miércoles, 28 de agosto de 2019

¿Vacío de poder o desempate catastrófico?

En años en que la medialuna fértil boliviana ponía en jaque al gobierno de Evo Morales, su principal ideólogo y soporte intelectual, el vicepresidente Álvaro García Linera, acuñó el concepto de empate catastrófico para graficar la situación en la que una oposición, que se hacía fuerte en las calles y dotada de musculación territorial (en el más llano sentido de la palabra: eran los dueños de la tierra), desafiaba a un gobierno fuerte electoralmente pero que había perdido el manejo de la agenda y era amenazado, además, por intereses allende las fronteras de Bolivia. Empate porque la oposición no podía ganar las elecciones mientras el gobierno no podía efectivamente gobernar, y catastrófico porque se prolongaba en el tiempo, sin visos de resolución política y pacífica, afectando así el desenvolvimiento de la vida política y económica del hermano país.

Argentina enfrenta un momento similar pero que involucra activamente a tres actores protagónicos y varios de reparto. Estos primeros son, sabemos, el oficialismo nacional, el peronismo nucleado en el Frente de Todos y, claro, el FMI. Éste último, la oposición y aún algunos analistas macristas devenidos ex macristas hablan del vacío de poder que ensombrece el panorama político pero sobre todo económico luego de las PASO. ¿Vacío? El poder es energía y ésta no se desvanece, no desaparece sino que se transforma. Y si de transformación hablamos, nos referimos a un momento de transición, del pasaje de un estado (de cosas) a otro, distinto.

Podemos apelar a García Linera para señalar que no es un vacío de poder, en términos estrictos, lo que ocurre mientras escribimos estas líneas. Se trata del desarrollo de algo evolutivo, que comenzó a tomar forma en el momento mismo en que Mauricio Macri pronunció su "ahora vamos por todo". ¿No dijo eso, dicen ustedes? Recuerden, como lo hace Tomás Aguerre, aquel discurso poselectoral del presidente en 2017 en el que inauguró un "reformismo permanente" que incluía reformas jubilatoria, laboral, fiscal y hasta electorales: "hace poco más de una semana los argentinos dimos un enorme paso, confirmamos nuestra decisión de cambiar, decidimos profundizar la transformación que comenzamos juntos". En diciembre de ese mismo año comenzó a hacer agua al enfrentar una resistencia que tomó las calles frente a su reforma jubilatoria. El macrismo entonces, envalentonado por su reciente triunfo, respondió antes con balas de goma y gases que con política. Dicen que fue Lincoln quien sostuvo que si querés probar el carácter de un hombre, dale poder. Luego llegaron el cierre del crédito externo, agotado, la devaluación y el pedido de auxilio al Fondo Monetario Internacional, otro actor de esta comedia o tragedia de enriedos.

A grandes rasgos, este desempate presenta a los involucrados jugando los roles que pueden desempeñar y no otros al azar: el gobierno en uno doble, como contendiente electoral pero también como gobierno a cargo; el peronismo, el Frente de Todos también como contrincante electoral pero, a la vez, construyendo ya su muy posible legitimidad de ejercicio para cuando sea elegido y el último actor, el FMI, en su rol de... FMI. Es decir, como garante institucional de las reformas que todo proyecto de subordinación requiere. ¿O creen que Donald Trump le pone dólares en el bolsillo a Mauricio en defensa del libre mercado porque el populismo sería algo intrínsecamente malo, de izquierda, casi una amenaza comunista? Si el rol del FMI es éste, ¿cuándo le conviene entonces operar? ¿Ahora, en el momento de mayor debilidad de Macri y en el que Alberto Fernández aún no cuenta con el aval formal para ejercer el poder ejecutivo, o cuando Alberto sea efectivamente presidente y cuente con las herramientas que sus atributos le otorgarían? Pero claro, la respuesta es ahora mismo, mal que le pese a Mauricio Macri quien ve, con resignación, que la puesta en escena del Fondo Monetario hace más opresivo el dolor de ya no ser al añadirle la conciencia de ese "vacío de poder" que, sí, lo aqueja.

