Los comentarios de
Nando Bonatto e Iris,
en el post anterior, me dispararon la pregunta: ¿qué hubiera ocurrido si en 2003, en lugar de Kirchner, hubiera sido otro el Presidente elegido? Porque ya parece un lugar común hablar de la suerte que tuvimos de que fuera Néstor el emergente (aunque yo prefiero pensar que la suerte, más bien, fue posterior a la construcción de una alternativa política al modelo neoliberal) pero, ¿y si hubiera sido otro el candidato ganador?
No descartemos de antemano una tercera presidencia del
riojano más famoso (Ramón Díaz decía ser el segundo). Si bien Souto, de La Ese, su publicista por entonces, reconoce que el objetivo para la campaña
era:
"Liderar con nuestro candidato la primera vuelta de las elecciones por una diferencia que nos permita hacer un buen ballotage, y que le permita a Menem retener una cuota de poder importante en el Congreso y ante la sociedad", sería arriesgado sentenciar que Menem hubiera perdido el ballotage contra un candidato no peronista: la gobernabilidad, por entonces, era un valor que cotizaba muy alto. Pensar qué hubiera hecho como Presidente a partir de 2003 no es difícil: lo conocimos de cerca y durante diez años. De todas maneras, aquí
un resumen de su plataforma de 2003:
....reforma política para bajar el gasto público, dos raciones diarias de comida para los indigentes, fuertes medidas de seguridad ("Incluyendo, les guste o no, la participación de las Fuerzas Armadas donde sea necesario", según aclaró), reforzar la "alianza estratégica" con EE.UU., rebajas impositivas al consumo y al empleo, entre otras...
Neoliberalismo al palo. El mismo que nos había cimentado el camino a diciembre de 2001. Su plan, más detallado,
incluía "unicameralidad", "regionalización" del país para reducir costos, la baja de la imputabilidad de los menores a los 14 años y represión (
"La calle será un lugar de convivencia y dejará de ser tierra de nadie").
Nada muy distinto a lo propuesto por Ricardo López Murphy, quien fuera ampliamente apoyado por el
establishment en las semanas previas al 27 de abril de ese año; y por ello, pese a haber sido el ministro de economía que
duró tan sólo dos semanas en el cargo luego de proponer duros recortes, consiguió un inquietante tercer lugar en esas elecciones. Intentó, el Bulldog, capitalizar el voto radical y el voto de la derecha que prefería una opción más republicana que la representada por Menem. Tuvo éxito en su estrategia pero no le alcanzó.
Rescatemos estas palabras del candidato del radicalismo, establecedor del
índice Moreau (que bien podría haber sido utilizado como piso proscriptivo en la recientes Primarias):
"Menem y López Murphy juegan en el mismo equipo, llevan la camiseta de Bush y la de la especulación financiera". La represión de la protesta social, el ajuste fiscal y apelaciones a la institucionalidad republicana fueron los caballitos de batalla de López Murphy.
Algunas de sus definiciones en economía comprendían:
...La liberación total a las restricciones cambiarias, con un tipo de cambio flotante, sin intervención del Banco Central. La reducción gradual de tres impuestos: retenciones a las exportaciones, las contribuciones patronales y el impuesto al cheque (bajarían la alícuota de 0,6% a 0,15% y lo cobrarían a cuenta de otros impuestos). Un redireccionamiento de los destinatarios de los actuales planes Jefas y Jefes de Hogar, hacia niños y adolescentes. [una buena...] El aumento gradual de las tarifas de los servicios, escalonado a dos años. También plantean renegociar la deuda pública argentina sin aplicar ninguna clase de quita, pero a cambio de reducir drásticamente las tasas de interés, así como de estirar los vencimientos a plazos que podrían llegar a 30 años...
Condenó el cambio de voto respecto a Cuba en la ONU (pasamos de la condena a la abstención, por si no lo recuerdan) y, como nota de color, tuvo el apoyo de
Mirtha Legrand (¡uy!) y de dos intelectuales:
Kovadloff y Marcos Aguinis (¿y el espíritu crítico del
inteletual, muy inteligente?).
Respecto a Carrió, casi que podría decirles que imaginar un posible gobierno suyo puede conducir al manicomio. En 2003 todavía militaba en un ARI de centroizquierda. Al poco tiempo, cuando Kirchner ocupó ese lugar, rompió y fundó la derechista Coalición Cívica.
Podemos hacer un resumen; como luego, existían dos opciones en esas elecciones: una desarrollista, encarnada en el duhaldo-lavagnismo (a la que Kirchner le sumaría lo nacional y popular), y la propuesta de los candidatos que se referenciaban en el
establishment antes que identificarse con las necesidades del pueblo. Menem y López Murphy proponían ortodoxia económica, liberalidad del comercio, ajuste con descarga de sus consecuencias sobre la base de la pirámide social, criminalización y represión del conflicto social (con participación, una vez más, de las FF.AA. en el frente interno) y una política exterior proimperialista, alineada con EE.UU. antes que con el bloque regional que, por entonces, era sólo el Mercosur.
No es difícil imaginar entonces que la Corte Suprema no hubiera registrado cambios, que los cuadros de los genocidas continuarían colgados, que no hubiera existido quita de la deuda, que la subordinación a los dictados del FMI sería la regla, que Argentina hubiera participado gustosa en el ALCA, impidiendo la consolidación de una propuesta latinoamericana, que Clarín seguiría siendo el
cuco que pone y saca Presidentes, que continuaría la preminencia del sector especulativo financiero sobre la sustitución de importaciones. Quizás podríamos mirar hacia Colombia para aventurar las posibles consecuencias del alineamiento externo: no sería descabellado imaginar bases militares norteamericanas en nuestro territorio. Nadie pediría ponernos de acuerdo en 4 o 5 cosas como políticas de estado a largo plazo, porque
el pliego que José Claudio Escribano le presentó a Kirchner hubiera sido aceptado sin ninguna vergüenza.
En definitiva, los costos de la crisis hubieran sido
socializados -es decir, descargados sobre la espalda de los trabajadores, con la consecuente pérdida de derechos, menor consumo proteico y acceso a la salud y educación- y el consenso continuaría siendo que el Estado no debe intervenir en Economía y que debe regir la
mano invisible del Mercado. Podríamos seguir imaginando, pero una pesadilla por vez es suficiente.