Intentemos, todavía en caliente, una disección del resultado. Existen razones para el triunfo de Macri y razones para la derrota de Scioli. No son necesariamente las mismas aunque expliquen, ambas, el resultado electoral. Empecemos por la derrota del FpV.
1. Se resolvió la incógnita post 25oct:
el voto de UNA resultó más opositor que peronista. El 71% a 28% de Córdoba es un mazazo tremendo. De la Sota, Massa, ¿pueden intentar liderar al peronismo como boquean? Tu vieja puede votarlos algún día, este humilde bloguero no lo hará. ¿Qué ocurrió para que la docta tuviera, en espejo, resultados del interior tucumano o santiagueño? Podemos enumerar: quienes viven de o alrededor de la agroindustria recuerdan todavía 2008 y creyeron tanto las promesas de Scioli como de Macri; eran dos proyectos de país y votaron a favor del suyo. Córdoba tiene además una rica tradición radical, pero no pueden haber sido gratis la revuelta policial de 2013 –cuando dejamos a los cordobeses librados a su suerte– y el impacto de la caída de la demanda brasileña sobre la industria automotriz, que opera desde 2012 con un esquema de suspensiones laborales.
2. Si Brasil quedó partida en Norte/Sur luego del ballotage entre Dilma y Aécio Neves,
Argentina quedó partida al medio luego de la segunda vuelta entre Scioli y Macri. Todo lo que quede afuera de las razones de este posteo, se explica en este mapa:
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Una mancha que se extiende del centro a la periferia |
3. PBA. Ya señalamos antes
la subestimación del electorado y la sobrestimación de los fierros. En esta nota de El Estadista
desarrollan muy bien los resultados de la primera vuelta, pero desagreguemos nuestra hipótesis: en PBA se hizo todo mal. Desde la gestión de Scioli –a la que siempre, propios y extraños, calificaron como deficitaria– hasta el camino desarrollado para arribar a la candidatura de Aníbal Fernández. Desde estas páginas
señalamos temprano la inconveniencia de hacer de Scioli el enemigo, cuando casi todo indicaba que sería el candidato posible, pero se prefirió estirar la cuerda y hacer –por ejemplo– de los maestros, alumnos y padres, rehenes de una interna política. El kirchnerismo duro operaba entonces bajo la hipótesis de que afuera del peronismo no existía nada. Y con muy poquito nos ganaron. Luego, o mejor dicho antes, la PBA fue siempre el terreno de disputa del peronismo: un gobernador sin poder de fuego propio, los intendentes con poder de aparato pero con el presupuesto per cápita comiéndoles los talones, el kirchnerismo que quiso bajar las escaleras para hacerse de la escritura, siguiendo la tesis de la casa peronista de dos pisos de Eduardo Fidanza y, finalmente, el quiebre de Massa en 2013. Luego, el desfile de más de diez candidatos para intentar, sobre el final, una imposición de Randazzo que, valga decir, operaba como factor de unidad. Florencio prefirió jugar al peronista blanco –y algún día quizás lo vote tu vieja, pero este bloguero soberbio jamás– y arribamos a la peor interna: Domínguez, un candidato con altos niveles de desconocimiento, versus Aníbal, el candidato con mayores índices de rechazo pero, además, quien menos caminó la Provincia. Si Randazzo servía para buscar los votos de Massa, las apelaciones de Aníbal a la pureza K y su defensa de La Cámpora no podían sino continuar alienando a esa porción del electorado. Lluvias, operaciones de prensa, una candidata sin prontuario (ni siquiera político): todo jugó luego a favor de una renovación política que era demandada por los bonaerenses y preferimos no ver.
4. La derrota del FpV en Jujuy me duele más que la de PBA, pero un peronismo cerrado frente a la sociedad, que no pudo o quiso renovarse, y el cuco Milagro Sala, bien explotado por Morales y Massa, determinaron el resultado en la Tacita de Plata. Para ahondar en el factor Tupac, se hizo de la organización un canto a los sectores populares, cuando representan a una fracción de ellos (y los resultados de UNA en octubre y Cambiemos ayer lo certifican), pero no se advirtió que representaba también un abandono por parte del Estado de funciones de su competencia. Muchos peronistas o filoperonistas jujeños me habían adelantado su voto a Massa, y quizás luego a Macri, en base a su rechazo a la organización.
5. El FpV. Scioli no le agradeció en su discurso de aceptación a Cristina. No han sido pocos los compañeros, aquí en Tucumán y en las redes sociales, que sostienen que CFK le jugó en contra y que allí reside buena parte de la explicación. También, valga decir, se puede leer (porque es una opinión más bien porteña) que Scioli no aportó los votos que faltaban para llegar al 40 o 45% en primera vuelta y cualquier candidato del riñón hubiera realizado una elección similar. ¿Mi visión? Ni lo uno ni lo otro. La realidad del peronismo involucraba a Scioli, los gobernadores, Cristina, La Cámpora, el progresismo, etc., y la alquilimia electoral alcanzada era no solo la posible sino la que mejor contenía a todos: Scioli contra Cristina no hacía la elección que hizo y el kirchnerismo puro, sin Scioli, no hubiera realizado la elección de DOS. Así como es un delirio sostener que Randazzo hubiera sido un mejor candidato –hubiéramos peleado el tercer lugar con Massa–, también me parecía irreal pedirle a Cristin que no fuera Cristina. Los motivos, además, exceden a estos meses de campaña.