¿Y Alberto? ¿Qué tiene para ganar si firma a libro cerrado el pliego de peticiones del FMI? Nada, por supuesto, y sólo puede perder poder simbólico; no sólo de cara a su necesario electorado sino también frente al FMI mismo cuando le toque negociar ya como presidente. Mucho menor incentivo tiene para darle aire a un gobierno que todavía dice que quiere ganar, lo extorsiona y maltrata públicamente y decide unilateralmente un desfinanciamiento a las provincias. El macrismo parece no conocer otra forma de negociar que la extorsión. Como señaláramos, representa un fracaso no sólo económico sino también político. Mientras, juega a convencer a los propios de que aún puede ganar para que no abandonen el barco y se incremente, así, esa diferencia de 15 o 16 puntos que lo dejaría peor parado en la repartija de poder legislativo. Esto es fácil de observar: no están yendo por los votos de Alberto sino ensanchando la fractura entre las percepciones políticas. La grieta, bah, leitmotiv electoral y justificación última de un Cambiemos que agoniza.

Existen tensiones a ser resueltas, sobre todo en referencia al lugar que ocupará cada uno de estos actores en relación al poder. Por eso viene el FMI con una agenda política y no de trabajo, por lo mismo Macri intenta comprometer en su plan a Fernández mientras Alberto le escapa al abrazo de eso. Por eso hablamos de desempate catastrófico y no de empate, porque es una situación que tiende a su resolución, en un primer momento electoral (aunque 60 días parezcan una eternidad en la Argentina actual). Además, porque el término desempate permite presumir de algo parecido a una conceptualización... para ponerlo en términos académicos, lo suficientemente piola y ganchera. Y decimos catastrófico por razones obvias, ya que los tironeos de este ménage à trois involucran una mayor degradación económica que empuja a más gente a la pobreza y afecta la calidad de vida de los sectores medios y populares. Lo que nos lleva a una pregunta última y fatal: ¿quién de estos tres actores tiene algún incentivo para ceder y a la vez ganar en ese movimiento? ¿El FMI, que debe negociar cuando sus acreedores están más débiles? ¿Alberto Fernández para no recoger ningún fruto electoral mientras se despoja de poder para una muy próxima negociación? ¿O el gobierno —como se lo señalan puntualmente analistas que constituían su factótum— para no terminar como Raúl Ricardo Alfonsín?

Una última anotación: quizás el FMI tendría también algo para ganar si cediera en su posición. ¿O sería acaso deseable la implosión del partido de oposición que enarbola su agenda y la de sus financistas?

martes, 20 de agosto de 2019

El macrismo, una deuda económica y política

El momento exige enfocar la incoherencia que demuestra el macrismo en materia de gestión económica, pero no se trata de algo novedoso, producto de la urgencia electoral o una bruta corrida cambiaria inserta en el desarrollo electoral; lo mencionamos en varias ocasiones cuando todavía éramos blogueros K bancados por la etérea pauta del reconocimiento social (!): la ornitológica economía macrista, instaurada para regocijo de capitales golondrina y fondos buitres, entregaba la contradicción de un mega endeudamiento externo junto a una gran depreciación de la moneda local. Si hubiera sido sólo eso ya sería insólito, pero además mostraba altos y crecientes índices inflacionarios en medio de una prolongada recesión económica. No mencionemos la caída del empleo junto a la del salario real porque, aunque la ortodoxia no suela asociarlos, forman parte de un proceso que se retroalimenta y uno de los objetivos del macrismo.

Pese a que parecería que intentamos hablar de economía, esta introducción no tiene otro sentido que marcar el fracaso de los CEO en lo que debería haber sido su materia, el manejo de las cuentas públicas. En vista de esto, que ya se presumía en 2016, es que los analistas comenzaron a enfocar por entonces en lo que consideraron un acierto del macrismo: su manejo político. Desde esta página humilde señalamos infinidad de veces que no se trató de otra cosa que una extorsión: el gobierno nacional conseguía apoyo legislativo del peronismo enarbolando la bandera del "golpismo PJ" (¡dejen gobernar!) mientras por abajo circulaban las carpetas. Desde una supuesta debilidad se hacían fuertes en la rosca, que no es equivalente a hacer política. Vamos a eso, entonces.

