1.
Ella bajó cuando escuchó el timbre del portero. Bajó sin atenderlo: me esperaba a mí, pero allí no estaba yo. Nunca más alguien volvió a verla.
...
...
Pero... ¿cómo sabés eso si nunca más la viste?
...
2.
La encontró aterida de frío, la espalda apoyada contra el marco de su ventana: era un hada. A su lado descansaba un pequeño dragón alado.
Les ofreció mate. El dragón prefería café.
3.
Había sido, durante toda su carrera, un defensor rústico y aguerrido. El más duro entre los malos. Muchísimos entrenadores lo habían rechazado, argumentando que nunca llegaría a ser jugador profesional. Sólo su mamá había confiado, siempre, en sus condiciones. En una ocasión un club, luego de comprarlo, lo había devuelto luego del partido de presentación en la pretemporada. En todo eso pensaba mientras caía, mientras escuchaba el pitazo del réfer cobrando el penal que le habían cometido a los 92 minutos 24 segundos del partido. Si el 9 lo convertía, ganarían el Mundial.
4.
La anciana cerró los ojos y, cuando los abrió, el monstruo ya no estaba. Ella tampoco estaba en su cuarto. Reconoció el lugar: había vuelto a la habitación de su infancia. El monstruo abrió la puerta.
Imagen.
5 pusieron huevos y comentaron:
Epa, un nuevo Ricardo.
claro que si, Ricardo. Que bien que te hayas largado a escribir cuentos. estaban ahi adentro, esperando.
Mostro, Nilda: hay un par de cosas escritas dentro de las etiquetas Cuentos y delirio, que son las de esta entrada.
Abrazo y beso.
Debo admitir que lo envidio: Ud. escribe sus artículos (post y entrada siempre me parecieron despectivos) y ahora micro-relatos.
Con mi limitaciones y auto-boicot no puedo terminar de escribir ese guión pulguiento que tengo desde hace 2 años.
Siga disfrutando el viaje. Lo felicito.
Un abrazo, Daniel.
Publicar un comentario