Cristina y su discurso de reasunción

Asistimos, casi siempre, a grandes discursos de Cristina. Según mi entender, claro, pero en esta ocasión el que pronunció ante la Asamblea, con motivo de su reasunción, me dejó gusto a poco. Para ser sintético y lo más claro posible, cuando habla Cristina uno siempre quiere más.

Abordó los logros de estos cuatro años, lo cual estuvo muy bien: fueron cuatro años de gran densidad política y cuestiones como la recuperación de los aportes de los trabajadores en manos de las AFJP y la Ley de Medios parecen haber ocurrido hace mucho, mucho tiempo. La AUH, otra de las medidas que sin duda llevaron al 54%, parece también formar parte de un pasado no tan inmediato, aunque recién haya cumplido dos años.

Habló Cristina de DD.HH., reivindicó la política de desendeudamiento como elemento central del modelo kirchnerista, junto a los superávits, la acumulación de reservas, la integración regional, la educación, los derechos de los trabajadores y la cuestión de moda: la competitividad y la sintonía fina, para la cual consideró que no se trata del horizonte de los devaluadores ni los endeudadores el que se avecina, sino el del agregado de valor. Asumo que a esta porción de su discurso hay que agregar lo expuesto en la UIA, así como lo que dijo respecto a la competitividad debe ser completado con el discurso en el G20. Es precisamente en estos baches en que centro la crítica del párrafo inicial. Mi expectativa estaba puesta en que ampliara lo que expuso en ambos foros. Fue al revés: resumió lo expuesto en el foro internacional y en el de los empresarios.

Quizás entonces las recientes consideraciones a la política comunicacional del gobierno, respecto a la forma en que se explicaron las quitas de subsidios, sea algo deliberado. Resabios del 54% y de un gobierno que se sabe respaldado con amplitud y no quiere, quizás, agitar innecesariamente un mar que ya, en aguas internacionales, se presenta embravecido. Si bien para los que nos interesamos en lo político las señales han sido claras, y sabemos (o creemos entender, para ser más humilde en la apreciación) en qué dirección irá el oficialismo (redundemos: la misma dirección de crecimiento con inclusión social, con las medidas que la coyuntura demande), no fueron muchas las pautas marcadas. Habló de la Ley de Tierras pero no de un plan agresivo de viviendas. No habló de la Ley de Entidades Financieras. No sacó, para nosotros, que estamos mal acostumbrados, el as que Cristina sabe sacar, como nadie, de la manga. Se detuvo, sí, en explicar cómo articulará, desde la burocracia estatal, la "sintonía fina".

Contrapesó el discurso frente a la UIA cuando afirmó (una vez más) no ser la Presidenta de las corporaciones sino la de los 40 millones de argentinos, y procedió a explicar las cinco corridas cambiarias con las que quisieron presionarla. También hablando de presión y surfeando en su 54% debe entenderse su debate con la posición actual del sindicalismo (y, fundamentalmente, del Moyanismo). Para ello Cristina recordó los conflictos docente y de los trabajadores petroleros en Santa Cruz, su provincia: "...curiosamente, del sector público provincial, el sector docente es uno de los salarios más altos, es el salario docente más alto de la República Argentina. Y de la actividad privada, el salario de los petroleros, es uno de los más importantes junto al del sector minero...", dijo al respecto. Y procedió a alertar que ambos conflictos redundaron en pérdidas del orden de los 10 millones de dólares diarios. Huelgas sí, chantaje o extorsión no, redondeó. Que el mundo no está para bollos, le faltó decir. Se trató, entonces, de un discurso que deja en claro que la figura central de la política es ella, y que por ella, como debe ser, pasarán las decisiones. Y que estas decisiones contemplarán a todo el entramado que constituye a nuestro país, algo que podía ya desprenderse de algunas intervenciones suyas hace tiempo. A buen entendedor, las palabras de la Presidenta.