¿Cómo arribó Cambiemos a estas últimas elecciones? Cómo gobernó: con el PRO y con sus socios radicales estudiando si renovaban o no su apoyo con la esperanza de conseguir más espacio del que escasamente siempre les otorgaron. Tan así fue que los gobernadores radicales desdoblaron sus comicios y Macri quedó peleando sólo, junto a sus laderos Vidal y Rodríguez Larreta. Decíamos, hace tiempo, que llegar a las elecciones nacionales sin tener que competir contra el arrastre de los oficialismos provinciales constituiría el mal menor para Mauricio Macri. Esto era así, claro, antes de que el retroceso estratégico de Cristina habilitara la reunión de los islotes peronistas dispersos. Y así fue que Mauricio debió competir contra Alberto, Cristina y los peronismos provinciales con el resultado conocido (¿o no tan conocido? Fueron 20 y no 15 puntos de diferencia). Lo superestructural explica una parte importante del resultado, y ese es el fracaso político del macrismo y Mauricio, quien desde el PEN no pudo, quiso o supo articular algo más grande que el PRO como partido político o Cambiemos como mera herramienta electoral. ¿Podría haberlo conseguido con su plan económico y social? No es difícil aventurar que no, si hasta quien se mostraba como su mayor interlocutor entre los peronistas territoriales, Juan Urtubey, decidió acompañar como vice a Lavagna antes que a Cambiemos.

Existen razones políticas, además, para este fracaso de Macri en la articulación de algo superador y es el permanente sueño húmedo de la oligarquía argentina desde donde el PRO se desprende: el de terminar con el peronismo, el de recuperar al menemismo sin un Menem, el de comandar el país sin invitados indeseables irrumpiendo en el salón. Aunque su último banquinazo político lo mostrara buscando a Urtubey y finalmente Pichetto, Macri tenía el mandato de terminar con el kirchnerismo primero y el peronismo después. Y aquí volvemos a la solución superestructural del peronismo a los problemas argentinos: fue posible porque Macri había costurado antes y por abajo los jirones en que se habían dividido los votantes peronistas. Macri creyó que pasando a retiro a la planta peronista cortaba de raíz el "cáncer", sin recordar algo que se debatía por la bloguería allá por 2010 y es la estructura rizomática del movimiento y su anclaje social.

Además de talento político y visión estratégica, el macrismo careció de un justificativo distinto a ser el Otro del peronismo en un país en el que hasta los grandes empresarios son peronistas en épocas de crisis. No supo construir otro relato porque aspiró, primero, a la despolitización de la sociedad; luego vio que sólo montado en la grieta podía sostenerse sin resultados económicos, y se lanzó entonces a incrementar la fractura en la mirada social desde un terreno moral para esconder lo profundamente ideológico de su gestión. ¿Esta ausencia de referencia histórica es posterior o previa a la búsqueda permanente que hizo el macrismo de circunscribirse al presente? Desde sus inicios en el gobierno de CABA, el macrismo buscó justificación en los microrelatos de la cotidianidad, en el ahora, mientras ese presente fue de penurias. Un sinsentido. No hubieron tampoco Sarlos, Abrahams o Fragas que pudieran "hablar" al macrismo o insertarlo en un marco histórico que fuera distinto al de nuestras pasadas experiencias neoliberales, que pudieran dotarlo de ideas fuerza en torno a las cuales construir capital simbólico. El macrismo buscó deliberadamente que lo hablara el granperiodismo y no la intelectualidad; los Novaresios, Majules o Fantinos, ¿qué densidad podían otorgarle? Pero a la vez, ¿qué podían construir desde el ajuste, la precarización laboral, la caída del empleo y del salario real? El macrismo necesitaba algo que el kirchnerismo no le dio cuando Macri arribó al poder y que el macrismo sí le está entregando ahora a Alberto Fernández aunque el Frente de Todos no lo quiera: una crisis sobre la cual aterrizar.

