Scioli 2015

Mientras casi todos lo sindican como el gran derrotado del cierre de listas, aquí sostuvimos que darlo por muerto es apresurado. Si fuera tan cadáver no sería el activo de campaña que ayer mismo demostró ser. Lo ves militando la candidatura de Insaurralde y te dan ganas de hacerte sciolista y militar Aire y Sol 2015, ¿no?

¿No? ¡Eh, che, no escupan el monitor...! Esperen un poquito...

Mis críticas actuales al kirchnerismo (desde hace tiempo, bah), en lo concerniente al plano electoral, tienen que ver con su encierro en sí mismo, con su vocación por no abrir el juego y con su obstinación por evitar la emergencia de liderazgos dentro del espacio. Martín Rodríguez lo achaca a la falta de políticos dentro del esquema, que sólo apadrina cuadros de Estado o militantes rasos.

Y sí.

Falta debate. Y si no me creen, expliquen por qué nadie se tomó el trabajo de pensar o escribir una respuesta al interrogante planteado acá luego del cierre de listas. Lo refresco: «...¿Cuál es la idea (del kirchnerismo)? ¿Ganar por poco (o perder por poco) en este 2013, conservar manejo del Congreso (que puede cambiar como en 2008) y perder en 2015 con alguien del riñón?...». Quien sí supo responder fue Alejandro Catterberg en... LA NACION: «...El dato más importante es, a mi entender, el renunciamiento de la presidenta Cristina Kirchner a la construcción de una opción que la suceda...». ¿Y saben qué?, aunque escriba en el diario de Mitre tiene razón. Ayer nomas señalábamos el error que significa para una campaña el «no horizonte que para 2015 propone el kirchnerismo cuando lo limita a la posibilidad -inexistente- de una re-reelección». Sí, reconozco que puede ser complicado cuando estás absorbido por los temas de la coyuntura, pero si en política no hay expectativas no hay mayoría posible.

Este marco político es el que me llevó a renegar por el maltrato del kirchnerismo a Scioli. Aunque la ecuación política de sumarlo a la campaña por su miedo al efecto Massa (sobre su propio futuro político) sin abrirle la lista parezca maquiavélicamente brillante, es una ofensa (y van, aunque también volvieron) a quien hoy todavía aparece como la posibilidad de aterrizaje más calmo a la experiencia kirchnerista, y que frente a la posibilidad de una derrota en estas legislativas podría ser la alvearización deseada. No hay que equivocarse: un triunfo del oficialismo, en vista de las mutuas necesidades, también sería un triunfo de Scioli. Y una administración provincial desahogada en la PBA sería un elemento de campaña más que positivo para el kirchnerismo. Sinergia, se llama.

El oficialismo no debe persistir en sus taras de construcción político-electoral defensivas (ese carusolombardismo político, digamos) o las opciones en 2015 bien podrían ser perder con -no se- Kicillof antes que la posibilidad de ganar, por ejemplo, con un Scioli cumpliendo su sueño de heredar la candidatura. (Pausa dramática aquí...). Prefiero la segunda. No será desbordando de entusiasmo, claro, no será utilizando una pechera anaranjada de La Cafiero (¿o esa sería massista?, je, pero sí, crisálidas paladar negro: no estoy militando por Scioli 2015, respiren), porque el kirchnerismo expresó la mejor amalgama del peronismo y la centroizquierda en nuestro país. Pero si ese es el escenario en dos años habrá sido decisión de Cristina arribar a esa encrucijada. Pareciera, a veces -muchas-, que el kirchnerismo necesita, busca, crea, se desespera por la excepcionalidad. Que sólo bajo circunstancias excepcionales pretende pelear y ganar. Ocurrió con el arribo al poder en 2003, luego de la debacle, y en 2011, luego del fallecimiento de Néstor Kirchner (las elecciones de 2005 y 2007, en cambio, no fueron reivindicadas en el relato). Aún las derrotas políticas y electorales de 2008/2009 -excepcionales por el quiebre de alianzas, la fuga de legisladores, el momento económico y sanitario y por la conformación de la lista testimonial- son enarboladas como las gestadoras de la épica y la resistencia. Que están muy bien, ambas, épica y resistencia, pero cualquier psicólogo -aún si fuera de universidad católica- puede hablarles de la inconveniencia, y hasta la imposibilidad, de vivir en un estado revolucionario permanente.