Las últimas elecciones, ya las PASO, certificaron que hacia el interior del peronismo se daría la próxima disputa de poder. Si hasta Barletta, el titular de la UCR,
reconoció que no existe hoy una alternativa política seria al kirchnerismo. Al... kirchnerismo.
Y acá es donde la cuestión se complejiza. ¿Peronismo? ¿Kirchnerismo? ¿Peronismo no K? ¿Kirchnerismo no P? ¿Peronismo Puro? ¿Kirchnerismo al palo? Qué preguntas. Supongo que Randazzo, Piumato y Carta Abierta apelarían a distintas definiciones para cada uno de estos interrogantes. Si nos atrevemos a pedir opinión afuera, en la trinchera opositora mediática, una respuesta
off the record consistiría lisa y llanamente en un insulto.
On the record la cosa cambia; existe, desde hace bastante, un claro intento por diferenciar los términos "kirchnerismo" y "peronismo": el kirchnerismo sería un
revival del montonerismo setentista, todos zurdos infiltrados al movimiento del buen general Perón que, como todos saben, era de derecha y, si los apuran, hasta dirán que era un liberal disfrazado que engañaba al pueblo. En beneficio propio, claro. Los peronistas, en cambio, serían los guardianes de la ortodoxia, remedo del ala sindical setentista, que quería masacrar a esos zurdos por intentar bajarle letra a Perón. Todos violentos, negros y básicos. No como Menem: ¡ese sí que fue un caudillo populista peronista que entendió como funciona el mundo post-reaganiano! Ojalá todos los peronistas fueran como él, pero menos... peronistas.
Cuando en 2008 se desata la pelea con "el campo" y Clarín, un grupo de legisladores peronistas decide escindirse, creyendo aquello del "fin del ciclo K". En la campaña de 2009 Kirchner alertaba que querían volver a los '90, es decir, al peronismo noventista, con Francisco de Narváez como
neoperonista liberal. La disputa por el término; el "peronismo" utilizado como adjetivo calificativo. La ecuación era simple y Morales Solá, luego del triunfo de Unión-PRO, no entendía cómo los peronistas de la PBA no abandonaban las filas K para sumarse al colo-
neomenemismo. Necesitaron reinventar a Duhalde entonces, que recibió amplia cobertura en Clarín. Si queremos resumirlo, podemos decir que para los medios el peronismo es una cosa y el kircherismo otra completamente distinta. El año pasado Eduardo Fidanza utilizó una analogía inmobiliaria para explicarle al establishment que
podían pactar con el peronismo, que le alquilaba el piso superior al kirchnerismo, para desalojar a éste último. Saben, como Barletta, que sin peronismo no hay gobernanza.
Quizás por eso noto un cierto odio redivivo al peronismo por parte de algunos sectores minoritarios, una minoría intensa antiK: entendieron lo que decimos al principio, que la disputa de poder se dará dentro del peronismo. Esta emoción violenta
no tiene paralelo en las élites ni en los medios. Más aún, ya están intentando reconfigurar a Néstor Kirchner como un político típicamente peronista, con el que se podía pactar, y a Cristina como la extremista (bipolar histérica, decían) con la que es imposible dialogar. Así, el "cristinismo" sería una deformación del "kirchnerismo original". El de Alberto Fernández. Como respecto al término "peronista", buscan apropiarse del poder de denominación.
¿Y qué ocurre dentro del peronismo? Los medios hablan acerca de un resquebrajamiento político del oficialismo, pero Cristina consigue aprobar en Diputados, en otro típico
trámiteexpressK, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. Ocurre que no es tiempo todavía para desmarcaciones: ninguna figura con potencial electoral ha cuestionado hasta ahora el rumbo. Los cuestionamientos provienen desde el sindicalismo. Corrección: desde un sector del sindicalismo.
#PeronismoPuro, claro está. Desde ese lugar también le disputan sentido al oficialismo, como bien lo explican en sendos posteos
el tachero kirchnerista y
Adán de Ucea. En esta disputa el gobierno no pierde electoralmente, pero sí en capacidad de movilización. ¿Y Moyano? Amaga. Presiona. Está enojado,
como dice Mariano. Su discurso no prende afuera pero consigue moderar ímpetus al interior del sindicalismo. Apunta, junto a quienes le responden, a exteriorizar el conflicto para cohesionar el frente interno. Esta estrategia puede asegurarle un nuevo mandato al frente de la CGT. ¿Hasta dónde puede tensar la cuerda sin romper? Hasta un paro general, que tampoco conviene a sus aspiraciones: podría aislarlo o llevarlo a pactar definitivamente con Barrionuevo y Venegas.
Para que no sea sólo un adjetivo con el cual un otro califica, podemos escuchar a algunos compañeros todavía definir al peronismo como un movimiento que no es "ni de derecha ni de izquierda". Cuando ya ni "derecha" ni "izquierda" conservan el mismo sentido (tenemos gobiernos de una supuesta izquierda liberal en Europa y gobiernos que plantean la búsqueda de nuevas definiciones como el chino), no podemos esperar que esa frase conserve su sentido original. Tampoco podemos adscribir a categorías viejas como "derecha sindical" o "genes montoneros" para trazar límites. Atrasa. El peronismo, además de su rica historia y presente, es lo que dictan los equilibrios que se dan hacia su interior. Esos equilibrios se relacionan también con su capacidad de atraer a sectores ajenos o "independientes" al momento de ingresar al cuarto oscuro, y a la dirección que le imprima la figura que en el momento histórico lo aglutine. Es el hecho maldito y también el partido del orden. También puede que yo no entienda nada de peronismo y éste sea tan sólo comer fideos los domingos con la vieja, pero ya ustedes me lo dirán.