lunes, 12 de agosto de 2019

Dimensiones de las PASO 2019

1. Dimensión electoral: triunfo contundente, inesperado para este humilde bloguero que prefería el pesimismo de la sinrazón al optimismo de la esperanza. ¿Fue esto último lo que determinó el voto para Alberto y Cristina? En alguna medida, pero esa esperanza no existiría sin el agobio de un presente social y económico decepcionante. En 2015 perdieron primero Cristina, Scioli, Massa y entonces, después, ganó Macri con una correcta estrategia al hacer confluir el antikirchnerismo y utilizar las PASO y generales como trampolín al balotaje. En este 2019 no podía ganar Macri por responsabilidad de su gestión pero algunos intereses lo sostenían. Ese espacio abandonado por Macri habilitó la reunión (tardía; y eso era un elemento importante en mi análisis previo) de Todos, Todas y Todes. Como en 2015, ahora también perdió primero el oficialismo. No recordar esto, luego, puede llevar a golpearse contra la realidad como le ocurrió al macrismo.

2. Dimensión geopolítica: la banca del FMI, de los EE.UU., del recientemente elegido Bolsonaro hablan de la importancia asignada a estas elecciones. El mapa geopolítico se encuentra en ebullición, con más o menos dos polos enfrentados en las figuras de EE.UU. vs. China y Rusia, en una suerte de nueva Guerra Fría comercial. Venezuela es parte fundamental de esta nueva ecuación pero también lo fueron la caída en desgracia del PT brasileño, el giro de Lenin Moreno en Ecuador o los disturbios políticos en Perú que derribaron a PPK y amenazan ahora a Vizcarra, aunque con razones más locales que continentales.

Recién asumido, Macri sobreactuó alineamiento con EE.UU. y, pese a su apuesta fallida por Hillary, Trump luego lo abrazó considerando a Maduro, la injerencia china en la región y el polvorín en que se convirtió Medio Oriente para su país. Sin proponérselo, quizás, el electorado argentino le propinó una derrota muy dolorosa a la administración republicana, al FMI y a la nueva estabilidad que buscan instalar en el subcontinente, corrida bastante hacia la centroderecha

3. Dimensión mediática: desde los diarios, la radio, la TV y la web, el granperiodismo argentino bancó a Macri ocultando la realidad económica y centrando su atención en el pasado K. Fue divertido, desde un punto de vista para nada neutral, ver cómo operaban anoche en TN con una agenda que podríamos resumir en dos mensajes: uno para Macri que rezaba "no te vamos a acompañar al cementerio, master" y otro para Alberto Fernández que podríamos graficar en "¿y si nos tomamos un café, che?". Hay que pagar por los medios lo que valen y no lo que ellos creen valer. Para el caso, también anoche Novaro y Fraga se cansaron de pedirle a Macri que declinara la candidatura para llegar a diciembre evitando una salida alfonsinista. De estadista, Mauricio pasó rápidamente a ser una suerte de copia fallida del peor Alfonsín y el único De la Rúa: un inútil. Tirar por la borda al hombre para salvar la ropa de las políticas neoliberales es un truco viejo ya. Si escuché bien, desde TN casi pidieron una entrega anticipada de poder también.

4. Dimensión económica: estamos viendo la toma de ganancias de los que fueron promotores y soportes del macrismo, apresurados ante la salida de un gobierno al que siempre consideraron propio pero al que nunca hicieron más que esquilmar. El macrismo les dio todo y ellos, recién hace pocas semanas y con la boca fruncida, le entregaron una paz cambiaria que se adivinó desde el principio efímera.

En resumen, Macri y Cambiemos creyeron que podrían castigar a su electorado ante el convencimiento de que la oposición no existía y se agotaba en Cristina, que manejarían la agenda electoral desde Comodoro Py y los medios y que lo importante era mantener la paz cambiaria sin corregir el deterioro bruto del poder adquisitivo. Un error de novatos para quienes presumían ser pragmáticos y el mejor equipo. Luego de vender optimismo y liviandad new age resultaron en exceso ideológicos y esto fue percibido por buena parte de la sociedad luego del triunfo en las legislativas 2017, cuando Mauricio volvió a ser Macri al aprobar una reforma jubilatoria apelando a la represión de las protestas que generaron.