6. Vamos con motivos generales y que hacen al imaginario mucho más que un par de spots. Una campaña no dura un par de meses: en el cuarto oscuro sospesamos la totalidad del último periodo. En materia económica, estos cuatro años fueron de aguante y no de conquistas. En 2012 decidimos diferir el pago de costos políticos por la sintonía fina y terminamos pagándolos igual. En este blog sostuvimos que la conflictividad que promovía la batalla cultural era bien tolerada y hasta festejada cuando tenía soporte en crecimiento e inclusión, pero cuando esto último flaqueaba, el relato operaba en la fidelización del núcleo duro pero, a la vez, expulsaba a adherentes/simpatizantes/votantes por la más simple mecánica de la teoría de conjuntos. Si guglean “
gestión batalla cultural secundariamente loshuevosylasideas” verán que desde 2011 es una preocupación por estos lares. Señalamos también entonces
la necesidad de abrir la representación que el 54% significaba. Se decidió por la contraria y la estrella con la que brilló Massa en 2013 obedeció a esto: representó a los que el kirchnerismo había dejado ir. Inseguridad y narcotráfico fueron sus caballitos de batalla junto con la expectativa de un peronismo sin kirchnerismo. Terminó, como acá lo adelantábamos, operando como colectora del macrismo. Un Marco Enríquez-Ominami cualquiera. Señalamos también cómo la
autorreferencialidad, el
comisariato político y la disposición de
capital político en batallas infructuosas irían en detrimento del propio kirchnerismo. Pero bueno, este es un humilde blog. Perdió Scioli, pero perdió el peronismo todo. Lo que es más triste: contribuimos a que perdieran los sectores populares que necesitan de una presencia estatal activa en la defensa de sus intereses. Eso y no otra cosa es lo terriblemente imperdonable.
¿Vamos con las razones del triunfo de Macri?
7. Alertamos durante estos años algunas cuestiones respecto al
campo opositor. Por ejemplo estas dos: un quiebre de Massa
supondría incrementar las chances del no-peronismo en 2015, y que
el negocio para la UCR estaba con Macri y no con Massa. Tristemente, no nos equivocamos.
8. Leeremos en estos días, hasta hartarnos, artículos sobre lo que mencionamos en el punto 6:
la renuncia a representar del kirchnerismo. Pero esa explicación no termina de cerrar si vemos las propuestas de Macri: no supusieron llenar ese vacío. Pero fue lo que entendió su electorado, así que no hizo falta. Macri creció desde su 24% en las PASO al 34% en octubre y este 51% en ballotage: fue finalmente depositario del voto útil opositor. Lo votaron antes por su condición de antikirchnerista genuino (Massa siempre pareció impostado) que por su macrismo en construcción. Lo emocional antes que lo racional. Por supuesto, deberemos rever esas tesis del #findelperiodismo y la capacidad de penetración de los aparatos mediáticos.
En 2011 mismo lo sostuvimos para Clarín: “la derrota no es un estado permanente, sino que depende de factores temporales, coyunturales y estratégicos”.
9. La demanda de oxígeno. Como las clásicas limpiezas norteamericanas de primavera, luego de la temporada otoño/invierno, la sociedad demandaba nuevos aires, nueva dirigencia, nuevas caras. Macri, Scioli y Massa en pole position desde 2013 enunciaban el corrimiento de la sociedad a posiciones conservadoras y centristas, pero también una demanda por menos confrontación. Pero no la confrontación entendida en clave kirchnerista, contra grupos de poder, sino tan solo que sacaran la disputa de su campo de percepción. Una propuesta que Scioli y el peronismo no pudieron ni podían ofrecer y que Macri, implícitamente, con su pretendida revolución de la alegría, prometía. Quedó claro, con el correr de la campaña, que la kirchnerización de Scioli implicaba disputa: mantener el empleo, el salario, consumo, gradualismo en el combate a la inflación fueron promesas de confrontación. Macri, en cambio, dejó que su condición de nueva fuerza y su alianza con el Mercado y los grupos de medios hablaran por él. No significa esto que su gobierno no enfrentará peleas, pero estas bajarán de los medios a la calle. Serán efectivamente corridas del campo de percepción. Si el FpV enfrentó a la SRA, a la AEA, a Clarín, el gobierno de Cambiemos –si cumple sus escasas promesas–, enfrentará conflictividad social por parte de sindicatos, estatales, maestros y jubilados. Esas demandas podrán parecer ajenas a quienes no sean directamente afectados.
¿Qué le faltó al FpV? ¿Qué debe corregir el peronismo con miras a 2017? Enumeremos algunas cuestiones. Quizás las desarrollemos en un próximo posteo:
a) Faltó escuchar abajo. Nos jugaron en contra la comunicación unidireccional y la falta de intermediación;
b) Faltó segmentación en el discurso y en la campaña. La estrategia de redes sociales del macrismo será, con seguridad, objeto de estudio. No tuvimos más que algunos comunicadores, el macrismo tuvo a todos los demás y,
c) Faltó diseñar una estrategia con tiempo. Para el 2017 queda un año y no dos si contamos la luna de miel de la que gozará Macri.
Falta el punto 10, ¿no es cierto? Ahí va:
10. El Tata Martino ha gozado durante demasiado tiempo de la protección mediática que le deparó esta campaña electoral. No tiene más tiempo. O juega con Pastore, Di María más abajo y el Pipa Higuaín arriba (o busca otro 9), o renuncia en 2016. Basta. Cambiemos.