Cualquier habitante de barrio Sur en Tucumán sabe que la Justicia que le toca no es la misma que la que recibe un señor de barrio Norte que compra camisas de La Martina de contado. Aún los que compran en esa cheta tienda, pero en cuotas, saben que la Justicia que les toca no es la misma. El hacete amigo del Comisario de antaño es hoy hacete amigo del Juez. Como bien dice Gustavo Rosa en un recomendable post: se trata de una «...administración de justicia apolillada, patricia, elitista que se resiste a todo intento democratizador. Un sistema judicial más orientado a satisfacer intereses que a garantizar derechos. Para muchos jueces, la Constitución es una masa amorfa que se amolda a las necesidades de las minorías en detrimento de las mayorías...».
Ocurre que los jueces, aunque el dictamen de la CSJ (con Zaffaroni en disidencia) pretenda instalar lo contrario, son partidarios políticos. En un primer momento, partidarios de ellos mismos y de una familia judicial que se atrinchera en defensa de sus derechos adquiridos. Luego dependen, para su nombramiento, del poder político. Si no me creen, gugleen “como se designa a un juez" (pongalé signos de pregunta, si son nazis de la gramática, da igual) y después me cuentan. Son partidarios, además, de otras diversas organizaciones. Muchos son militantes católicos, por ejemplo, y tenés que ir a rezar con ellos si querés hacerte amigo y, por ahí, empezar a formar parte de la flia. judicial.
No sólo el acceso a la Justicia, sino que la Justicia impartida sea igualitaria (porque no es Justicia si no), es un proceso que deberemos seguir transitando. Lo explica muy bien Sergio de Piero: «...los núcleos duros que impiden una mayor igualdad y un acceso pleno a los derechos de ciudadanía, no se allanan sólo con la realización de elecciones libres: hacen falta gobierno dispuestos a abrir esas agendas, a plantear los temas que están en el fondo de las sociedades o, como decía el mismo Lechner "en los patios interiores de la democracia" (...) Democratizar la democracia, es la posibilidad de abrir espacios al interior de las instituciones; de todas en las que participan ciudadanos y ciudadanas y desarrollan sus vidas; las enmarcadas en el derecho privado lo deberán hacer, alentadas por sus miembros, pero también el Estado allí puede sugerir una legislación que vaya en ese sentido; y en las del derecho público, la creatividad política debería empezar a emanciparse. Son muchas las instancias hoy en la esfera pública, donde la democratización aún está esperando su hora. Y es el mismo Estado el que aún puede impulsar ese proceso. Que no haya prosperado esta reforma, sólo debe alentar a propuestas más creativas, antes que los discursos de la "corrupción política" ocupen otra vez el centro y nos retracen, nuevamente, unos 20 años».
Perdón por tanto robo, pero si consigo ser juez, entro por una puerta y salgo por la otra como pancho por mi casa. Pero respecto a esas “propuestas más creativas", ¿no formaba parte de la crítica a la Reforma Judicial que se democratizara también el ingreso al empleo en el Estado? Hay ahí una buena oportunidad para demostrar que vamos por la democratización en serio. Y que el juez de línea (¿otra vez un juez?) les cobre orsai. Como debemos seguir marcándoles la posición adelantada respecto a la eximición de impuestos, respecto al manejo de la Caja judicial por parte del Consejo de la Magistratura y no por la Corte Suprema. Decisión, esta última, política, fruto de un pedido de la CSJ a la Presidenta, quien entiende que se trata de una cuestión política, aunque el art. 114 diga otra cosa. Porque el 114 es fruto de una redacción consensuada por políticos, elegidos por el voto, debido a una constituyente a la que se arribó por voluntad y consenso político, enmarcado en un contexto político favorable. Es que la Constitución es eso: no son las tablas bajadas por Moisés, sino la resultante de un equilibrio de fuerzas políticas -aún de las que no se presentan a elecciones, como las corporaciones económicas, jurídicas, eclesiásticas, en un tiempo también militares, etc.- en un momento determinado.
Justamente estas corporaciones, las que no se presentan a elecciones, son kas que tienen al tiempo de su lado, frente a la finitud de los tiempos políticos. Lo explica muy bien Aldo Jarma: «...Por eso, tradicionalmente, los ejecutivos electos eligen no confrontar a las corporaciones. Prefieren pactar: el famoso consenso. Lo cual los condena a moverse dentro de márgenes mínimos para llevar adelante sus gobiernos que, en el mejor de los casos, se transforman en tibios reformistas.
Néstor Kirchner lo tenía clarísimo con su definición de la política: "es plata más expectativas", y jugaba con la reelección eterna entre él y Cristina. Había encontrado la fórmula perfecta para equiparar el poder de las corporaciones: tenía, también, el tiempo.
Eso le permitió al kirchnerismo dar batalla a varias corporaciones al mismo tiempo y darle a su gobierno un perfil fuertemente reformista. Algo inaceptable para las conservadoras corporaciones argentinas...». Luego dice que «... enfrentar a esta coordinada avanzada corporativa requiere de una masa crítica que no puede limitarse a un núcleo duro...», algo que también sosteníamos acá hace un tiempo cuando decíamos que: «...tampoco alcanza sola o mayormente con el poder del Estado. Se necesita un poco más: sindicatos, organizaciones sociales, el empresariado, medios de comunicación, etc. (antes, esta enumeración hubiera debido consignar a las FF.AA.). La estrategia de acumulación kirchnerista ha sabido dotar al Estado de mayores recursos, pero registra en el debe (quizás se trate sólo de un sueño, pienso ahora) ese "un poco más" que podría permitir, sí, que los enunciados comparando al kirchnerismo con el chavismo, el chauchescucismo y el fin de la república gocen de algún asidero en la realidad...». El bloguero olvidó mencionar a otras, más, fuerzas políticas. Ahora subsana ese error.
Es irrefutable que para seguir en esta senda de transformación, tibia si quieren, es imprescindible continuar ganando elecciones. Para eso se necesita seguir demostrando que la economía de Mercado puede seguir atemperándose desde el poder político; y por lo tanto engrosar ese poder político, algo que con poquitos buenos -lo decía Perón- no puede hacerse. Hay que dianacontizar menos, y convocar a mayorías. Y convocar a mayorías es algo que requiere de mayor apertura. Cada vez falta menos, dale.