.
Habida cuenta de que el último cacerolazo sorprendió a propios y extraños (fue gracioso leer en facebook que ese era el pueblo manifestándose, el populismo bien entendido empieza y termina en casa para algunos), y se constituyó en agenda, numerosos analistas opositores están aconsejando a los políticos ídem montarse en esta ola: representar sus demandas. Consejo interesado y malintencionado (complicado no resbalar en el teflón), ya que difícilmente las demandas de este sector puedan considerarse un proyecto de país o tan siquiera un plan de gobierno. Quizás sí un capricho adolescente, que ante el consejo paterno (o materno y cristinal) replica que con su plata puede hacer lo que quiera, incluso apostar en contra de la moneda que comparte con los suyos. Siempre lo dice (de alguna manera, y perdonen la elasticidad en la interpretación) antes y mejor Bob Dylan: "Man thinks ’cause he rules the earth he can do with it as he please / And if things don’t change soon, he will / Oh, man has invented his doom / First step was touching the moon / Now, there’s a woman on my block / She just sit there as the night grows still / She say who gonna take away his license to kill?".
Creer que los caceroleros realmente solicitan respeto por las instituciones, la democracia y el resto de las demandas republicanas es infantilismo (son un grupo minoritario: piden respeto por la oligocracia). Peor aún, amateurismo, sería que algún político con alguna medida aspiración mayor a un kiosquito legislativo creyera que representando estas demandas puede superar un 3 o 4% en elecciones nacionales. En legislativas distritales, y si sólo hablamos de Buenos Aires, pueden aspirar a doblar esos números si no dividen la representación. Como sana y desinteresada advertencia entonces, sería aconsejable que hicieran neokirchnerismo, pero en serio, y le explicaran mientras tanto a sus verdaderos representados que les conviene ganar mucho de manera sostenida y no todo de un tarascón. Hacer bobdylanismo o spinettismo (sigamos neologizando) y no britneyspearismo o spicegirlsismo. Pero estoy seguro de que van a terminar tarareando "Oops... I did it again", again.