Brasíl, decíme qué se siénte
Que Témer quierá ser tú papá
Te júro que aunqué pasé'l impeáchment
Núnca nos vámos a olvidár
Que Cunhá te traicionó
Y el PMDB te abandonó
El PJ es más grande que el PT
Dos buenos artículos, hoy en LA NACION, hablan sobre la crisis política de Brasil. Crisis asentada, claro está, en una recesión económica que, junto al Lava Jato, crea las condiciones para el impeachment a Dilma y el intento por parte del establishment de hacer del Partido de los Trabajadores un recuerdo.
El texto de @MECasullo plantea tres interrogantes para las democracias sudamericanas: ¿Presidencialismo o Parlamentarismo?, ¿Coaliciones o Partidos? y ¿es más racional ser moderado o radical? Sobre esto último, dice: “Uno de los principios de fe del análisis político de la pasada década consistió en diferenciar entre los gobiernos de centroizquierda populistas y los gobiernos moderados o institucionalistas. Diversas notas sostenían que los gobiernos populistas privilegiaban el cortísimo plazo en lo económico y distribuían a mansalva, mientras que los gobiernos moderados privilegiaban la gobernabilidad de largo plazo con políticas más racionales, mayor crecimiento económico y el consenso no sólo de la sociedad política sino, crucialmente, de los sectores empresarios. Sin embargo, la realidad va en contra de esta dicotomía, al menos desde el punto de vista de los presidentes. Es cierto que Venezuela parece marchar rumbo a un colapso económico, pero la Bolivia de Evo Morales es un ejemplo de disciplina económica, con la inflación más baja de Sudamérica y con deuda tomada a una tasa del 6% en 2014; Ecuador también se ha mantenido estable económicamente. Mientras tanto, en Brasil el PT ha presidido sobre una recesión sin antecedentes y el empresariado brasileño accionó públicamente para su caída. Sin ir más lejos, el kirchnerismo argentino logró sobrevivir a varias coyunturas críticas y dejar el poder sin una crisis económica abierta. ¿Cuál será, mirando hacia adelante, el incentivo que tendrá un gobernante de centroizquierda para moderarse si, al fin y al cabo, esta moderación no parece conllevar de por sí mayores perspectivas de éxito?". Bien leída, resulta una advertencia también a los establishment regionales y globales: si la reacción a los gobiernos populares es tan virulenta y negociar con el empresariado no redunda en estabilidad política, ¿por qué no tensar la cuerda y señalar las Grietas? Claro, cada país presenta sus particularidades, y podemos decir a esta altura que el justo medio no se encuentra en el centro del arco planteado por la pregunta. Dos ejemplos de equilibrio —entre la radicalización que representa el chavismo y la moderación de Dilma y el PT— bien pueden ser las presidencias de Morales en Bolivia y Cristina Fernández en Argentina. Evo tuvo la muñeca política suficiente para rosquear con la medialuna oriental boliviana y CFK pudo comandar a la gran mayoría del peronismo hasta la finalización de su mandato.
De todos modos, estos procesos de destitución constitucionales o golpes institucionales consiguen un objetivo secundario al devaluar el valor del voto. Cuando la ecuación 1 persona = 1 voto no determina luego la estadía del representante seleccionado en el gobierno, la democracia que tanto costó conseguir en la región ve devaluado su sentido y la clase política toda entra en descrédito. La estabilidad institucional no puede ser sólo de aquellas instituciones que nos gustan, y las chances de Donald Trump en EE.UU. deberían fungir como advertencia suficiente.
La segunda pregunta de Casullo respecto a Coaliciones o Partidos parece responderse sola, visto el caso brasileño. Pero Facundo Cruz, también en LA NACION, pretende un giro de tuerca: no son las coaliciones —dice—, sino el modo de gestionarlas: “El problema de fondo radica en discutir los modelos de gestión de esos acuerdos entre partidos, es decir, el gobierno de la coalición antes que la coalición en sí misma". Y aunque desde un punto de vista peronista pueda parecer errado (“¡mejor un partido que las coaliciones! ¡Viva Perón, carajo!"), es también desde un punto de vista peronista (por lo pragmático) que lo apuntado por @facucruz tiene gran validez: los países con presidencialismo de coalición en la región, Chile y Brasil, no cuentan con un partido como el PJ, que puede mantenerse sólo en el poder, como demostró el último periodo de Cristina en el PEN. Para Brasil y Chile sólo queda surfear en la fragmentación de partidos para mantenerse arriba de la ola.
Esto último debería servir también para nuestro país, que se encuentra transitando el segundo gobierno de coalición de su historia democrática reciente (el primero, la Alianza, no dejó un buen recuerdo). Cambiemos y Macri deberían tomar buena nota de ello, y pensar que si tienen entre sus objetivos avanzar contra la lista sábana en la reforma electoral que planean (oh, la modernización), pueden estar favoreciendo el parlamentarismo de coalición antes que el presidencialismo que asegura —vaya paradoja— mayor estabilidad institucional.